Capítulo 1º

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  • Dedicated to Carmen Laguarda
                                    

   Pasamos por un túnel. La señora que tengo al lado no para de mirar el móvil, y hace llamadas por un tubo. Cansado del ajetreo estresante del metro, miro por la ventana. Hay un hombre leyendo el periódico, otro que vende baratijas y un niño que corre bajando las escaleras, seguido de una niña equeña que será su hermana, me imagino. Tampoco es que me importe mucho todo esto. Una vieja que parece una de esas marjas del tarot me mira, y se sienta junto a mí, en el asiento vacío que dejó la chica del móvil. Me mira con cara de pocos amigos, y me dice que me aparte para dejar el pesado bolso que lleva como equipaje. Claro está, ella no tiene la más remota idea de que yo soy un demonio. Tan sólo ve a un chico de unos catorce o quince años, con el pelo rubio algo más largo de lo normal, descuidado, de ojos rojizos que inspiran algo de terror. Ni caso. Sigo perdido en mis pensamientos, cuando la oigo chillar en mi oído: -¡He dicho que te apartes, niño!¿No te han enseñado que hay que dejar sitio a los ancianos?-me limito a mirarla, indiferente, pero eso basta para que se aleje murmurando maldiciones, sin pensar siquiera en sentarse cerca de mí. Me suele pasar. Tampoco es que quiera muchas relaciones entre los humanos, claro. Prefiero la compañía de mis semejantes(aunque estos a veces sean algo insoportables). Al fin llegamos a Barcelona. Bajo del tren, recibiendo golpes todo el rato. Cuando consigo llegar a la entrada de la Estación, la luz del sol me da de pleno. Es todo un gustazo poder tener algo de calor tras estar medio congelado en Polonia. Salgo a la calle, y voy directo hacia uno de mis pisos, que tengo dispersos por medio mundo(pero no os creáis, que no tengo uno en cada país). Como no tengo residencia fija, cuando me apetece ir a no-sé-dónde, al menos tengo algún sitio que no esté plagado de gente, qué queréis que os diga. De camino, me cruzo con una cafetería. Pido unas croquetas de jamón y una coca-cola, lo cierto es que tengo hambre. A mi lado se sientan una niña pequeña y su madre, y, en la mesa de enfrente, una chica de mi edad. Nada más la camarera se aparta de enfrente mío, ella levanta la vista del móvil y...abre los ojos como platos y deja resbalar el teléfono, que cae al suelo. Tiene la boca entreabierta, y parece estar alucinando conmigo. Vale, los demonios y los ángeles nos paseamos por ahí con un aura pululando a nuestro alrededor, y normalmente llevamos una espada, arco y carcaj o cualquier otro arma en medio de la humanidad, pero ningún ser humano las puede ver...o eso creo, porque esta chica parece que necesita ver a un psiquiátrico. O tal vez esté alucinando por tener a uno tan guapo como yo enfrente(¿habéis visto cómo de grande es mi modestia ¬.¬). Bueno, esto ya asusta. Parece que le ha dado un shock.

   -Oye, ¿estás bien?-tengo que decirle algo, y averiguar si está viva. Me mira, al parecer más asustada aún, y se levanta, sin dejar de mirarme. Coge el bolso y se va corriendo.

   -¡Hey, que tienes que pagar!-se detiene, paga y se va corriendo-¡Oye, el cambio! Qué chica más despistada...

   -¡Quédeselo!¡De propina!-por cierto, aún no os he dicho cómo es. Tiene el pelo castaño, brillante, liso terminado en bucles que caían en su espalda, como una cascada. Sus ojos eran avellana, y era algo más bajita que yo, aunque no mucho. Se ha dejado el móvil. Pago, lo cojo y voy a devolvérselo. No es por bondad, no os vayáis a creer; más que otra cosa es por ver esa cara aterrorizada que pone. Lo que no entiendo es el por qué de aquella reacción. Como os he dicho, nadie puede ver quiénes somos en realidad. Nadie salvo...corro a la velocidad de la luz tras la chica. La alcanzo, la cojo del brazo y le tapo la boca, para que no chille. La atraigo hacia un callejón que hay aquí al lado. Le doy la vuelta y veo que está llorando, y supongo que le daré más miedo al ver la sonrisa macabra que hace mi boca en este momento. Le doy el móvil, sin soltarla.

   -Toma-me mira, confundida. Le hago alzar la cabeza tomándola por la barbilla, y le miro a los ojos. Vale, eso es algo que nunca debería hacer tan cerca, porque corre el riesgo de morir, pero una humana más no importa, al menos en mi mundo. Pero esta chica no puede morir por el simple hecho de que la mire a los ojos de cerca. Como sospecho, hay un brillo rojizo en su mirada.

   -"Vi-sum ness"-digo. Ella, cada vez más confiada, se queda con cara de "Vale, este está chalado...", pero el miedo sigue sin desaparecer de su rostro. Solo cuando la suelto, y me voy hacia el piso, me pregunta:

  -¿Qué...qué has dicho?-sonrío-"Vi-sum ness..."-le contesto, antes de desaparecer entre las sombras...

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Vaya. Ciertamente, no esperaba encontrarme con ninguno aquí...Bueno, primero os lo explico: Vi-sum ness sería como decir "aquellos que ven la luz". Cada demonio(o cada ángel) tiene una luz distinta, y entre los humanos, seres mortales, hay pocos capaces de ver la luz de cada uno. Digamos que, en ese sentido, son especiales, porque ninguna criatura sobrehumana puede ver ni su luz, ni la de los demás. Cada espécimen tiene una luz única, y la mayoría mueren sin ni siquiera acercarse a adivinarla. No estaría mal ver qué tipo de luz tengo...aunque tampoco me apetece mucho que empiece con el rollo ese de:"Oh, eres un demonio...lo siento, pero es que...luego podrías matarme..." Y no es broma, a un amigo le dieron eso en toda la cara...aysh, cómo me reí de él...Aunque claro, no quiero que me lo digan a mí también. En fin, voy a dormir...

Diario de un DemonioWhere stories live. Discover now