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- Cállate, Barnes - susurró molesta haciendo una mueca de dolor  - Prefiero el silencio que escuchar tus quejas.

- No son quejas, Romanova. Debiste escuchar mis instrucciones - le respondió también en un susurro, mirando en todas direcciones, con rabia en los ojos - comprometiste toda la operación. Ahora qué rayos se supone que… - un disparo lo silenció. En el bosque en el que estaban había completa oscuridad.

El Soldado desenfundó su arma y pegó la espalda contra el árbol donde estaba apoyada Natalia.

Hubo otro disparo que esta vez se sintió más cerca.

Con gestos, él le indicó que fuera por la derecha del árbol, que avanzara hasta unas rocas que había a unos 20 metros. Él la cubriría.

Natalia corrió agachada cuando él le dio la señal. Una lluvia de disparos hacía eco entre los árboles. Y cuando ella logró llegar a las rocas, se asomó apuntando su arma hacia el origen del ataque. Lo único que logró distinguir fueron tres cuerpos en la nieve.

Su respiración estaba agitada y el aire que salía de su boca formaba pequeñas nubes en el aire.

Escuchó pisadas en la nieve, rápidas. Luego el sonido que le indicaba que recargaban un arma. Sus ojos trataban de adaptarse a la oscuridad mientras la brisa congelada le arañaba el rostro.

Justo cuando se iba a levantar para disparar, el cañón de la AK-47 del Soldado, estaba en su sien izquierda.

- Cuando estés en misión conmigo, no vuelvas a hacer lo que hiciste - le habló en un susurro con los dientes apretados.

- Ya tengo el disco con la información que nos pidieron. Tenía que volver.

- Si lo vuelves a hacer, no habrá una siguiente misión para ti - volvió a gruñir.

- Qué te hace pensar que puedes matarme? - respondió poniéndose en marcha para llegar al punto de extracción. Barnes la siguió.

-  La experiencia - murmuró.

Caminaron en silencio durante un buen rato hasta que llegaron a la autopista designada. Debían esperar.

Natalia se sentó sobre un tronco, alejada del Soldado. Necesitaba revisar su brazo izquierdo que le ardía horrores. Una bala la había rozado, no era nada grave pero le dolía y sangraba. Apretó para detener el sangrado soltando una maldición por lo bajo. Barnes la escuchó y se acercó lentamente a ella. Paseó su mirada entre su brazo y sus ojos. La miró con cara de “te lo dije”.

- Está bien. Sí. Es mi culpa - dijo ella molesta - vas a castigarme? - agregó lo último mirándolo seductoramente.

- No quieres meterte conmigo, Romanova - amenazó sabiendo a lo que ella se refería - déjate de juegos.

- No hace mal jugar un poco - siguió con el mismo tono acercándose a él - y tengo hambre - dijo a centímetros de su rostro, aun cubierto por la máscara.
Natalia no tenía idea en lo que se estaba metiendo. Solo quería sexo. Su vida no permitía nada más y estaba bien con eso. Pero querer sexo con el Soldado era un movimiento arriesgado. Era sabido por todos que era impecable en sus misiones, despiadado, pero también inestable mentalmente y completamente letal. Y si las cosas se salían de control podría acabar muerta fácilmente - Soldat? - preguntó mirando en sus ojos. Buscando algo que no fuera hielo. Pero ahí no había nada. Se acercó a su oído para susurrarle, el cabello largo de él le hacía cosquillas en la nariz - no tienes que darme nada. Sólo tomaré de ti lo que quiero. Tú puedes hacer lo mismo.

Barnes tenía revueltas las ideas. Analizaba cada palabra, cada gesto, cada mirada de ella. Los cambios en su respiración, su manera de parpadear. En ese lugar no había cámaras, ni micrófonos. Era libre por los siguientes 20 minutos que tardaría en llegar el transporte de la base.

En un rápido movimiento la acorraló contra el suelo cubierto de hojas húmedas, el único lugar sin nieve. La miró a los ojos y luego bajó la mirada a su cuello, percibiendo su pulso acelerado. Luego miró su pecho, subía y bajaba un poco más rápido de lo normal, pero no era miedo lo que la hacía respirar así, tampoco estaba agitada por alguna actividad física. Ella estaba...excitada? Él la excitaba? No podía ser.

Pero en ese momento no quería pensar en eso ni en nada. Él también tenía hambre.

Deslizó su mano humana desde su cuello por entre sus pechos, su abdomen y se detuvo en la cintura. Cómo iba a quitarle esa ropa? Ella pareció adivinar lo que él estaba pensando y se incorporó un poco para quitarse la parte baja del traje negro que traía. Mientras ella lo hacía, él desabrochó su pantalón. Nuevamente se inclinó sobre ella y la observó pasar la lengua por sus labios.

- Hazlo - le dijo ella. Y el espacio entre los dos se redujo a nada.

Fue un movimiento lento pero firme, que pareció hacerse eterno. Ninguno emitió sonido alguno. Sólo la respiración de ambos se escuchaba un poco más pesada. Los movimientos del Soldado eran fuertes, profundos y un poco dolorosos, pero ella se concentró en la parte placentera de toda la gama de sensaciones que le producía, y el dolor se esfumó gradualmente. Las embestidas se aceleraron y cuando ella llevó las manos desde sus hombros hasta su rostro para quitarle la máscara, él se tensó completamente y se detuvo.

- Quita tus manos - dijo en voz baja y un poco agitado.

- Las cosas no son como tu quieres, Barnes - dijo ella y en un movimiento rápido ya estaba encima, moviendo su cuerpo con las manos en el pecho de él, empujándolo hacia abajo.

Miró su rostro cubierto con la máscara, quería quitársela y ver su expresión. Pero no se arriesgaría de nuevo, se concentraría en sus ojos que la miraban fijamente, el ceño fruncido.

Natalia arañó en el abdomen el traje de él cuando llegó al final, se dejó ir en esa sensación exquisita y cerró los ojos sin dejar de moverse aún. Él la sujetó de las caderas para atraerla más hacia él. El sonido del brazo de metal la hizo mirarlo nuevamente y su expresión la hizo regocijarse. El Soldado tenía los ojos apretados, la cara vuelta hacia un lado, y justo en ese momento lanzó una mezcla entre gruñido y gemido. Le había gustado tanto como a ella.

Había sido bueno. Sexo rápido, algo rudo, satisfactorio. No de lo mejor que había tenido, pero no podía quejarse. En esas condiciones no se podía esperar más. Y con ese contrincante, menos.

Natalia se incorporó y comenzó a ponerse la ropa que se había quitado. El Soldado por su cuenta subió sus pantalones lo poco que los había bajado y ambos reacomodaron sus respectivas armas. Ninguno dijo nada. Esperaron sentados a que llegara el transporte que los llevaría de vuelta a la base.

InstintoWhere stories live. Discover now