-¿Sí? -siguió Sheyla-. ¿Podría decirme de qué trata? Es que hace unos días nos dijeron que era increíble este lugar.

Mintió un poco, siendo que solamente había preguntado a unas cuantas personas. La granja era de libre acceso. Las personas iban a cuidar y alimentar a las vacas, las ovejas, dar de comer a las gallinas, etc.

-¿En serio? -preguntó sin creerlo-. ¿Quién?

-Una persona que no es muy de fiar. De eso quería hablarle -dijo Sheyla apoyando los codos sobre la meda-. ¿Ha visto alguna persona comportarse un poco extraña con los animales? Cómo sospechosa. -En respuesta, el señor negó con la cabeza-. ¿No ha venido en los últimos días una persona encapuchada, amenazándolo, obligándolo a hacer algo?

-No, ustedes son los primeros en mucho tiempo en visitarme directamente a la cabaña. La gente solo viene y pide sus cosas; cubetas y bolsas de césped, maíz, etc... -confesó mirando un punto fijo en la mesa-. Nadie viene a preguntar por mí, ¿Saben? Paso los días haciendo mis propios Yogures y leche caseros -soltó con pena-. Por cierto, ¿Quieren unos Yogures? Están muy caros en las tiendas, para eso mejor los hago yo mismo -James y Sheyla asintieron. Cruzaron miradas, buscando las palabras correctas para decir.

El hombre se acercó a la nevera y buscó dos yogures caseros. Los dejó sobre la mesa, James lo tomó y lo guardó en el bolsillo de su abrigo. Sheyla por su parte, lo guardó en el bolsillo más grande de su bolso. Mientras miraba los estantes, pudo observar la foto de una chica de no más de 15 años enmarcada sobre uno de los estantes. Supuso que era su hija.

-¿Y no tiene familia? -preguntó James.

Él hombre lo miró, dejando escapar una risa seca.

-Mi mujer murió hace años a manos de mi hija -dijo serio tomando asiento. Esta vez, ninguno sabía que decir-. Hablaría con ella, le preguntaría por qué lo hizo, pero para eso debo encontrarla.

-¿Hace cuánto no la ve?

-Hace más de 14 años. Desapareció ese mismo día y... desde eso solo me he tenido a mí mismo. No me atreví a darle la cara a la familia de mi esposa, ni siquiera fui a su entierro -confesó con tristeza, dejando escapar una lágrima que descendió por sus arrugadas mejillas-. Así que decidí refugiarme y mantenerme aquí. A esta cabaña venía con ellas de vacaciones. Cuidábamos con mi hija el rebaño, los animales en sí. Ella era feliz cuidando animales, y yo era feliz porque ella estaba contenta -recordó con una sonrisa melancólica-. Pero luego, tuve que empezar a sustentarme solo. Tuve que volver mi pasatiempo un negocio. Así que ya me ven, cobrando a las personas por alimentar animales. Viendo lo felices que son haciendo algo bueno por la vida, la misma felicidad con la que lo hacía mi hija.

Sheyla y James escuchaban los sentimientos del hombre con atención, interesados. Buscando alguna explicación de por qué OX los querría ahí. Cuál era la relación del chico desparecido y esa granja. Limpió sus lágrimas con su antebrazo, formando una pequeña sonrisa y mirando a los chicos nuevamente.

-Lo siento, no sé por qué les cuento esto, pero hace tanto que no me desahogaba con alguien -dijo sonriendo un poco.

Sheyla no se resistió, colocó su mano sobre la de él y lo apretó levemente. Sentía empatía por aquel hombre, sabía lo que era no tener con quién hablar. Lo vivió durante años en su casa.

El hombre se levantó tomando las tazas de café vacías de la mesa y llevándolas al fregadero. Tomó una esponja y comenzó a lavar de espaldas las tasas y algunos trastes que ya estaban ahí.

-Al lado de la cerca están las cubetas por si quieren jugar con las vacas y las demás cosas para los demás animales -informó con intención de que se fueran.

Enfermos Mentales: Edificio del terror. [Libro 2]Место, где живут истории. Откройте их для себя