Ben guardó silencio por unos segundos mirando la alfombra azul marino que estaba sobre el piso de su habitación.

—No podía permitir que jugara de nuevo, a pesar de ser una torcedura podía complicarse o tener una lesión peor.

—Ya lo sé, pero fuiste muy rudo con ella. Tuve que remediar tus palabras y aun así la niña quedó triste. No necesitaba regaños, Benjamin; necesitaba comprensión.

—Es un deporte de contacto —. Murmuró entre labios corriendo la mirada —. Las lesiones son algo común.

—Sí. Pero fue su primera vez jugando rugby y ella estaba muy ilusionada con llegar a jugar la final.

Jones resopló. —Supongo que tienes razón.

—No, no supones. Tengo la razón —recalcó.

Dejándose caer de espaldas en la cama, Ben talló su rostro. —¿Y qué se supone que debo hacer ahora?

Imitando su acción, Gwil lo miró de costado. —Pedirle perdón.

—No voy a pedirle perdón a una niña.

—Que no es cualquier niña, es nuestra niña —. Insistió.

—Cierto, nuestra, de todos.

—Ya vas comprendiendo.

—¿Así que llegaré con ella y le diré "perdón por preocuparme por tu integridad, Juliette"?

Gwilym hizo una mueca de duda. —Algo así, pero menos bestia.

—¡Deja de llamarme bestia!

—¡Pues tú deja de ser tan bestia! Ah, y después de pedirle perdón a Juliette, pídele perdón a Joe.

Benjamin se levantó de la cama. —¿Y a Joe por qué?

—¡¿Tengo que darte una explicación para todo, Benjamin?!

Hizo un gesto de desconcierto que luego se transformó en un ceño fruncido.

—¡Mamá! —gritó lo suficientemente fuerte para que su voz se escuchara más allá de las paredes de su habitación. —¡Gwilym tomó una brocheta de frutas sin permiso!

Gwil se levantó de un salto de la cama y le miró acusatoriamente. —¡Señora, no es cierto! —gritó defendiéndose.

—¡Gwilym Lee, ven acá ahora mismo! —se escuchó la voz de Amelia resonando por la casa.

El castaño caminó entre saltos de frustración hacia la puerta. —Eres un tramposo, Benjamin.

Y así fue como terminó, con Juliette frente a él mirándolo con sus grandes ojos azules expectantes a lo que iba a decirle después de ese "¿Podemos hablar, Julie?" mientras su madre y la señora Virginia cocinaban algo en su cocina, el señor Joseph preparaba jugo, Gwilym y Rami tenían un sorpresivo momento de tranquilidad charlando sobre el autor de un libro y de fondo el sonido de la televisión con el programa que Lucy y Joe estaban viendo.

La noche anterior acordaron todos reunirse para hacer un recorrido por los principales atractivos de Londres; su mañana del domingo empezó desde muy temprano con un inusual ajetreo por toda su casa que a Benjamin ni a Frankie les molestaba, al contrario.

Tener a tantas personas compartiendo su espacio le hacía sentir como si por fin, fuese un hogar.

—¿Entrenador Ben? —le llamó Juliette y el rubio se espabiló recordando el motivo de esa charla.

—Antes de todo, ¿cómo sigues de tu tobillo?

—Me duele un poquito pero solo cuando camino.

Luces en el balcón || BenHardy x JoeMazzelloWhere stories live. Discover now