Parte 2

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Roberto

―En verdad soy tarado ―masculló Roberto al recordar la escena de esa mañana―. ¿Qué clase de imbécil comienza una conversación con un “no te angusties”? Obviamente eso es exactamente lo que pasará…

Golpeó el volante de su vehículo mientras maldecía su estupidez.

Ser amante de alguien con problemas de autoestima como Fernando era tarea difícil. Le molestaba el hecho de que su pareja no pudiera verse como él lo miraba y que creyera que era un depravado sexual simplemente porque sus deseos no eran “convencionales”.

Roberto simplemente lo quería hacer feliz. Quería que Fernando tuviera la confianza necesaria para ver al mundo a los ojos y con la frente en alto. Le dolía ver cada vez que bajaba la mirada avergonzado y ocultaba sus lágrimas.

―Maldita sea ―gritó―. De verdad soy estúpido.

La mayor parte del tiempo no entendía qué pasaba por esa linda cabeza, especialmente porque Fernando era un hombre muy silencioso y reservado. Era solo durante sus fantasías sexuales que el hombre parecía adoptar la personalidad del personaje que interpretaba y se expresaba libremente.

Era en esos preciados momentos en los que Roberto podía ver a su amante con la frente en alto y viendo al mundo a los ojos. Se le hacía más fácil convertirse en otra persona que ser él mismo. 

―Por eso se te ocurrió la brillante idea de ese taller de actuación ―se recriminó―. Pensaste que así podría hacer amigos cercanos con los que pudiera compartir la pasión por la actuación. Quizás hubiera salido bien si no hubieses empezado la conversación con un “no te angusties”. ¡Joder!

Volvió a golpear el volante enfurecido.

Se supone que como pareja de Fernando, la persona en la que más confiaba debería entenderlo perfectamente y le dolía admitir que ese no fuera el caso.

Para Fernando debía ser frustrante quedarse en casa todo el tiempo sin nada que hacer más que las tareas del hogar. No es que a Roberto le molestara. Al contrario. Se sentía orgulloso de sí mismo de ser el único proveedor de su familia. Sus colegas se sentían humillados de hacer que sus esposas trabajaran porque no les alcanzaba para cubrir los gastos, así que podía presumirles que su pareja se quedaba en casa y tenía todo lo que necesitaba y más.

Sin embargo, cuando se ponía en los zapatos de Fernando y pensaba en lo aburrida y monótona que debía ser su vida, sin ningún pasatiempo, más que el sexo, entendía por qué su amante podría estar desarrollando una pésima autoestima. Además, con lo reservado que era, Roberto estaba seguro de que jamás objetaría nada.

Era su trabajo, como pareja, entender lo que su amante quería. Le encantaría ser capaz de leerlo como un libro abierto, así como se miraba en las películas o libros románticos. La pareja tenía algún mal entendido y si alguno de ellos era tímido y no podía expresarse claramente con las palabras, entonces su pareja parecía entenderlo con los gestos que hacía. Si las cosas seguían así, estaba considerando seriamente inscribirse en un taller de comunicación cinésica o algo por el estilo.

Roberto pasaba noches en vela, imaginando que su amado lo dejaría. Ese sentimiento lo aterraba, porque ese hombre tímido y vulnerable se había vuelto su piedra angular y sin él… No, no quería ni pensarlo.

Al llegar al trabajo, dejó que la rutina y los problemas cotidianos de la construcción lo distrajeran.

Era de la clase de hombres que hablaba sin parar. Podían tocar cualquier tema que le gustaba discutirlo, si no conocía del asunto, aprendía y si lo conocía le gustaba demostrar sus distintos puntos de vista. Sin embargo con lo silencioso que era Fernando, a veces Roberto sentía que lo sacaba de quicio con tanta palabrería, por lo que aprovechaba a desahogarse en el trabajo.

Deseos Oscuros (Secretos Oscuros 2)Where stories live. Discover now