Corona de Aluminio

Sin título parte 1

Con mirada feroz y capa de cuadros, el rey se alista para una nueva aventura en la Casa del Gran Duende, un hermoso lugar acompañado del valle y el monte que llevan las brisas del oriente y el suave olor de las rosas de una comunidad cálida y pomposa, para así poder conquistar el duro corazón de la gran Reina del Norte, quien con su dulce canto, inspira el corazón del soberano, cosido con hilo de costurera y remendado con hechos distintos de otras épocas. Pero con una dueña, la misma de sus deseos, desde hace dos años, con el pelo largo y altura promedio, la misma de sus fantasías, la joven que mataba ogros con su sonrisa.

Siso mantiene un gabinete muy amplio, una jovial secretaria con su lindo chimpancé; Un director de vuelos con su asistente personal. Sin hablar de los guardias que le acompañan y están listos para atacar, cuando el momento amerite, sin dar tregua y permitiendo salir libre al monarca de los valles. Porque así como la Reina de Inglaterra, tiene sus enemigos que la quieren ejecutar; este líder con la fragancia espiritual, tiene el peligro de caer en manos de la maldad. Al cabo, es la persona más aclamada, según su secretaria, que día a día le pide que guarde la calma y, que con su esposo, le expresan lo bueno que es y que debe mantenerse así, sin miedo a lo que se venga.

Ya tenía lista su espada de hierro y hablado con sus guardias. Emprendería hacía las tierras del Norte para intentar hablar con la dulce reina. Claramente, su amor por ella quemaba sus entrañas, se encontraba en un insondable lugar donde el aroma era muy especial, con colores y miles de especies que adornaban su panorama. La Reina Lucy, la soberana, la que mantiene el orden y la paz de su existencia, aunque ella no lo supiese. Camino a la puerta, con la mano en la perilla, se despide de su comitiva, pidiendo la bendición. Sin embargo, una figura desde el palacio se acerca y le toca el hombro a Siso, antes de que este pusiera un pie en el andén.

--Majestad –le dice, revelando su rostro de la capa. Su manto es blanco y su contextura demostraba que aquel hombre era tan apuesto, que ni los grandes modelos se comparaban. Su aspecto era tan familiar, que mando a los guardias bajar las armas–. Amas a Lucy, como amas a tu pueblo, pero no sabes lo que él tiene, no estas enterado de lo que sufre en las noches, lo que tienes se está muriendo, pero no lo ves, eres ciego.

El rey se crispó ante esa declaración. Jamás había recibido una noticia de parte de sus informantes, al parecer, todo marchaba bien, inclusive, las noches en el valle eran tan coloridas, que los mismos aldeanos llegaban en manadas al palacio para poder hablar y comentarles lo alegres que están con su líder. No se podía descartar a los ladrones, los cuales asechaban con sus afiladas espadas y cuchillas a maltratar a la comunidad, pero eran delitos comunes controlados por los guardias. Cada quien recibía un severo castigo, así que no había problema alguno. Mucho menos alborotos por las calles o pandillas, simplemente, criminales comunes de cada comarca.

--Entiende –continua el hombre–. Cada noche, un grupo de maleantes, está robándose las almas. Pero tenemos la solución, ven conmigo, yo te ayudare a detectar aquellos para destruirlos. Sé que estas atónito por la noticia, ya lo supuse, pero debes creer que lo que te digo es la verdad y, no quiero que te sientas mal, solo quiero ayudar tu reino.

--Primero que todo –le dice el rey–. Tu aspecto es muy familiar, ¿de dónde vienes?, ¿quién te envió?, ¿cómo lograste entrar?

El hombre solo le pidió al capitán de la guardia que mantuviera un perímetro y les dio indicaciones para que atacaran cuando fuera posible. Desde luego, el rey se le queda mirando, mientras que su consejero se acerca y le dice "conozco a ese hombre, pero no tengo certeza de donde lo vi". En el instante, volvió ante Siso y le hace un ademan de que se debían marchar.

--Primeramente, vamos a la Sur, cerca de los prados que da con la frontera de los Piscos (cerca de las torres del País de los Vera), en donde se encuentra un campamento de Lucitors...