Seguía sin saber lo que me decía, así que me tocaba suponer lo que me estaba diciendo. ¿Qué cosas se preguntaban cuando acabas de conocer a alguien?: su nombre, seguramente fuera eso.

― Bai'Rai. ―Dije, provocando una sonrisa emocionada en su rostro, además de unos pequeños saltos, parecía estar contenta con mi respuesta—.

— Yo soy Grace. —Dijo señalándose a ella misma y sonriendo. — Él es Robert.

Señaló al otro, todavía sonriendo; mientras que el señalado seguía con el ceño fruncido. Incliné la cabeza y toqué su frente con mi dedo índice, estaba caliente. Aparté la mano de golpe, si no lo había mencionado, no puedo sobrevivir con altas temperaturas. «Robert» se acercó corriendo para ver cómo estaba su amiga, antes de mirarme de mala manera.

— Tranquilo, no me ha hecho nada; su mano estaba... helada. Y creo que no le gusta el calor.

— A ver, ningún ser vivo puede sobrevivir estando a temperaturas tan bajas...

Me miraron de repente, el de cabello castaño hizo una mueca antes de hacer una pregunta un poco extraña:

— ¿Cuántos años tienes?

Definitivamente no estaba preguntando por mi nombre de nuevo, así que tocaba de nuevo adivinar lo que me decía. ¿Qué más cosas se preguntaban? ¿La edad? Puede, debía de probar.

— Nas-hai-xay-wah-xay-nas-hai-xay-nas-vlo-jha paar. —Respondí, aunque ellos se quedaron algo paralizados con la respuesta—.

— Una de dos: o ha dicho un número muy alto o tiene una manera distinta de medir el tiempo. —Incliné la cabeza, antes de mirar a esos seres; la más amable se señaló a sí misma. — Tengo veinticuatro años, dos-cuatro; y Robert también.

¿Qué significaba «veinticuatro»? Me pregunté mientras la miraba confundida, pues no entendía bien. De todas formas, viendo que había dicho muy poco comparado conmigo, supuse que debía de ser un individuo de corta edad, así que me tocaba cuidar de esos críos. Me acerqué un poco y miré los ojos de la chica fijamente; no de manera amenazante, sino más bien una curiosa. Ella correspondió la mirada y Robert se tuvo que poner en medio.

— Vale, dejad de hacer eso. —Se quejó, yo cogí a Grace en brazos, haciéndola reír—.

Aunque, a decir verdad, era molesto tocar algo cálido, y apuesto lo que sea a que a ella le molestaba el frío de mis manos. Me miró confundida, yo la levanté por debajo de los brazos y la examiné rápidamente, recibiendo una risa por su parte.

— Robert, tengo la sensación de que cree que soy un crío. —Rió, antes de que la dejara con mucho cuidado en el suelo para asegurarme que no le pasaba nada malo—.

Ahora tocaba encontrar algo para comer, mis tripas comenzaban a reclamar comida, y eso se notaba. Grace me miró y se fue de allí unos momentos, regresando con una especie de esfera naranja y un objeto puntiagudo. Confundida, incliné la cabeza y señalé la pelota naranja, a lo que ella comenzó a abrirla y pelarla con el objeto. Me dio lo que había dentro, que estaba fresco al tacto. La miré sin entender, ella cogió aquello, le quitó un gajo y señaló la boca; estaba claro que me estaba diciendo que comiera aquello.

Agarré el gajo y abrí la boca, ellos al ver mis dientes parecieron asustarse, y no les culpo; están diseñados para la carne. De todas formas, me lo metí en la boca y mastiqué con cuidado: ¡aquel alimento no sabía nada mal! Sonreí un poco, tragué lo que probé y me metí lo que quedaba de eso en la boca; les escuché reír al ver que me gustaba, creo que era una buena señal. Tragué de nuevo aquello y froté mi barriga, indicando que estaba bueno.

— Me da que le gustan las mandarinas. —Seguramente aquel delicioso alimento se llamaba «mandarina», según lo que dijo Grace a Robert—.

— Man...¿darina? —Traté de decir; la pareja me miró confundida, pero parecían estar bien con lo que había dicho—.

La mujer me asintió y repitió la palabra con una sonrisa, mientras que yo me esforzaba en decirla lo mejor posible; al menos ya sabía que esa comida se llamaba mandarina. Sonreí de vuelta, antes de mirar a Robert y señalar mi boca.

— Creo que sigue teniendo hambre. —Comentó a la otra, antes de irse por donde fue anteriormente Grace y regresar con otra de esas mandarinas—.

Estuve comiendo un rato, ellos me observaban un poco intranquilos sobre lo de quedarme allí o no, pero tal vez tendría suerte. Tal vez. Me senté en una de las sillas que había libres y ellos también, delante mía y mirándome fijamente, con esos ojos tan pequeños.

— Bueno, «Bai», ¿cuánto tiempo vas a estar aquí? —Ni idea de lo que me dijo, así que me encogí de hombros. — Agh, demonios.

Abrí un poco mi boca y bostecé suavemente, cerrando un poco los ojos. Ellos me seguían observando curiosos, comentando seguramente lo que harían conmigo. A pesar de no entender todavía lo que me decían, parecían muy amables, creo que no pretendían hacerme nada raro. Grace se levantó y me tendió la mano, antes de pronunciar una palabras extrañas.

— Si quieres, puedes quedarte a dormir en mi habitación y yo en el sofá.

No entendí una palabra, así que incliné la cabeza y me levanté. Me agarró de la mano y me enseñó un mueble que parecía cómodo. Me acabé por tumbar ahí y me acomodé como pude.

— Pero... Da igual.

Suspiró y me sonrió, antes de cubrirme con una manta y marcharse de nuevo con Robert. Les escuché hablar desde ahí sobre algo, pero sin identificar bien el qué. Solté un suspiro y cerré los ojos para poder tratar de descansar de una vez por todas; había sido un mal día para mí.

IlluminationTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon