Capítulo 39. Ciclo cerrado

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—No estoy para perder más mi tiempo.

—¿Yo soy una pérdida de tiempo?— alzó su mirada dolorosa.

—Tus acciones me hicieron perder mucho tiempo que hubiera podido disfrutar de manera diferente.

—Iker...yo...— balbuceó estresada —No hay nada que pueda justificar mis acciones.

—No fueron acciones, fueron decisiones, que quede claro esto.— repliqué cortante—Tú más que nadie sabías lo mucho que intenté sacar a Antonetta de mi vida y me dejaste buscar como un completo imbécil pruebas que en realidad ni existían, y todo esto sabiendo que tú tenías el billete de mi salida.

—Te quise confesar la verdad en muchas ocasiones pero luego vi lo mucho que amabas a Raül y ...— la detuve pero insistió— Yo ni siquiera supe que tú estabas al tanto de que entre Emir y yo existía una historia.

—Esperé a que en algún momento me lo confesaran, pero evidentemente les pareció más inteligente esconderse de mí.

—¿Estás enojado con él también?

—Estoy enojado conmigo mismo.— alcé la voz. —Estoy enojado por no estar donde quiero estar y con quién quiero estar.

—Milla, lo va a entender.

—Tal vez lo hubiera entendido, pero en estas circunstancias dudo que por lo menos quiera escuchar algo que viene de mi boca.

—Si ella te ama, te escuchará aun si llegas tarde.— asintió con la cabeza—Las mujeres son la creación divina de Dios, su mejor obra, funcionamos a base de emociones y lógica, pero suele pasar que enamorarnos y ahí la obra de Dios llega a ser un simple juguete del demonio.

—Esa mujer no es ningún juguete ni de Dios y tampoco del demonio, esa mujer juega a su antojo hasta con el rey del infierno.— le aclaré.

Durante toda la vida me había matado la cabeza con diversas personas, situaciones y problemas pero nunca antes me había sentido tan jodido como en ese día. Era mi culpa. Lo que me costaba aceptar era que debía asumir las consecuencias. No me encantaba para nada la situación en la cual me encontraba, pero no había de otra. No había marcha atrás.

La puerta de mi despacho se abrió de golpe y el rostro de Carina junto a Pierre aparecieron. Sus pasos se dirigieron decididos hacia mi despacho en completo silencio. Mi hermana tomó asiento en el sofá y yo me dediqué a mirarlos sin entender muy bien el porqué de su visita.

—Renunció— soltó de repente mi asistente personal número uno, haciéndome fruncir el ceño al instante.

—¿Qué dices?— cuestioné.

—Dije que te puedes ir a la fregada— contestó tranquila con una ligera sonrisa de alivio—Has hecho de esta empresa un calvario. Cuando me ofreciste este puesto, supe que debía lidiar con un Iker diferente al que yo conocí en algún momento, pero nunca me avisaste que volverías a caer en el mismo error.

—Carina...— intenté hablar pero ella me detuvo.

—Ni te esfuerzas— soltó una risa irónica—. ¿Qué tal si dejas de llamarme Carina y usas mi verdadero nombre por primera vez en este lugar?

—Por favor, hazme culpable de todo el mal que ahora pasa por tu vida.— repliqué apoyándome con las manos en el escritorio.

—Le mandé un correo a Mila diciéndole toda la verdad— soltó. —Estoy harta de luchar por ti. Tengo claro que has escogido tu parte. Y yo la mía.

—Estás exagerando.— murmuré.

—¿Estoy exagerando?—asintió con la cabeza incrédula mientras que sus ojos se pusieron llorosos—¡Cuando hace años lloraste por culpa de esa perra, la que te ofreció su hombro fui yo, la que intentó ayudarte en alejarte de ella fui yo , la que durante su relación intentó abrirte los ojos fui yo, maldito descarado, tirano, caranalgas, hermano de Hitler!

Te conozco x los zapatos ©®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora