Capítulo 42. Amor y otras mierdas...

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Me miró durante unos segundos y luego sonrió. Como todo hombre normal, sabía que cuando uno la había cagado con la magnitud con la que yo lo había hecho, el rostro de una mujer sonriente era lo peor que podría pasarte.

—Te cortaste el cabello—dije. —Te queda muy bien— añadí desesperado en busca de una respuesta suya luego de varios segundos de silencio por su parte.

—¿Tú siempre fuiste tan imbécil o hoy que por fin se me esfumaron las nubes de cabeza, te veo exactamente así como eres en realidad? — me cortó al instante como sintiendo mi inseguridad y queriendo aumentarla más y más.

—Supongamos que me merecía esto—arreglé mi chaqueta—¿Podrías ofrecerme cinco minutos?

—¿Para qué?— preguntó cruzándose de brazos. —¡Ay! No me digas, el príncipe de las chingadas vino a contarme un nuevo cuentito.—se rió mientras negaba con la cabeza.

—Déjame hablarte, por Dios.— supliqué.

—¿Por qué? Si nos iba tan bien sin hablar.— replicó ácida, encogiéndose de hombros. —¿Sabes que nunca podré decirle a un perro que a ti sí?

—Supongo que hay muchas cosas buenas.

—¡Largo de aquí!— alzó la voz, dándome la espalda con la intención de dirigirse hacia la casa, momento en el cual agarré su brazo, girándola y atrapándola entre la parte lateral del coche y mi cuerpo.

—Un momento—hablé serio—Vine a hablarte e independientemente de lo que pase por tu cabeza, en este momento debes escucharme.

—¿Debo o no debo? Esta es la cuestión.—Me miró a los ojos con enojo, siguiendo con su tono de voz irónico.

—Es ser o no ser, querida.— la corregí.

—Perdón, se me olvidó que Shakespeare no conoció tal pedazo de mierda.—rodeó los ojos y luego dejó de mirarme. Llevé mi mano a su rostro, obligándola a mirarme y, sin poder controlar, sin sentimientos por ella, pasé mi pulgar por su mejilla hacia sus labios. De un momento a otro, el sentimiento tierno que su piel me había regalado cambió a uno lleno de dolor por culpa de sus dientes que me habían mordido con fuerza.

—¡Milla!—alcé la voz molesto.

—Ay, perdón...¿Duele?— me miró con remordimiento agarrándome la mano para mirar el dedo—¿Aquí?— cuestionó en cuanto vio las marcas que sus dientes habían dejado y luego agarró mi dedo entre sus otros dos, apretándolo y causándome más dolor—¡Pues te aguantas Neanderthal!

—Mejor ni hablamos de tu delicadeza...— repliqué sarcástico. —¡Mujer histérica! Esto es lo que eres, una loca mujer histérica que camina con la gracia de un elefante en tacones.— bufé enfadado.

—Monstruo vestido de personareplicó mientras se puso roja por la furia.

—No te culpes tanto—rodé los ojos—Hasta Bella se enamoró de un monstruo. No eres la única. —di un paso hacia ella y ella retrocedió uno.

—Esquizofrénico.

Milla...

Un paso hacia adelante por mí y otro hacia atrás dado por ella.

—Creído, arrogante, ¡veté!

Escúchame...

—No te quiero ver.

—Por favor.

—Y mucho menos escuchar.

Porque...

—¡Eres un idiota!

Estoy...

—¡Patoso!

—Aquí...

—¡Mentiroso!

Porque...

—¡Te odio, Íker!

Te amo.

Solté sin pensarlo, dejándome completamente dirigido por lo que sentía. Su semblante cambió al instante y sabía por qué. Era la primera vez que le confesaba mis sentimientos por ella, tal vez en el peor momento.

—Antes de herir un corazón, piensa si tú vives dentro de él, en tu caso, querido Íker, te mataste solo.— habló sin ninguna mímica.

—Sé que he sido un estúpido, que tomé las peores decisiones, que te decepcioné...—empecé a hablar mientras ella retrocedió un paso.

—¿Qué esperabas, Iker?— preguntó con una triste sonrisa—. ¿Qué un día, cuando te cansarás de tu esposa, vendrás aquí con tus malditas bonitas palabras y yo caeré?

—Milla...

—Aun si fuera cierto lo que dices, ¿quién puede confiar más en tus palabras después de todo? Te di millones de ocasiones para que me expliques y nunca lo hiciste, ¿por qué debería escucharte ahora?

—Porque me amas, aunque lo niegas. Por esto. El amor es una carga demasiado grande para el corazón, por esto debe ser compartido.—la miré a los ojos mientras intenté acercarme a ella, pero me hizo un gesto claro y decidido con las manos en no acercarme. —Milla...

—No te sacaré de mi vida por completo, porque para bien o para mal estamos conectados por vida. Este bebé no es solo mío, sino también tuyo, y créeme que te harás cargo de él, pero hasta ahí. No hay nada que puedas hacer con respeto a lo demás.

—Milla...

—No seas una vaca en busca de un toro, Íker.—frunció el ceño. —Simplemente acepta la mierda en la cual te encuentras y agradece que no debes mancharte las manos con ella.—añadió antes de girarse y caminar hacia la casa.

La miré acercándose hacia la casa, entrando y cerrando la puerta de ella. Había fracasado en mi primer intento.

—Mañana será un Día Nuevo con Nuevas Oportunidades—murmuré mientras me apoyé con la espalda en el coche, depositando mis manos en los bolsillos, pensando en lo hermoso que había sido verla.

Unos momentos después, el pánico me había acorralado. Sabía que las llaves de mi coche deberían estar en el bolsillo de mi pantalón, pero no conseguía encontrarlas.

—¿Dónde, carajos?— murmuré chocando el suelo y al instante noté algo metálico en el suelo dentro de una jodida mierda de vaca, bien apretada señal de que alguien se encargó de meterlas hasta al fondo dentro de la mierda. —¡Milla!—apreté el puño y luego hice una cara de disgusto total, consciente de lo que había de otra. Literalmente iba a tocar la mierda con mis propias manos...

Te conozco x los zapatos ©®  حيث تعيش القصص. اكتشف الآن