—¿Es eso un coche? —les preguntó Lexa cesando todo movimiento al creer distinguir un ruido y las tres se quedaron en completo silencio. Si, era un coche, más concretamente el coche de Clarke llegando frente a la casa—. ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Ayudarme a recoger esto! — exclamó la morena comenzando a tapar los botes de pinturas de dedos que habían utilizado para pintar la mitad del marco.

Emily se apresuró en ayudarle mientras Sadie se reía divertida ante la prisa que se había apoderado de todo el mundo de repente. Lexa la miró sonriendo al verla.

—¿Te hace gracia? —le preguntó tomándola en brazos y dándole un sonoro beso en la mejilla antes de depositarla en el suelo y agacharse frente a ella—. En vez de reírte tanto vete a la puerta y entretén a tu madre todo lo que puedas...pon pucheros, cuélgate de su pierna y no la dejes entrar aquí hasta que lo hayamos recogido todo. ¿Entendido?

—Entendido —sonrió la pequeña enseñándole los dos pulgares como garantía. Lexa sonrió revolviendo su pelo moreno.

La puerta de entrada a la casa se abrió y se cerró.

—Hola— escucharon la voz de Clarke y Lexa empujó ligeramente a la pequeña Sadie para que comenzara su parte del espectáculo cuanto antes. La niña salió de la cocina a toda velocidad mientras Emily y Lexa continuaban recogiéndolo todo lo más rápido posible.

Una sonrisa enorme iluminó el rostro de Clarke al ver aparecer a la menor de sus hijas por la puerta de la cocina. No podía evitarlo, ocurría cada vez.

—¡Mami! —exclamó la pequeña estrellándose a toda velocidad contra la pierna de la rubia, haciéndole reír por su entusiasmo.

—¡Hola, canija! —le saludó tomándola en brazos y admirando sus grandes ojos azules que brillaban de un modo especial aquella tarde. Señal de que ocultaba un secreto—. ¿Qué estabas haciendo ahí dentro? — trató de sonsacarle y una sonrisita apareció en su pequeño rostro.

—Nada— mintió descaradamente y los ojillos le brillaron un poco más.

—Nada, ¿eh? —inquirió Clarke y la pequeña negó solemnemente con la cabeza. La rubia le besó la nariz con cariño, cada vez que la miraba veía una mezcla perfecta entre Lexa y ella, aunque los genes Woods no estuvieran presentes en Sadie, la niña había nacido con una cabellera morena, igual que su hermana que si que era cien por cien Woods, casi una copia exacta de su madre—. ¿Dónde están tu hermana y tu madre?

Siguió curioseando y la pequeña se limitó a encogerse de hombros mientras jugueteaba con un mechón de pelo rubio entre sus dedos.

—Me parece que estás guardando un secreto muy grande...—dejó caer y Sadie soltó una risita.

—¿Yo? —preguntó señalándose a sí misma.

—Si, tú —sonrió la rubia.

—Mmmm...la tía Carla tiene cuernos mami—soltó lo primero que se le vino a la mente, debía alejar el tema «secretos» como fuera—. Le he oído a mamá hablando por teléfono con ella...dice que el tío James se los ha puesto. ¡Yo también quiero que me pongas unos! —suplicó juntando sus pequeñas manitas bajo su barbilla.

Clarke no supo qué contestar a eso y tomó nota mental de que debía recordarle a Lexa que había seres diminutos caminando por la casa y captando cada palabra que se pronunciaba dentro de sus paredes. No era la primera vez que sucedía algo así, el año anterior Emily se había pasado meses diciendo «Cojones» sin parar. La cara de Eleanor Griffin cuando su nieta mayor la saludó de aquella forma tan peculiar había sido todo un poema.

Segundos después Lexa y la hija mayor de ambas hacían acto de presencia en el salón con sendas caras inocentes. La rubia sonrió a Emily revolviéndole el pelo cuando esta se colgó de su pierna y después miró a Lexa con los ojos entornados. La morena frunció el ceño y dejó escapar media sonrisa. Uh...aquellas tres tenían un secreto, seguro.

NavidadWhere stories live. Discover now