3.

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Otra semana había pasado pero está ni siquiera sabía nada acerca de Bella.

Había estado yendo al club, pero ella no aparecía. Seguía estando el chico con copete y tatuajes pero ella no, e incluso una vez me le acerqué a él, le pregunté por Bella y me dijo que iba a ir esa noche, pero nunca llegó.

Me estaba preocupando.

Me estaba bañando cuando el timbre de mi casa sonó. Salí de la ducha, me puse unos pantalones cortos y un suéter para caminar por el pasillo y abrir la puerta.

Ni me dio tiempo de reaccionar cuando entraron dos hombres al segundo que abrir la puerta y pusieron un pañuelo en mi nariz, dejándome completamente inconsciente.

Cuando desperté, estaba amarrado a una silla con las manos atadas detrás y un pie atado en cada pata delantera de la silla. La habitación estaba totalmente oscura, solo con un bombillo arriba de mi. Esto parecía una habitación de tortura de las películas baratas.

Excepto que esto no era una película.

Una puerta se abrió y un hombre entró. Se puso al frente de mi, era pálido, tenía unos ojos azules potentes y castaño.

—¿Eres Will Prescott?—preguntó.

—Pensé que ya lo sabían, porque no creo que hayan secuestrado al chico incorrecto—respondí encogiéndome de hombros—. ¿Qué quieren?

—Vaya, es valiente el chico. Ya sé porqué le gustaste—sonrió. Fruncí me ceño.

—¿De qué hablas?

—Hace unos días hiciste un trabajito para Connor, ¿recuerdas o te refresco la memoria?—dijo caminando al rededor de mi.

—Ilumíname.

—Connor te dijo que debías ir a un sitio a encontrar una hierba, lo cual querido, esa hierba ni era de Connor, ni de quién te la dio—sonó sarcástico hasta que se puso al frente de mi otra vez.

—¿Y qué? ¿Era tuya?

—De hecho si, pero fue tu querido amigo Connor, quién me la robó y aparte ni la pagó—soltó—. Y al ver que tú estabas metido en esto, no podía hacer menos, querido Will. Aparte te metiste con alguien que no debías.

Se encogió de hombros.

—Creo que debería estar Connor aquí, no yo. Yo solo hice un favor...

—Oh, tranquilo—dio unos pasos hasta encontrar la pared—. Lo de Connor está resuelto—y prendió la luz de toda la habitación.

Ahí estaba el cuerpo de Connor con un disparo en la cabeza.

Me dio ganas de vomitar.

—¿Y-y entonce-es? ¿Qué tengo que ver en esto?—pregunté con miedo.

—Esto es para que aprendas a no meterte en asuntos donde no te llaman y meterte con quién no debías. ¡Katerina!

La puerta se volvió a abrir y una chica entró. Mi alma bajó hasta mis pies y vi como la suya también bajó.

—¿Qué hace él aquí, Brent?

—¿Por qué estás aquí, Bella?—pregunté al mismo tiempo que ella le preguntaba al chico.

El chico metió su mano dentro de su bolsillo y sacó una pistola. Trague saliva. Brent le dio la pistola a Bella, ella la agarró y la mantuvo cerca.

—Gracias a él, que estuvo de buen ciudadano haciendo favores, nos llegó la policía hace tres semanas y nos quitaron toda la droga—soltó Brent con rabia detrás de mi.

—¿Qué?—dijo Bella mirando sorprendida a Brent y luego bajó su mirada a mi preocupada.

—¿Qué? ¡Yo no hice nada de eso!—me defendí.

—Oh, claro, niégalo—Brent se puso detrás de Bella—. Niega que amenazaste al chico ese para que te diera la hierba con llamar a la policía, que de igual manera lo hiciste, él chico te la dio y te fuiste, el chico también se fue y dejaron cincuenta kilos de marihuana en ese almacén perfectos para la policía.

Bella me miró sorprendida.

—¡Yo no sabía que habían 50 kilos de marihuana ahí!—grité.

—Brent, no fue su culpa, él ni sabía—me defendió en susurro.

—Oh, ¿en serio defiendes al culpable de nuestra pérdida y que metían preso a Dylan?—Bella miró al piso, frunciendo sus labios—. Mátalo.

Ella levantó su cabeza, alarmada y retrocedió mientras yo me encogía en mi lugar.

¿Qué diablos hacía Bella aquí?

—No.

—No te pregunté que si lo harías o no—le regañó. Bella tragó saliva.

—No lo voy a matar, Brent, no es culpable de eso—le dijo firme—. Prometimos no matar a inocentes.

—¿Estás segura de que no quieres matarlo por que es inocente o porque estás enamorada de él?—le susurro suficientemente alto para yo escucharlo.

Maldita sea.

Bella bajó la mirada.

No puede ser.

—¿Bella?—la llamé pero ni se movió.

—Mátalo, Bella, tú sabes que es el culpable de esto. Así aprenderá a no meterse donde no lo llaman ni con mi hermanita.

¿Hermanita?

Entre en pánico cuando Bella, alzó la pistola poniéndola en mi frente sudada.

—Bella, por favor, no—le supliqué al borde de las lágrimas.

—Katerina, hazlo—le dijo su hermano.

—Bella, por favor, si me dejas vivir, no me acercaré a ti, olvidare esto... solo, por favor—rogué.

Dispara—gritó su hermano.

—Te quiero—dijo mirándome fijamente antes de apretar el gatillo.

Después de ahí todo fue oscuridad.

Dispara. Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz