- ¿Quieres nuestro perdón?

Hiro la rodeo por el otro lado de la cama hasta ponerse en el cabecero, mirándola desde arriba.

- Sométete a todo lo que te hagamos.

Hikaru se puso en el otro lado de la cama, con una fusta. Al igual que sus hermanos, todos tenían una.

-A todo.

Hideo se levantó de los pies de la cama, mirándola fijamente.

- ¿Qué es a todo?

Eiji salto sobre ella, asustándola, se quedó a escasos centímetros de su rostro y su cuerpo la rozaba desprendiendo calor, del susto, intentó taparse su desnudez, pero cuatro correas se lo impedían.

- Sin preguntas, por las buenas y todo irá bien, ¿Sí o no?

Asustada por no saber que querían hacerle pregunto.

- ¡No puedo saberlo!, ¿Qué es a todo?, quiero saberlo.

Él levanto una mano sin hablar y Hikaru le paso una fusta, con la que recorrió todo su cuerpo lentamente hasta llegar a sus nalgas dándole un azote que la hizo suspirar y gimotear con la boca abierta.

- Sin preguntas, sin decir que no a nada, si haces, dices, miras, comes, sales, cualquier cosa que no te demos permiso de hacer, serás castigada.

Subió la fusta hasta un pezón y le dio varias sacudidas lentas con la punta bajo su atenta mirada, haciéndolo endurecerse completamente hasta que subió la fusta hasta quedarla bajo su barbilla, presionando, haciéndola subir la mirada hasta sus ojos.

- ¿Entendido Enma?

Ella abrió los labios un poco, se los lamió.

- Si.

Él no se había quedado contento e insistió.

- ¿Sí?, Yo soy tu amo, me debes de decir amo.

Le recorrió las costillas con la fusta poniéndole la piel de gallina, llegando a su otro pecho, golpeando su pezón, endureciéndolo como el otro.

-Si amo.

Otro golpe en la otra nalga la dejo boquiabierta.

- Si amo Eiji, dilo.

Enma asintió. Trago y finalmente dijo las palabras que él deseaba.

- Si amo Eiji.

Lo observó sonreír, enseñando sus perfectos dientes.

- Bien pequeña.

De un saltó se levantó sobre ella y lo miró irse a una pared y coger algo.

-Vamos a empezar, ¿Sabes qué?, vas a verte hermosa.

Le paso a Hideo unas cuerdas que ató a sus rodillas, a sus brazos y la cama cedió mientras ella medio chillaba al sentirse en el aire, ante ella estaba Dai con una correa de la que colgaban dos pinzas, con una botella de agua en la mano la hizo beber, estaba flipando literalmente cuando lo vio apartar la botella de sus labios y le enseño las cuerdas, la boca se le estaba secando de nuevo y eso que acababa de beber, la soltaron de arriba y sus manos quedaron libres.

- No se te ocurra moverte o serás castigada.

Dai puso la correa en su cuello y bajo su atenta mirada abrió una pinza poniéndola sobre un pezón, al ver que sólo se endurecía un poco llevó sus labios hasta su sensible carne, mordisqueó y chupó haciendo que se pusiera completamente duro y luego se movió con la otra pinza hasta su otro pezón, dándole la misma atención.

-Si te mueves.

Ella intentó mirar a Eiji, pero tuvo que detenerse de golpe y volvió a mirarse los pechos.

- Tus pezones, cuando te muevas, lo notaran, ten cuidado con lo que haces pequeña.

Enma calculó las palabras, sin atreverse a moverse alzó sus ojos y suspiró tratando de calmarse.

- ¿Por qué me hacéis ésto?

Dai tiró de las cadenas y Eiji cogió sus manos.

- Para que nunca pienses en volver a huir de nosotros.

Dai la sacó de la cama y él la echo al suelo sentándose él en la cama, tiro de su barbilla hacia arriba. Sabiendo de la tirantez que provocaba en sus pezones, la justa para hacerla exhalar el aliento pesadamente y le abrió la boca con un dedo enorme.

Sumisa de cinco dragonesWhere stories live. Discover now