Gloria: In Excelsis Deo

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Habían dado las once de la noche. Las luces de Londres iluminaban los caminos por los que sus transeúntes deambulaban aquella noche de invierno. El vaho se escapaba de sus bocas debido al terrible frío que acechaba a la ciudad.

Freddie y Roger avistaron un lugar donde refugiarse de aquella helada. Un local en la esquina siguiente al que llegaron en menos de un minuto.

—No ha sido una buena idea salir hoy, ¿no te parece? —comentó sarcástico Roger, chasqueando la lengua y pasándose las manos por los brazos.

—Oh, vamos. No seas tan quejica —Freddie sacudió la mano entornando los ojos. Miró a su alrededor—. ¿Qué sitio es este?

—Al parecer un pub de música en directo.

Ambos avanzaron entre la gente. Era un establecimiento con decoración desordenada, pero con su propia estructura bohemia. Todos allí estaban bailando en su propio universo al ritmo de Rebel Rebel de David Bowie.

Roger se alejó para buscarles algo de beber a los dos, y Freddie se quedó cerca del pequeño escenario, en el fondo de la sala. Suspiró. Estaba bastante alicaído. Hacía unos meses que había tenido aquella incómoda y dolorosa conversación con Mary. No estaba seguro de nada. Había intentado centrarse en el grupo y en su música, pero su mente divagaba constantemente.

—Eh.

Dio un respingo por la presencia de alguien detrás de él que le había llamado. Pensó que sería su amigo, pero sin embargo se topó con un desconocido.

—No puedo pasar, ¿te apartas? —le dijo de forma brusca. Tenía el pelo oscuro, que te tapaba casi toda la cara.

—Claro, no hay que ponerse así —respondió con un deje de molestia, echándose a un lado.

El extraño alzó la cabeza, cruzando miradas con Fred. Alzó una ceja y sin añadir nada, se alejó por el hueco. Freddie bufó, importunado. Al cabo de unos segundos Roger volvió.

—Champagne para usted —le alargó una copa—, y vino blanco para mí.

— Ah, lo necesitaba. Gracias, querido.

—Me he enterado en la barra de quiénes actúan. Al parecer es un grupo amateur de punk rock. Creo que se llamaban...

Freddie no pudo oír el nombre, pues una chica de pelo oscuro con un vestido ceñido había subido al escenario y le estaba dando toquecitos al micrófono.

—Hola a todos —dijo sin emociones en la voz y de forma monótona, como si no quisiera estar allí—. Somos Deaf Goats.

—Así se llamaban —completó Roger.

La muchacha del tablado se alejó del micro, y cogió un bajo Fender que estaba en el suelo apoyado en un atril. Apareció allí arriba también un hombre alto de pelo claro y mirada seria, con una guitarra Gibson. Ambos se posicionaron a derecha e izquierda del escenario.

Por último subió una tercera persona, que Freddie reconoció. Se trataba de aquel tipo con prisas de hacía unos momentos. Se sentó detrás de la batería y le hizo una señal a sus compañeros para empezar a tocar. El concierto de Deaf Goats dio comienzo.

Son & DaughterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora