Parte II: La Procesión de los Borrachos

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Los últimos rayos de sol se suicidan por el oeste para dejar paso a la negra noche de Suspiria, coronada por una luna ensangrentada y cubierta por nubes verdes de lluvia ácida y relámpagos aterradores. Con el sol agonizando, la Saqueadora se escabulle entre los callejones y callejuelas de la ciudad, con la espalda pegada en los muros de piedra y los pies arrastrando la arena se deja llevar hasta caer en la calle del Sexto Mandamiento, o como se la conoce entre los lugareños: La Procesión de los Borrachos*. Un lugar de lujuria y pecado, de vicios y medias rotas, un lugar que es al mismo tiempo feliz y triste, que siempre está lleno de gente y música a la vez que es solitario y lúgubre.

La Procesión de los Borrachos es una larga calle sin pavimentar, con sus callejuelas adyacentes, situada al sur de la Plaza del Mercado y que se extiende hasta la muralla. Las tabernas, posadas y burdeles más sucios de la ciudad se aglomeran allí: entre cervezas aguadas, niños raquíticos y prostitutas enfermas. Con la luna, la Procesión ha comenzado y centenares de hombres y mujeres de todas las edades peregrinan en busca de algo que les llene la garganta y les sacie la sed.

Más de una veintena de lupanares se aglutinan en la calle y la muchacha se los conoce todos, no es la primera vez que los visita, y probablemente tampoco será la última. Alza la vista hacia los letreros de madera que enuncian el nombre del local: la Saqueadora, como casi todos los jóvenes de Suspiria, no sabe leer, solo el clero, el Edén y los que nacieron antes de la guerra dominan ese antiguo arte, pero sabe reconocer fácilmente la taberna por la ilustración medieval que tiene pintada en el letrero colgante de la entrada:

El cartel que tiene un caldero burbujeante de espuma violeta es la entrada al Caldero de los Sueños*, el burdel que tiene como símbolo a un grupo de mujeres desnudas danzando alrededor de una hoguera se llama La Cántiga de las Brujas, el hombrecillo solitario con los brazos en cruz en un huerto de olivos da la bienvenida al Olvidado de Dios*, el del ser verde y grotesco con verrugas y orejas puntiagudas bebiendo de una jarra de cerveza es La Taberna de los Trolls*, la mujer desnuda encerrada en una jaula invita a los peregrinos a La Prisión del Placer* y la pequeña hada durmiendo en una luna creciente está pintada en el letrero de la mancebía El Hada y la Luna*.

La Saqueadora examina uno por uno todos los locales, asomando su naricilla de ratón sobre las puertas de vaivén. Los burdeles y los bares están a rebosar, tanto de putas como de feligreses. Al parecer, los Guerreros de Rivia no solo le han robado a ella su botín, la Procesión entera está llena de saqueadores y saqueadoras de distintos clanes y favelas que, como nuestra amiga, intentan llevar algo a casa para librarse del castigo.

Finalmente, se detiene en una pequeña taberna, con muros de piedra tosca desigual, tejado plano, ventanas pequeñas y puertas de vaivén. Una luz amarilla resplandece desde el ventanuco, del interior suena una alegre canción:

Al calor de algunas cervezas
Esperando el día del juicio final
Si es verdad que es el fin de la humanidad
Que nos pille borrachos de verdad, ¡yah!

En la entrada, bajo la puerta, hay un hombre acurrucado en el suelo, y en el otro lado, otra figura duerme la mona junto a un charco de vómito. Traga saliva y una gota de sudor frío le recorre la sien, la Procesión de los Borrachos es el peor rincón de Suspiria, y esa taberna es el peor rincón del peor rincón de Suspiria, pero ante todo lo prefiere al castigo que le dará el Matón si regresa con las manos vacías. Otra punzada de dolor y un latigazo le recorre la espalda. Hincha los pulmones de polvo y contaminación y se arma de valor.

El cartel de madera se tambalea y chirria con una inesperada brisa del desierto, tiene dibujado a un ser encapuchado que sujeta una guadaña: la joven atraviesa la puerta con cuidado de no pisar a los dos borrachos, un silencio sepulcral antes de la eternidad: Bienvenida a la Posada de los Muertos.

Retrato de SUSPIRIA: La Ciudad del DolorWhere stories live. Discover now