Primum Date

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—¿Qué has dicho? —La voz de Grell temblaba levemente debido a aquella declaración tan repentina por de parte del más alto, si es que así se le podía llamar a eso. ¿Se le estaba declarando?

—Que salgas conmigo —Repitió —.Está bien si no quieres, y como ya lo he mencionado, si no eres puntual entenderé que no querías hacerlo… en ese caso, será mejor continuar con mi trabajo. Debo retirarme.

El moreno se había acomodado las gafas antes de salir del lugar, dejando al pelirrojo en shock, aún parado junto al escritorio; y después de procesar lo que había sucedido, salió a terminar con su lista. Siguiendo el horario, seguramente terminaría alrededor de las seis con veinte minutos, lo que le daría el tiempo suficiente como para ir a la "cita" con su superior.

Había quedado tan atónito que por inercia siguió el camino de vuelta a la salida del lugar, terminando por encontrarse nuevamente con su compañero.

—Grell-senpai, ha ido de nuevo a pelear con el
gerente, ¿No es cierto?

—Algo así… —mencionó aún confundido.

—Ha salido muy rápido, me imagino que no le dio lo que quería, así que… Estoy seguro de que algunas de estás almas están cerca de la casa del Conde, ¿qué le parecería tomar algunas por mí?

—No —contestó secamente mientras seguía su camino, como perdido en sus pensamientos.

—¿Eh? ¡Grell-Sama, espere! —El menor avanzó más rápido para alcanzar al pelirrojo.

—Ahora no, Ronald, por lo menos no hoy.

—Bien... —susurró desanimado mientras veía todo el trabajo que tenía por hacer.

El pelirrojo camino unos pasos más antes de detenerse y mirar de nuevo a Ronald.

—¡Ronald! ¿Por qué fue que te dieron todo ese trabajo extra?

—¿Está intentando burlarse, Senpai? —respondió aún más desanimado —.William me lo dió por coquetear con una de las chicas, me descubrió y me dijo que estaba prohibido salir con compañeros de trabajo así que ahora tengo todos estos pendientes.

—Si William te lo dió, entonces... ¡Sólo es para probarme! quizá de verdad quiere alejarme de Sebastian y piensa que así lo obedeceré. Es un maldito, debo de admitir que me engañó por un momento —.mencionó más vivaz y con un toque de alivio, como si se hubiese quitado un gran peso de encima.

Grell decidió seguir con su trabajo, no sin antes acercarse de nuevo a su compañero.

—¿Puedes darme unas cuántas cerca de la casa del Conde? —Sonrió como siempre solía hacerlo.

—No entiendo mucho lo que acaba de pasar, pero aquí tiene. —Ronald le había dado algunos nombres que ocupaban sus horas libres y así, ambos dejaron el lugar, saliendo directamente a Londres para encargarse de las almas.

Un par de enfermos en el hospital, un chico en un accidente y una mujer envuelta en un suicidio habían ocupado gran parte del tiempo en el que Grell se mantuvo trabajando arduamente; hasta que dos hombres a las afueras la mansión del perro de la reina que debían morir se encontraron en su próxima visita, por lo que con una amplia sonrisa, y mostrando sus dientes filosos, se hizo presente.

Saltando entre los edificios y corriendo entre el jardín, llegó finalmente al lugar indicado, sólo había un pequeño problema: el demonio no estaba. El shinigami se quejó, esperando que por lo menos, en la próxima muerte estuviera involucrado el hombre que le hacía suspirar.

La mansión se encontraba casi vacía, de no ser por un chico rubio que al parecer había logrado matar a su agresor con un solo golpe, lo había matado casi de inmediato. La recolección fue corta, era un chico de apenas veinte años, contratado por otros mucho más viejos para hacer el trabajo sucio, una verdadera lástima.

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