La flor del Dragón

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Para AnneScarlett,  no sólo por ayudarme tanto,
sino porque todo esto es tu maldita culpa. 

Había una vez un cabrallero* que veía con anhelo al príncipe más joven del reino, a quien había jurado proteger; todos los días cuidaba de él constantemente, asegurándose de que ningún daño cayera sobre él mientras soñaba con poder estar a su lado algún día. Y el príncipe lo veía con ojos tímidos y lo llamaba constantemente haciéndole entender que sus sentimientos eran correspondidos.

Pero el Rey despreciaba por encima de todas las cosas las relaciones entre distintas clases sociales, así que ambos sabían que jamás podrían revelar su amor o podrían terminar siendo separados. Día tras día pasaba y los enamorados sufrían por estar tan cerca y aun así no poder acortar ni siquiera un poco la distancia que los mantenía alejados.

Un día, el rey convocó al príncipe y le dijo que, dado que el tiempo pasaba y era el único entre sus hermanos y hermanas que aún no había elegido una pareja, se celebraría un baile en el que él debería encontrar una. Por miedo a despertar la ira de su padre, el príncipe trató de poner excusas, sin atreverse a confesar que su corazón ya había sido entregado.

Sin embargo, todas sus excusas fueron desechadas y confundidas con mera timidez. Así que, contra los deseos de su hijo, el rey organizó un baile de tres días al que invitó a todas las doncellas y donceles*  que juzgó apropiados para unirse a su linaje, esperando que su hijo encontrara entre todos ellos a alguien de su agrado.

Al enterarse de la noticia, el cabrallero trató de animar a su príncipe diciéndole que no tenían otra opción, aunque ambos podían sentir a sus corazones romperse con la idea de tener que ser separados definitivamente. El príncipe soportó la mitad de la primera noche sintiendo cómo su alma moría un poco más cada vez que se veía obligado a sonreír temblorosamente a algún nuevo dignatario, príncipe o princesa.

En la segunda noche, el terror que sentía ante la posibilidad de ser casado con alguno de esos desconocidos y la aplastante tristeza que sentía al ver la resignada y triste expresión en su cabrallero era tan fuerte que el príncipe tuvo que retirarse temprano alegando que no se sentía bien. La carga de su secreto se había vuelto demasiado insoportable para seguir manteniéndolo.

A la mañana siguiente, antes de tener que soportar esa tortura una vez más, el príncipe decidió enfrentar a su padre y confesarle la verdad mientras se aferraba fuertemente a la mano del cabrallero que firmemente permaneció a su lado ofreciendo su silencioso. Tal como esperaban, el rey se enfureció, gritó e incluso amenazó con ejecutar al cabrallero y desconocer a su hijo si no elegía una pareja “adecuada” esa noche antes de expulsarlos a ambos de su vista.

Lo que no esperaban fue que el rey estaba tan sumido en su rabia que, sin darse cuenta, terminó merendándose el centro de mesa en lugar del almuerzo que le habían preparado. Con tan mala suerte que el arreglo de ese día contenía ciertas florecillas hermosas, pero altamente venenosas que, cuando ya había devorado la mitad del arreglo, lo hicieron colapsar encima de su almuerzo sumiendo a todo el palacio en el pánico.

Cuando el príncipe escuchó las noticias inmediatamente fue a revisar su condición esperando que no fuera nada grave. Pero se encontró con los rostros solemnes de su familia y sanadores que lúgubremente le informaron que el rey había consumido una gran cantidad de veneno y se había sumido en un profundo sueño del que podría no volver a despertar sin importar lo que hicieran.

— ¿No podemos darle la flor del dragón? — Preguntó inocentemente la hija del príncipe heredero haciendo que el ambiente en la habitación decayera aún más.

La flor del DragónWhere stories live. Discover now