Las lágrimas volvieron a llenar los ojos de _____________ y empezaron a correr por sus mejillas. El fin de semana pasado, Christopher había estado maravilloso, aunque no le hacía gracia verla emplear el sacaleches. Era palpable el rechazo que aquello le producía; aunque se limitara a fruncir el ceño, para _____________ era evidente que sentía que aquello no debería suceder. Así que le había puesto la excusa de que estaba sobrecargada de trabajo para no recibirlo las dos últimas noches, porque no quería que Christopher presenciase su malestar.

No cabía duda de que él le echaría a Charlotte la culpa, y todo empezaría a torcerse. Tal vez fuese cobardía por parte de ella el evitar problemas que pudieran quitarle a Christopher las ganas de seguir adelante con la paternidad, pero había dejado de parecerle buena idea el poner a prueba su resolución. Seguramente, haber hecho el amor con él había sido un gran error. Pero lo deseaba tanto...

-Dame el número de teléfono de Christopher -ordenó Mariana.

-¿Para qué?

-Tú no puedes arreglártelas sola con esto, ____________.

-A otras madres solteras no les quedar más remedio -replicó.

-¿Qué sentido tiene ocultárselo? O puedes contar con Christopher , o no puedes. Es mejor descubrirlo ahora, ____________.

Lógica aplastante.

Pero el temor de perder a Christopher persistía.

-Solo son las once. Estará ocupado con su trabajo, y puede que esto no sea tan grave como crees, Mariana.

Aquel optimismo desesperado recibió un bufido irónico.

-Tienes una fiebre de cuidado. Si Christopher no va a hacerse cargo de Charlotte cuando tú estés mala, no merece la pena quedarse con él -declaró Mariana, que no tenía el juicio nublado por el deseo-. Seguramente, a Charlotte va a haber que darle un biberón dentro de un rato, así que hará falta comprar todo lo necesario. Este es el momento en el que todos deben sumarse a la causa. Dame su teléfono.

A ____________ le daba vueltas la cabeza. Había demasiadas cosas que hacer, y ella se sentía demasiado débil y atontada para hacerlas. Además, lo que Mariana acababa de decirle era la pura verdad: si Christopher no era capaz de apañárselas en esa situación, era un malísimo presagio para una vida compartida. Mientras ____________ le daba el número, Mariana lo iba marcando en el teléfono del coche.

-J Christopher: soy Mariana. Escúchame sin hablar. No hay tiempo para conversaciones. Estoy llegando a la consulta del médico con ____________, que está mala. Tiene fiebre y le duelen los pechos. Tal vez tengan que ingresarla.

-¡Ingresarme! -exclamó ____________, que veía más negro el futuro por momentos.

Mariana no le hizo caso y siguió diciéndole a Christopher:

-¿Estás dispuesto a ayudar con la niña?

-Dime lo que hay que hacer, y lo haré -fue la rápida y decidida respuesta.

-Ve a una farmacia y compra cuanto necesites para alimentar a un recién nacido: leches en polvo, biberones, tetinas, solución esterilizante. Pregúntale al farmacéutico, él sabrá lo que necesitas. Puede que no haga falta, pero es mejor estar preparado. Siempre puedes cambiar lo que compres por otras cosas. La próxima toma es a las dos en punto, pero puede que Charlotte la pida antes.

-Voy ahora mismo a la farmacia.

-Aguarda. Si ____________ se queda en el hospital, ¿puedes encargarte tú de la niña?

-Sí, no hay problema. Me la traeré a casa. Y a ____________ también, si el médico se limita a recetarle algo. Yo cuidaré de las dos.

-¿Estás seguro de que te las podrás arreglar?

Papá por sorpresa// Christopher Vélez y TN//Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ