2. Un paso al frente

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—No te hemos visto desde que has llegado... —observa Nicole—. ¿Cómo estás?

—Bien... dentro de lo que cabe —responde Antara, incómoda. Las conoce demasiado bien como para no pensar que en ese justo momento han de estar dedicándole una de esas miradas, mezcla entre superioridad y lástima.

Anti, es una pena lo que te ha ocurrido —añade Shaila, acercándose a ella y abrazándola.

Antara responde con frialdad. Sabe perfectamente que no es sentido.

—Sí que es una lástima —repite Nicole—. Esta tarde queríamos ir de compras. Puedes... acompañarnos, si quieres.

—Nicole, no seas idiota —espeta Shaila—. Si no va a poder ver nada. ¿Qué pretendes que haga, sentarse a esperar mientras nos probamos ropa? No sería correcto.

—Bueno, lo importante es que salga un poco y le dé el aire y todo eso, ¿no? Tal vez así recuperes antes la visión.

—Chicas, por favor —interviene Kristina—. Me gustaría hablar a solas con ella, de modo que...

—No tengo nada que hablar contigo —interrumpe Antara—. Tu chico me lo ha dejado todo muy claro.

—Antara, tienes que escucharme.

—No quiero escucharte —grita—. No quiero escucharos a ninguna de las tres. Por mí, podéis iros todas al diablo.

—¿Cómo? —exclama Shaila.

—¿Puede saberse qué diantre te pasa? —añade Nicole.

—Antara...

—¡Kristina!

La voz de Óscar le pone la guinda a una situación de lo más desagradable.

—¿Qué estáis haciendo? —exclama él mientras se acerca.

—Sólo quería hablar con ella. También merece una explicación por mi parte y...

—¿Estás bien? —pregunta Óscar.

Antara se pregunta por un segundo si se está dirigiendo a ella pero no responde. Extiende los brazos y camina hacia delante, topando con alguien. Óscar, a juzgar por su estatura. Lo aparta con un suave empujón y sigue avanzando a tientas.

—Antara —insiste él, siguiéndola.

Ella no responde y continúa alejándose.

—Deja que te acompañe, por favor.

—Lárgate.

—No puedes ir sola en este estado.

—¿Qué estado? —grita ella, furibunda. Se ha detenido y se encara hacia la dirección desde la que le llega la voz de Óscar—. Estoy ciega; no moribunda.

Continúa caminando y tropieza. Óscar trata de ayudarla pero ella se zafa con un movimiento brusco y sigue avanzando con el perímetro del edificio como única referencia. Empieza a sollozar y a sentir que su agobio va en aumento. Por un momento se detiene y se apoya en la pared, tratando de respirar. Detesta no saber, si quiera, si está sola; si alguien la ha seguido o la está mirando, de modo que se deja caer con la espalda pegada a la rugosa tapia del instituto y extrae el teléfono móvil de su bolsillo. Desbloquea la pantalla y lleva a cabo los movimientos automáticos para llamar a su padre: contactos y el primero de ellos. Cuando el teléfono se descuelga, la voluntad de Antara por no preocupar a su progenitor se derrumba y da rienda suelta a su llanto.

—¡Ven a buscarme y sácame de aquí. No soporto estar en el instituto ni un minuto más. ¡Ven a buscarme ahora, por favor!

Lo lanza con todas sus fuerzas y, hecha aun ovillo, entierra su cara entre sus rodillas. La lluvia empieza a descargar con más fuerza en ese momento pero ella continúa sin moverse de allí; ni siquiera cuando escucha los gritos de Óscar y Kristina llamándola a lo lejos. Sólo puede cerrar los ojos y esperar a que su padre llegue antes de que la encuentren porque sabe que no soportará más aquella situación. Está temblando y no es sólo por el frío. Un rincón de sí misma lamenta estar decepcionando a su padre, pues le ha prometido retomar los estudios y tratar de normalizar las cosas lo antes posible. También él lo ha pasado muy mal con el accidente pero en aquel momento sólo siente que quiere dejarlo todo, olvidarse de sus sueños y metas y limitarse, simplemente a sobrevivir.

Dioses de Antara (Dioses y Guerreros 1)Where stories live. Discover now