Año 2025. Biblioteca Bodleiana.

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David consultaba un libro antiguo con fervor. A su lado había diferentes tomos polvorientos y un cuaderno lleno de cálculos. Pasaba las páginas del libro con intensidad, buscando aquel pasaje que tres años atrás le llevó a emprender "la mayor aventura del siglo XXI", como lo definían algunos medios. Al fin, encontró lo que buscaba. Embargado por la emoción, se ajustó las gafas y se dispuso a leer. Ese pasaje decía más o menos así:

«El Orbe de Cronos era una importante reliquia de origen desconocido. La función de esta esfera era mantener el flujo del tiempo constante, y evitar que se parase, retrocediese o avanzase demasiado rápido. Las encargadas de guardar el orbe formaban parte de una sociedad secreta conocida como las sacerdotisas de Cronos o la Guardianas del Tiempo. Vivían apartadas del mundo, en una pequeña isla del Atlántico, entre lo que se conocerían como las Islas Bermudas, Puerto Rico y Miami. La isla contaba con la protección de todos los dioses del Panteón Olímpico. Y los tres grandes, Zeus, Poseidón y Hades eran los encargados de que nadie indeseado llegase a sus puertas. Zeus vigilaba los cielos, Poseidón el mar que rodeaba el pedazo de tierra y Hades el abismo situado justo debajo. Durante siglos, héroes, reyes y semidioses trataron de llegar a sus costas, intentando poseer el Orbe. Pocos lo consiguieron. Isabel la Católica fue la última visitante del exterior antes de que la desgracia cayese sobre la isla. La soberana, reconociendo el poder de la esfera y el peligro que entrañaría que cayese en manos equivocadas, quemó todos los documentos que le había llevado hasta el objeto. Sin embargo, salvó un diario manuscrito sobre la esfera que confío a un monje que partía hacía las nuevas tierras. El clérigo, tras memorizarlo, lo dejó al cuidado de una orden de monjas de clausura, en la Española y partió en busca del Orbe. Nunca regresó. Poco después, la isla donde se custodiaba el Orbe desapareció. Algunos dicen que los dioses ocultaron la isla de la mirada de los hombres. Otros, que un semidios burló la estricta vigilancia y consiguió hacerse con la esfera, hundiendo la isla en consecuencia. El área donde se encontraba la isla se convirtió en un paraje de leyenda, donde los barcos desaparecían. ¿Quién sabe si el Orbe se oculta bajo el agua esperando ser rescatado?»

David se frotó los ojos y cerró el libro, pensando en la enorme proeza que había logrado. ¡Encontré el diario de Isabel la Católica! Tras dos años de tediosas investigaciones de antiquísimos documentos, encontró una pista en un registro que hablaba de las reuniones mantenidas por la reina que le condujo directamente a las ruinas del monasterio de La Española. Y al día siguiente partiría una expedición como ninguna otra antes, a desentrañar el misterio del Orbe y de su relación con el Triángulo de las Bermudas.

David siempre había sido un chico tímido e introvertido. No tuvo demasiados amigos en la escuela. Parte de ello se debía a su aspecto regordete, pálido, pelirrojo y con pecas. Pero, además, le gustaba pasar el rato investigando leyendas y devorando libros de aventuras. Ahora, igual de tímido que siempre, pero con una confianza mayor se convertiría en leyenda. Comenzó a recoger los libros que había consultado para marcharse a descansar, cuando un escalofrío le recorrió el cuerpo. Por el rabillo del ojo vio una sombra desaparecer entre las estanterías. Sacudiendo la cabeza para quitarse esa sensación, se puso la chaqueta que traía y se marchó. «Son los nervios del viaje, tengo que tranquilizarme».

El camino hacia la residencia de estudiantes donde se había alojado fue rápido, David estaba cansado y al día siguiente tenía que madrugar. Fue por eso por lo que quizás, no se fijó en la persona que le seguía.

A las afueras del edificio donde David se preparaba para dormir, una figura encapuchada releía lo que parecía una hoja arrancada de un tomo antiguo.

«La primera señal de que el Orbe era inestable fue imperceptible para los seres humanos. Trescientas especies extintas de bacterias resurgieron en los mares, reemplazando algunos de los géneros microbianos de las profundidades. Algunas especies de peces enfermaron y en una década, se perdieron quince especies de peces abisales y treinta de artrópodos marinos. Estas bacterias evolucionaron y colonizaron pequeños artrópodos terrestres y a algunos anfibios, acabando con numerosas familias de estos. Estos patógenos se extendieron a todo el reino animal, acabando prácticamente con la vida del planeta, incluyendo a los propios hombres. Los Homo nearthentalensis no sobrevivieron a esta enfermedad y se extinguieron. El Homo sapiens, consiguió salir hacia adelante, al igual que un puñado de mamíferos terrestre y de peces. Los dioses, fatigados tras haber empleado sus energías en sellar el Orbe descontrolado, fundaron la Orden de las Guardianas del Tiempo, dejándoles a ellas la ardua tarea de guardar la esfera.

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⏰ Last updated: Apr 02, 2019 ⏰

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El Orbe de CronosWhere stories live. Discover now