-Tú odiabas verme empleando el sacaleches -dijo ________.

Aquello silenció a Christopher, dejándole sin argumentos para su defensa de los principios. Los principios estaban muy bien, pero el problema era llevarlos a la práctica. Christopher se dejó caer en el asiento con un gran suspiro como si deseara disminuir la peligrosa presión alcanzada por los sentimientos que hervían en su interior. Tenía el rostro sombrío y no miró directamente a ________ cuando se volvió a inclinar hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas.

-Es cierto. No me gustaba -reconoció-. Pero no por los motivos que crees, ___________. Era porque me sentía culpable.

Ella frunció el ceño, sin comprender.

Christopher la miró ansioso y buscó la mano de ___________, tendida a su lado, para estrecharla con suavidad entre los dedos.

-Escúchame, por favor. Siento que hayas interpretado mis sentimientos de otra manera, ___________. Lo último que yo deseaba era causarte ningún dolor -ella dirigió su mirada a los ojos de él, deseando que sus palabras la libraran del dolor de sentirse separada de él-. La primera noche que hicimos el amor, había tenido previamente una charla con Charlotte -confesó-. Le dije que se portara bien y durmiese toda la noche de un tirón. Y lo hizo, con el resultado de que tuviste que usar el sacaleches, lo cual era evidentemente molesto para ti. Fue entonces cuando le dije a Charlotte que volviera a despertarse como era usual, pero ya no hubo forma de que volviera a las andadas. No se le pueden dar a un niño mensajes contradictorios, ahora sí, ahora no. No fue culpa suya.

__________ lo miró incrédula. ¿De verdad se creía que Charlotte se enteraba de lo que él le decía?

-Nada de aquello fue culpa suya -repitió Christopher, pidiéndole perdón con la mirada-. La culpa fue mía. ¡Mía! Fui un egoísta al querer que pudiéramos disponer de toda la noche, como en los viejos tiempos. No sabes cómo lo siento, __________... no sabía los problemas que te iba a acarrear.

___________ sintió que el estómago se le encogía. Lo había malinterpretado y había juzgado mal a Christopher. Era una locura por parte de él atribuirse la culpa, pero era evidente que lo hacía, creyendo como creía en la comunicación con Charlotte, no menos que con su perro.

-Si hubieras compartido tus preocupaciones conmigo -siguió Christopher, con pesadumbre-, podría haberte ayudado. Te hubiera contado lo de las hojas de repollo, eso podría haberte ahorrado este sufrimiento.

-¿Hojas de repollo?

-Me lo contó un amigo, cuya esposa tenía los pechos escocidos por amamantar a su hijo. Se ponía en el sujetador una compresa de hojas de repollo para aliviarlos. Y funcionaba.

-¿Cómo? ¿Por qué? -___________ no se lo podía creer.

Christopher se encogió de hombros.

-No tiene explicación científica, pero funciona. Se deja el repollo en el frigorífico y con las hojas se hace una compresa fría. Cuando se calienta al llevarla puesta, se vuelve a poner otra fría. Podríamos haberlo probado, ___________.

«Podríamos». Los dos. Era ella quien los había separado, no Christopher. Tendría que haberle concedido el beneficio de la duda y dejar aparte sus temores.

-Estoy al corriente de montones de cosas que se pueden hacer con los bebés -dijo Christopher, ansioso-. Me lo han ido contando mis amigos. Supongo que era por eso por lo que yo consideraba a los niños pequeños monstruos. Pero es que ninguno se molestaba en contarme las cosas buenas, como las caritas que pone Charlotte, o lo maravilloso que es verla feliz.

En el corazón de ____________ se mezclaban tantas emociones que no sabía cómo expresarlas. Era culpa suya no abrirse a Christopher, no confiar en él. De haber hablado, Christopher habría compartido con ella tanto lo bueno como lo malo. ¿Cómo podía haber sido tan retorcida? Sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas.

Papá por sorpresa// Christopher Vélez y TN//Where stories live. Discover now