—Ahora tenemos que pretender que no nos odiamos —él me muestra una sonrisa de lado, mientras hace sonar el timbre de entrada.

Le muestro mi dedo medio y lo escondo justo a tiempo para que Lucía nos reciba, con la mirada iluminada al verlo llegar.

¡Qué mal gusto tiene!

Nos ubicamos en la sala. Samantha se acerca a darme un abrazo fingido, como lo ha hecho en cada una de las reuniones. Le devuelvo el trato, aunque sin tanta efusividad como la que emplea ella.

Lucas muestra una sonrisa. A pesar de que le dije unos días antes que ella sólo finge delante de él, parece estar convencido de que nuestra relación ha mejorado y que podríamos ser amigas pronto.

—Sigo sin entender bien este ejercicio —al cabo de unas horas de intenso estudio, ella finge tristeza y se acurruca contra el hombro de Lucas—. ¿Me ayudas?

Sé que es una farsa, porque la vi explicárselo a Kendra antes.

—Yo puedo enseñarte —me apresuro, para apartarla de él.

Me sonríe, pero no puede aplacar del todo la mueca de disgusto que se ha formado en su rostro.

—Te lo agradezco, Brenda. Pero a veces no comprendo bien tus explicaciones. A Lucas, sin embargo, lo entiendo perfectamente.

—No te preocupes, te lo mostraré —él toma sus apuntes y comienza a enseñarle.

Me pongo de pie y me alejo, con la excusa de traer agua, porque Kendra también ha aprovechado para acercarse a mi novio y estoy cansada de ver cómo se tiran encima de él, y no poder hacer nada. En verdad estoy poniendo a prueba mi (extremadamente) corta paciencia últimamente. Además, Bruno y Lucía se retiraron hace como diez minutos y aún no vuelven. Si ese idiota está engañando de nuevo a mi hermana voy a terminar por matarlo de verdad.

Me acerco a la cocina con movimientos sumamente cautelosos, cuando escucho sus voces provenir de allí. Parecen estar teniendo una discusión.

—Es que ya te lo he dicho mil veces, ¿acaso no lo entiendes? —la voz de Bruno suena hastiada.

—Me dijiste que no quieres ser mi novio, pero eso no significa que no podamos divertirnos.

Me arrimo levemente al espacio entre la puerta abierta y los observo. Lucía lo tiene casi acorralado contra la mesada de mármol.

—¡No quiero nada contigo! —él le asegura, tomándola por los hombros.

—¿Ni siquiera esto...? —le baja el cierre del pantalón y está a punto de introducir su mano debajo de la tela, cuando él le sostiene la muñeca y la aparta de golpe.

—Ni siquiera eso, pendeja.

Ella se aparta, humillada, mientras él se vuelve a levantar la cremallera.

No puedo creer lo que estoy viendo.

—No entiendo en qué momento dejaste de ser un hombre —se burla, extremadamente ardida por su rechazo—. El Bruno que me gusta jamás se hubiera rehusado.

—Sí, pero ahora tengo novia. Así que déjame en paz.

Él voltea, abre la heladera y saca una cerveza. Ella no deja de observar su dorso, con el ceño totalmente fruncido. Entonces, una sonrisa malvada se hace presente.

—¿Novia? Si lo dices por Stacy Allen, ella misma dice en el colegio que no lo es —suelta una risa burlona—. Aparentemente, eres el único en esa relación que sigue sintiendo algo por el otro.

Ouch, eso fue humillante.

Bruno se queda de espaldas a ella, pensativo. Baja sobre la mesada la lata que acaba de abrir y agacha levemente la cabeza, con la mirada llena de tristeza.

Por culpa de un instante (Completa✔ y en físico 📚)Where stories live. Discover now