El día de la fiesta, yo ni siquiera tenía ganas de asistir. No tenía ganas de la charla sin sentido con tipos que no conocía, y bailes que me dejaban mareado.

Desde que entré en el salón, me quede sentando en el lugar más discreto que encontré, y no me moví en toda la noche.

Missy y James estaban contentos. Iban muy arreglados, y estaban muy guapos. Hoy tenían permitido pasar el rato juntos, y estaban muy habladores.

Después de la primera hora, pensé que moría de aburrimiento. ¿Como podía amar tanto la gente estas fiestas? Todos parecían tan emocionados. Yo estaba aburrido hasta el agotamiento. Solo quería ir a dormir.

Eran las diez de la noche cuando ocurrió. Las doncellas y los jóvenes bailaban el valls. Yo estaba fumando en pipa, y estaba planteándome seriamente la posibilidad de irme a dormir.

De repente, todo cambio. Fue como un sueño. No pude creerlo. Tuve tentación de pellizcarme para comprobar que no estaba dormido.

Acababan de entrar al salón los padres de Cecy. Él padre estaba sonriendo. Estaba más calvo que la ultima vez que le había visto. La madre estaba hablando, con un semblante divertido.

Cuando la vi, pensé que me moría. Se me detuvo el corazón, y creí que no lo soportaría.

Tenia el pelo recogido. Rizos rojos caían en su rostro. Sus ojos eran más azules que nunca. Más grandes que nunca. Más bonitos que nunca. Sonreía levemente. Casi como si tuviera vergüenza de ser tan hermosa. Me dejó sin aliento.

Me levante de un salto. La gente a mi alrededor dejó de existir. Ya ni siquiera escuchaba la música. Solo la veía a ella.

Aparte a los invitados a empujones. Estaba ansioso. Sentía que si no la alcanzaba enseguida, me desmayaría. Se me pararía el corazón si no la tocaba.

Su padre fue él primero en verme. Se le descompuso la cara. Dejó de sonreír.

La siguiente fue su madre. Y la ultima fue ella.

Cuando sus ojos se posaron en los míos, pensé que me estaba muriendo. Era demasiado. Moriría allí mismo, delante de ella.

Pude saber con exactitud en el momento en el que se le llenaron los ojos de lagrimas. Su cuello y mejillas estaban rojos de un segundo a otro. Sus labios formaron mi nombre.

No tuve compasión con la gente que me rodeaba. Les empuje sin miramientos. El corazón me estaba estallando en el pecho, y necesitaba llegar a ella.

Cecy se soltó del brazo de sus padres. Dio un paso atrás, chocando con una mujer que estaba justo detrás.

Se dio la vuelta, hondeando su gruesa trenza roja, y salió corriendo.

Grité. En medio de todo ese formalismo y etiqueta, grité.

-¡Cecy!

Casi me sentí extasiado con solo pronunciar su nombre. Me supo a gloria en los labios, y ya no quería parar de repetirlo. Cecy. Cecy. Cecy. Cecy. Cecy.

Cuando llegué a la puerta del salón, estaba sofocado. El cuerpo me iba tan rápido que me estaba agotando la energía.

Su padre no se había movido de allí, y no hizo ningún amago de apartarse. Era un hombre joven. Estaba bien conservado, y sabía que no sería fácil zafarme de él.

-Tengo que hablar con ella. -solté sin aliento.

Apretó la mandíbula.

-¿Acaso sabes lo que le has hecho sufrir? -me espeto.

Estaba histérico. Tenía que alcanzarla ya, o se iría otra vez.

-La quiero. -grazne.

Sonrió cínicamente.

-Claro que la quieres. Es imposible no quererla. Pero eso ya no importa.

-Por favor. Es mi esposa. La quiero. Necesito hablar con ella.

-Déjala en paz. Le rompiste el corazón, y no te mereces nada.

Él señor podría ser mi suegro y todo lo que sea, pero me estaba desquiciando. Cada segundo que pasaba alli parado, más lejos estaba mi mujer de mí.

-Perdóneme. -murmure.

Y le empuje. Los dioses me iluminaron y saque fuerzas de donde no las tenía. Mi suegro salió despedido contra la pared, y yo tuve mi oportunidad.

Salí corriendo. Nunca en mi vida he corrido con tanta desesperación. Escuché algunos jadeos de los invitados, pero daba igual.

Recorrí el pasillo en segundos. Ya podía escuchar los pasos acelerados de sus tacones.

Apreté el paso. Ya estábamos casi en el recibidor. Y de repente, podía ver su espalda. Su vestido hondeaba al ritmo de sus zancadas. Su trenza roja descansaba hasta el final de su espalda.

Se me debilitaron las piernas. Ya casi podía tocarla.

Lleguemos al recibidor. Las puertas de la calle estaban abiertas de par en par.

Ella se volteó una vez antes de poner un pie fuera. El brillo de sus ojos claros me detuvo el corazón.

Ella estaba fuera. Solo tenía que...

Un dolor punzante se clavó en mi nuca. Quise seguir mirándola. Quise seguir tras ella.

Pero se me cerraron los ojos, y pude sentir nada más.

Cuando El Amor Venga Where stories live. Discover now