Parte 4

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Fernando

Las cosas habían empeorado. Desde su encuentro con uno de los vecinos, donde fue empujado violentamente, había recibido advertencias violentas de todos ellos… Estaba planeando pedirle a Roberto algo completamente egoísta: quería mudarse.

No era algo que pudiera hacerse solo porque los vecinos lo pedían, pero cuando comenzaron a apedrear su casa, rompiendo ventanas y dañando la propiedad, supo que la situación no mejoraría.

«¿Por qué tanto odio?» pensó abatido.

Sin embargo no había nadie que pudiera explicarle eso. Aunque no creía que existiera una explicación lógica ante algo tan irracional. Sabía muy bien que estaba siendo víctima de un caso extremo de homofobia. Esa situación lo había seguido toda su vida, pero jamás había llegado a ser físico.

Fernando había hecho lo posible para cubrir las ventanas rotas. Roberto le había dejado una buena cantidad de dinero en efectivo y además tenía una tarjeta de crédito. No sabía si llamar a alguien para que viniera a arreglar las ventanas, pero eso podría hacer que los vecinos se enfurecieran más.

Pensó en llamar a la aseguradora y reportar el vandalismo, pero él no era el titular del seguro y probablemente necesitarían la firma de Roberto. Además, ¿cómo les explicaría su relación con Roberto y por qué un desconocido estaba en la residencia?

Ya no podía salir ni a regar las plantas del jardín y cada vez eran más los vecinos que se le unían al loco que lo había atacado en la calle. Observó a un grupo de hombres ver hacia su casa, se ocultó para que no se percataran de su presencia. Estaban hablando y miraban con furia en dirección a su casa.

Fernando podía imaginar que las amas de casa habían mencionado su existencia a sus esposos y estos se habían tomado la tarea de ahuyentar a las “maricas” de su vecindario.

Quería llamar a Andrés y pedirle que viniera a traerlo, pero le daba temor pensar que esos hombres pudieran lastimar a su amigo. Aunque ciertamente la situación no podía continuar así, decidió llamarlo cerca del amanecer y pedirle que le ayudara a escapar mientras esos hombres dormían.

La situación empeoraba cada día más y se sentía aterrado.

Los hombres se marcharon y Fernando suspiró aliviado. Estar en la planta baja era un peligro con esas rocas que le lanzaban, pero necesitaba ir por más comida.

«¡Qué horror! Tengo miedo de bajar a la primera planta».

Se apresuró a ir a la nevera y sacar la comida que necesitaría para dos días. En ese momento notó los papeles de los que su esposo le había hablado y decidió llevarlos consigo. Estaba listo para ver de qué se trataban.

Podía hacer un sacrificio por su esposo que le daba todo sin pedir nada a cambio. Lo único que su inútil pareja podía hacer, era entregarse en cuerpo y alma y eso sinceramente no era suficiente.

Subió inmediatamente a la planta alta. No sin antes chequear que la alarma estuviera activada y al ver que así era, corrió a su habitación y la cerró con llave.

Una vez seguro en su interior, se logró relajar. Se acomodó sobre la cama y comenzó a comer. Abrió el sobre manila donde estaban los documentos y se quedó admirado.

«¿Un taller de teatro?»

Leyó los detalles y le gustó lo que leía. Realmente estar en un escenario no le parecía algo espantoso, a pesar de su timidez. Lo había hecho decenas de veces desnudo en el club Afroditux y no le incomodaba.

«¿Actuación?»

Eso era algo que jamás había considerado pero creía que podría gustarle.

Deseos Oscuros (Secretos Oscuros 2)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora