—En fin. Hora de revivir a nuestro hombre, Vince.

El mago caminó con pasos grandes hacia la lápida; apartó a su amigo del camino y se colocó justo frente a ella. Estiró sus brazos, su espalda, su cuello y sus piernas. Trotó en su lugar y se sacudió.

"Fantoche" pensó Heinrich.

El mago se agachó y puso sus manos sobre la tierra. Sus ojos se tornaron de un color negro profundo. Sus vestiduras comenzaron a flotar como si un ventilador estuviera justo debajo de él. Un círculo de fuego morado se formó a su alrededor. Las llamas eran pequeñas, pero emanaban un calor que era perceptible a unos cuantos metros de distancia. La tierra comenzó a temblar y el cielo comenzó a cerrarse. Los relámpagos empezaban a aparecer justo arriba de la cabeza de aquellos dos hombres.

Una ligera gota de sudor recorrió la espalda de Heinrich.

El viento comenzó a soplar de manera violenta. Las llamas moradas crecían de tamaño y de igual manera, los relámpagos en tamaño e intensidad.

La piel de Vicenzo se hacía aún más pálida de lo que ya era. Inhalaba y exhalaba de manera profunda. El aullido del viento era insoportable. La tierra se quebró justo en el punto de entierro.

Heinrich simplemente alejaba su cara del calor. Era incapaz de moverse, el pánico lo había petrificado y lo había dejado clavado en la tierra como una estaca.

Todo apuntaba a que en algún momento, el mundo y la realidad se partirían en dos. De repente, todo se calmó.

El mago se puso de pie y retrocedió hasta que se emparejó con su amigo el barman, el cual limpiaba discretamente las gotas de sudor de su frente.

—¿Eso fue todo? —preguntó Heinrich.

—Espera. —Vicenzo cruzó los brazos.

Unas manos surgieron de la tierra y junto a ellas, un olor a putrefacción que hacía retorcer las narices de aquellos dos hombres.

Pronto, una cabeza salió, un torso y unas piernas. El antiguo mago se había despertado de su letargo. Se puso de pie con la velocidad de una tortuga herida, acomodó la poca barba que aún permanecía pegada a su cara y miró sin emoción o expresión alguna al mago y a su amigo.

Tanto Heinrich como Vicenzo sentían el miedo en el aire y uno esperaba a que el otro pronunciara la primera palabra y rompiera el hielo.

—¡Oh, gran Kloj! —Heinrich dio un paso hacia el frente e hizo un gesto de reverencia —. Acudimos a tu inmensa sabiduría porque reconocemos tu poder y clarividencia. Por favor, permítenos una audiencia y prometemos que haremos uso debido del conocimiento que nos transmitas.

El muerto se acercó al barman. Sus ojos estaban fijos en él. Solo el aullido del viento se escuchaba.

—¡Malditos! ¿Saben lo difícil que es morir de nuevo?

Heinrich dio un salto del susto y se colocó detrás de Vicenzo.

—Kloj esto, Kloj lo otro ¡Ya había muerto! ¿Por qué deciden traerme de nuevo a este basurero?

Vicenzo empujó ligeramente al muerto viviente.

—¡Hey! Tranquilo anciano.

—¿A quién llamas anciano mago de...?

El joven mago usó una pequeña ráfaga de viento para alejar a Kloj.

—¡Dije atrás! Maldita sea...solo queremos que nos respondas una cosa.

El muerto cruzó los brazos.

—¡Bien! ¡Bien! Más vale que haya valido la pena. Gastaste mucha energía en ese conjuro jovencito.

Vicenzo hizo caso omiso a las palabras del muerto. Por un momento había olvidado la pregunta que iba a hacer.

—El despertar. ¿Cómo lo detenemos?

El muerto cruzó los brazos y acariciaba los putrefactos vellos de su barba.

—El despertar...no pensé que llegaría tan pronto.

—Concéntrese Kloj. Queremos respuestas concisas.

—De acuerdo, de acuerdo. —El muerto volvió a la lápida y se sentó, aun acariciando su barbilla—. El despertar vendrá cuando los siete miedos del elegido se hayan manifestado. Éste debe de enfrentarlos y salir victorioso, de lo contrario perecerá y será condenado a una prisión de magia por el resto de su vida mortal e inmortal.

—¿Eso es todo? ¿Una prisión?

—Ahora tú ten paciencia, joven. Hay consecuencias más allá de esto. Si el elegido falla, los miedos restantes seguirán apareciendo y destruirán a cualquier mortal e inmortal que encuentren a su paso. Una vez que el mundo haya sido arrasado, la magia desaparecerá y nadie podrá detenerlos. Quien controle a los miedos del elegido, controlará el mundo físico y mágico.

El muerto ahora miraba con extrañeza a Vicenzo.

—No me digas que tú eres el mago elegido.

Heinrich se asomó por arriba de uno de los hombros de su amigo y asintió con la cabeza.

—No puede ser. Mátenme de nuevo. No, mejor incinérenme.

Vicenzo no se vio afectado por la actitud pesimista de Kloj.

—Como sea, ¿Cómo lo detenemos?

El anciano se puso de pie y se acercó de nueva cuenta a Vicenzo.

—Tienes que vencer a las manifestaciones de tus miedos. En pocas palabras, sobrevive y no dejes que la magia se destruya. Aunque por lo que veo, no nos queda mucho tiempo.

El anciano y Vicenzo no despegaban la vista uno del otro. Un chasquido salió de una de las manos del mago italiano. Kloj de nueva cuenta había quedado reducido a un montón de huesos.

Heinrich salió por las espaldas de su amigo.

—¿Cómo lo hiciste? Dijo que no teníamos idea de lo que costaba morir de nuevo.

Vicenzo se alejó de los restos con una sonrisa de orgullo en la cara. Heinrich se apresuró para alcanzarlo.

—El conjuro es una versión de mi cosecha. Revives a alguien y lo puedes deshabilitar en cualquier momento; sin embargo, esto no significa que muere. Nuestro amigo Kloj está en suspensión por así decirlo.

A la distancia, los ojos del cadáver del sabio Kloj miraban con enojo a Vicenzo y a su amigo el barman. Incapaz de moverse, permanecería en el suelo hasta que el joven mago se decidiera a chasquear los dedos de nuevo.

—Admítelo Vince, estabas petrificado del miedo.

—¿Más que tú? Deberías ver las manchas en tus axilas.

Heinrich se molestó, pero guardó esa molestia para otro momento. Por otra parte, Vicenzo reía silenciosamente a medida que caminaba hacia la reja.

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⏰ Last updated: Apr 09, 2019 ⏰

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El mago oscuro: Relato de una vida difícilWhere stories live. Discover now