-Eso demuestra el apego que tiene usted por Hertfordshire. Todo lo que esté más allá de Longbourn debe parecerle lejos.

Mientras hablaba se sonreía de un modo que Elizabeth creía interpretar. Darcy debía suponer que estaba pensando en Jane y en Netherfield, y contestó algo sonrojada:

-No quiero decir que una mujer no pueda vivir lejos de su familia. Lejos y cerca son cosas relativas y dependen de muy distintas circunstancias. Si se tiene fortuna para no dar importancia a los gastos de los viajes, la distancia es lo de menos. Pero este no es el caso. Los señores Gardiner no viven con estrecheces, pero eso no quiere decir que son tan ricos como para permitirse viajar con frecuencia; estoy segura de que mi amiga no diría que vive cerca de su familia más que si estuviera a la mitad de la distancia.

Darcy acercó su asiento un poco más al de Elizabeth y dijo:

-No tiene usted derecho a estar tan apegada a su residencia. No siempre va a estar en Longbourn.

Elizabeth pareció quedarse sorprendida, y el caballero creyó que debía cambiar de conversación. Volvió a colocar su silla en donde estaba, tomó un diario de la mesa y mirándola por encima, preguntó con frialdad:

-¿Le gusta a usted Kent?

A esto siguió un corto diálogo sobre el tema de la campiña, conciso y moderado por ambas partes, que pronto terminó, pues Charlotte y su hermana acababan de regresar de su paseo. El téte-a-tété32 las dejó pasmadas. Darcy les explicó la equivocación que había ocasionado su visita a la casa; permaneció sentado unos minutos más, sin hablar mucho con nadie, y luego se marchó.

-¿Qué significa esto?- preguntó Charlotte en cuanto se fue-. Querida Elizabeth, debe estar enamorado de ti, pues si no, nunca hubiera venido a vernos con esta familiaridad.

Pero cuando Elizabeth le contó lo callado que había estado, no pareció muy probable, a pesar de los buenos deseos de Charlotte; y después de varias conjeturas, se limitaron a creer que su visita había obedecido a las dificultades de encontrar algo que hacer, cosa muy natural en aquella época del año. Todos los deportes33 se habían terminado. En casa de lady Catherine había libros y una mesa de billar, pero a los caballeros les desespera estar siempre metidos en casa, sea por lo cerca que estaba la residencia de los Collins, sea por lo placentero del paseo, o sea por la gente que vivía allí, los dos primos sentían la tentación de visitarles todos los días. Se presentaban en distintas horas de la mañana, unas veces separados y otras veces juntos, y algunas acompañados de su tía. Era evidente que el coronel Fitzwilliam veía porque se encontraba a gusto con ellos, cosa que, naturalmente, le hacía aún más agradable. El placer que le causaba a Elizabeth su compañía y la manifiesta admiración de Fitzwilliam por ella, le hacían acordarse de su primer favorito George Wickham. Comparándolos, Elizabeth encontraba que los modales de coronel eran menos atractivos y dulces que los de Wickham, pero Fitzwilliam le parecían un hombre más culto.

Pero comprender por qué Darcy venía tan a menudo a la casa, ya era más difícil. No debía ser por buscar compañía, pues se estaba sentado diez minutos sin abrir la boca, y cuando hablaba más bien parecía que lo hacía por fuerza que por gusto, como si más que un placer fuese aquello un sacrificio. Pocas veces estaba realmente animado. La señora Collins no sabía qué pensar de él. Como el coronel Fitzwilliam a veces se reía de aquella estupidez de Darcy, Charlotte entendía que este no siempre debía de estar así, cosa que su escaso conocimiento del caballero no le habría permitido adivinar, y como deseaba creer que aquel cambio era obre del amor y el objeto de aquel amor era Elizabeth, se empeñó en descubrirlo. Cuando estaban en Rosings y siempre que Darcy venía a su casa, Charlotte lo observaba atentamente, pero no sacaba nada en limpio. Verdad es que miraba mucho a su amiga, pero la expresión de tales miradas era equívoca. Era un modo de mirar fijo y profundo, pero Charlotte dudaba a veces de que fuera entusiasta, y en ocasiones parecía sencillamente que estaba distraído.

Dos o tres veces le dijo a Elizabeth que tal vez estaba enamorado de ella, pero Elizabeth se echaba a reír y la señora Collins creyó más prudente no insistir en ello para evitar el peligro de engendrar esperanzas imposibles, pues no dudaba que toda la manía que Elizabeth le tenía a Darcy se disiparía con la creencia de que él la quería.

En los buenos y afectuosos proyectos que Charlotte formaba con respecto a Elizabeth, entraba a veces el casarla con el coronel Fitzwilliam. Era sin comparación el más agradable de los dos. Sentía admiración por Elizabeth y su posición era estupenda. Pero Darcy tenía un considerable patronato en la iglesia34, y su primo no tenía ninguno.

32. Téte-a- téte. En francés original. Conversación privada.

33. Se refiere a los deportes al aire libre. La caza era considerado el más importante de la época.

34. Tenía el derecho de nombrar a varios clérigos para distintas rectorías.

Orgullo y Prejuicio Jane AustenWhere stories live. Discover now