Prologo

411 4 2
                                    


Era una interpretación abstracta y volátil, creada en absoluta soledad con respecto a su autora. Con el paso del destino, ella evolucionó en el ser que procura y guía el paso de las almas que rompen la barrera de la muerte hacia un sitio incierto e inimaginable por éstas, hasta ese momento. Desde luego, esto no era visto con "buenos ojos" delante de dichas almas, y si bien delante de sus pares o superiores, no tenía mayor trascendencia, para ella era de suma importancia que existiera algún tipo de equilibrio.

Su deber era dirigir almas a su retiro permanente, pero también deseaba ayudarlas a retomar el camino cuando aún habitaban dentro del plano mortal, dentro de la carne. Ese fue su sentido designio. Fue entonces, que comenzó a hilarse dentro de su razón la idea de crear balance entre las almas.

Intercediendo en su propio favor, echó mano de su derecho a réplica. ¿Culpa? No, lo denominaba "un acto de fe". Todo su ímpetu, dio lugar a la creación del pacto, el cual se llevó a cabo desde los inicios de la humanidad y culminaría en sus fines respectivamente.

 Todo su ímpetu, dio lugar a la creación del pacto, el cual se llevó a cabo desde los inicios de la humanidad y culminaría en sus fines respectivamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


El encuentro tendría lugar sobre la gran torre blanca, principal sitio donde se llevaban a cabo concilios que a la humanidad respectaban. La cúspide de dicha torre se encontraba al subir mil escalones de cristal, bellamente biselados y con ornamentales motivos en relieve, la cima estaba cubierta por una espesa capa de bruma reluciente y perceptible, en tonos nebulosos y tornasolados, acompañados esporádicamente de varios destellos en plata. Al llegar al final, se alzaba una especie de altar con lugar para el par, el convocado y el emisario, enviado por el Altísimo. Por tradición y ley siempre se citaba de uno en uno a los implicados, para tratar, de cabo a rabo, un tema en particular de forma exclusiva.


Cuando ella se hizo presente, se paró ante la presencia de la inmensa e imponente torre, observándola en todo su esplendor. Al contemplarla sus ojos se llenaban de la quimérica vista, inundando por completo su ser. Inhaló profundo, tomando su largo vestido de luz por la cola y aferrando el velo a su pecho, emprendió el ascenso.

La distancia no la preocupaba, después de todo: ella no se fatigaba. El encuentro la mantenía expectante y extasiada. A medida que ascendía, el aire la envolvía como acariciándola. Sus pies descalzos podían sentir el cristal, pero debajo de sus plantas se sentía igual a pisar sobre suaves plumas.

Todo el entorno era brillante, humanamente cegador, pero a ella no le producía daño alguno a la visión, de todas formas estaba convencida de que no era digna de verlo, por lo que cerró sus ojos y continuó su ascenso a ciegas. Aun no se hallaba de pie ante él, pero ya podía percibir su magnánima presencia, corrió su velo hasta que quedo al borde de su frente, quería sentir el fresco y penetrante aroma poseerla, eso significaba que ya se había adentrado en el entorno, en su particular entorno.

Como fue acordado desde el momento de concepción mundana, cada cien años se presentaba ante el concilio divino, con el fin de llevar a cabo un evento de grandes proporciones ceremoniales para con la estirpe de los humanos. Ella era bienvenida y recibida con total solemnidad y expectativa, por dicho concilio y debido a la ocasión, aunque esto no significaba que no fuera grata en otras oportunidades, solo que era de suma importancia para mantener el orden y concordancia dentro de la existencia universal, que "cada quien en su sitio", ya que cada criatura era concebida por un motivo y con un fin, no correspondía su presencia fuera de tiempo. Pero ese tiempo finalmente había llegado.

Leyenda, arma alada: El pactoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora