Un pequeño ornamentos en forma de clavel con incrustaciones de diamante en el centro.
Era un regalo demasiado costoso, demasiado personal. Gabrielle se había quedado sin palabras al observar aquella exquisita pieza.
Era por completo inapropiado qué su tutor regalara cosas tan lujosas a su protegida, podía dar lugar a malentendidos.

—¿Cuándo te dio esto, Isabella? —preguntó tomando en sus manos el objeto en cuestión.

—Ayer en la noche, llegó a mi habitación preguntando si estaba contenta por la fiesta.

—¿Qué?

—También me obsequió un libro y me hizo preguntas sobre ti —siguió entusiasmada.

—¿Ese hombre estuvo aquí en tu alcoba, de noche y haciéndote regalos? —Gabrielle cerró los ojos consternada.

—Pero William es mi primo, Gabrielle, él solo quería saber más sobre nosotras dos.

—¡Pero no es correcto que se meta en tu espacio privado, Isabella! Él es un hombre y tú una niña —La miró con severidad—. Una cosa es ser inocente y otra cosa es ser insensata, esto no debe volver a repetirse señorita.

Ignorando cualquier protesta de Isabella, se puso de pie con el broche entre sus manos.
La situación estaba llegando demasiado lejos, lo que ese hombre hizo podría traer serios problemas y Gabrielle casi juraría qué él sabía a la perfección todo lo que su comportamiento implicaba.

Recorrió todo el piso superior hasta llegar a la alcoba principal. Pensó que le llevaría algo más de tiempo encontrarlo más sin embargo lo vio abriendo con calma las puertas de su habitación, en cuanto supo que se acercaba no tardó en sonreír con galantería en su dirección.

—Gabrielle, pero que placer verte en las puertas de mi habitación —Se hizo a un lado invitándola a pasar y eso la hizo enfurecer aún más.

—No tengo idea, mi lord, de lo que pretende con éstos juegos, pero le sugiero qué busque otra manera de buscar entretenimiento —Tomó su mano y colocó el broche con fuerza en la palma abierta—. Déjela en paz.

Él se quedó admirando un momento el delicado complemento qué brillaba de mil colores por los rayos del sol.

—Por favor, Gabrielle...

—No me llamé así —susurró amenazante.

Cuando William volvió a posar sus ojos en los suyos supo que algo andaba mal. Se supo arrojada dentro de la habitación y aprisionada contra la pared.

—Deja de preocuparte, la mocosa no me interesa en lo más mínimo —Sintió la nariz de él recorrer su cuello—. A mí me gustan las mujeres en su totalidad, y tú eres una qué llevo deseando desde hace mucho tiempo.

—¡Suélteme ahora mismo! —No podía y tendría que pasar por lo mismo de nuevo. No de nuevo.

—Te propongo una cosa —Rio ante sus esfuerzos por liberarse—. Te proclamaré madrina de Isabella mañana en la fiesta, retrasaré sus planes de matrimonio hasta que encontremos un hombre que tú creas decente.

Gabrielle abrió los ojos completamente sorprendida por aquella propuesta. No quería escuchar el pago, sabía muy bien lo que quería y le dolía qué su mente lo considerará como una opción viable.

—¿A cambio de qué? —preguntó lo que ya sabía.

—De calentar mi cama todas las noches, Gabrielle —Ella había dejado de luchar, lo sintió acercarse a ella para besar su barbilla, un temblor de repugnancia sacudió su cuerpo—; te prometo que será mejor conmigo, te gustará.

Todo a su alrededor se derrumbó por completo al escucharlo terminar de decir esas palabras, una presión casi asfixiante apretó con fuerza su pecho haciéndole difícil respirar con normalidad.

Razones para amarte W1 [𝐄𝐝𝐢𝐭𝐚𝐧𝐝𝐨]Where stories live. Discover now