Único

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Jadeo.

El aire se escapo tan rapido de sus pulmones que se sintió palidecer, y por instinto llevo sus manos a su boca y apretó sus labios con fuerza. Tuvo miedo por un instante, así que se quedo estático, esperando que de repente una parte de él fuese a caerse y estrellarse contra el suelo.

Porque había vivido tanto tiempo con miedo, con el aire contenido en los pulmones adoloridos por la carga que ahora respirar tan libremente le hacia sentir que en cualquier momento se rompería, y dejaría que todo lo que guardaba adentro de si mismo se esparciera por el suelo. Cada miedo, cada ansiedad, cada duda, pánico y trauma.

Como si fuese a... Quebrarse.

Los pulmones se sintieron pesados dentro de su pecho, como si el aire que respiraba de repente fuera hierro, y casi se alarma a si mismo al no sentir la calidez invisible de su corazón y el palpitar del mismo. Tantas emociones juntas que de repente su cabeza había dejado de reconocerlas. Vacío, eso sentía, porqué por fin se acostumbra a la soledad y de repente conoce la luz de la compañía. No había un sentimiento fijo dentro de su cabeza, ni una sola palabra, mucho menos textos que redactaran todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Eran tantas cosas que se volvian nada, y esa misma nada, pasaba a ser el vacío dentro de su mente.

Tal vez estaba en shock y ni él mismo lo estaba notando. Tal vez su mente se había escapado de su cuerpo, porque eso explicaría la forma en que podía imaginarse a la distancia con sus siempre raspadas rodillas temblando frente al ancho y largo espejo del cuarto.

Sus manos se separaron lentamente de su boca, al mismo tiempo que sus ojos iban bajando lentamente por todo su cuerpo. Con miedo a lo que podían encontrarse pero con la más fuerte y pura curiosidad. ¿Podía existir un sentimiento más contradictorio dentro de esas cuatro paredes o dentro del mundo entero? Porque sentía el peso del mundo sobre sus hombros a medida que iba encontrándose con esa suave y ajustada tela de color negro alrededor de su fino cuello, que resaltaba el color de su piel, junto al brillante color de la peluca rubia llena de ondulacione que caían por la anchura de sus hombros y solo quería seguir viendo, seguir encontrándo la timidez de su ser dentro de esas ropas. Porque no parecía él y nadie nunca lo reconocería detrás de ese disfraz. Pero la realidad, era que el seguía sintiéndose en casa.

No sabia como se llamaban esa clase de collares, pero sentirlo aplastando su manzana de Adán le creaba millones de sensaciones. La tela era suave bajo la yema de sus dedos pero picaba por la falta de costumbre bajo la delicada piel de su cuello. La recorrió con lentitud, apretando sus labios pintados en un delicado color carmesí a medida que se analizaba y se daba cuenta de que le encantaba como quedaba en su piel, en su cuerpo. Sintió vergüenza y hasta hubiese sentido pena, rabia y tristeza consigo mismo en otro momento. Pero en ese instante, no sabia que sentía con exactitud.

Además del vacío.

Anaranjado...

Trago duro cuando en la zona de la cintura el anaranjado no se detuvo. A pesar de que ya sabia que no era una camisa se sorprendió por la longitud. Sus camisas siempre habían sido cortas, varoniles, hacían ver sus hombros más anchos y su estomago cuadrado. Lo hacían ver como lo que se suponía que era; Un hombre. En ese momento ya no sabía que era, porque su sexo y la ropa que estaba portando eran contradictorios. Seguía sintiéndose un chico, ¿pero con toda esas prendas puestas, podía seguir considerándose uno?

¿Era correcto sentirse bien?

Por la zona de sus rodillas la tela finalizaba con delicados volados que se volvían trasparentes unos centímetros más abajo. Sí, era un vestido. Un jodido vestido. Un vestido de un curioso color naranja amarillento, de un tono suave y con un delicado estampados de rosas blancas en la larga falda. Un vestido que hacia una curva imaginaria en su cintura, que lo hacia ver delicado, sofisticado, femenino.

RespirarWhere stories live. Discover now