Capítulo 33. Familia

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—Mi matrimonio se acabó hace años por lo tanto no veo por qué un papel debería limitar mis sentimientos.— replicó Iker.

—Con papel o sin papel, usted tiene un hijo, usted una vez tuvo una esposa y siempre será un hombre que una vez contrató un matrimonio. Se puede esperar a que en cualquier momento se levante, agarre su ropa y se marche. Mi hija nunca se quedará en la situación en cuál se encuentra ahora su esposa, porque sigue siendo su esposa— expresó duro e Iker apretó la mandíbula.

—Milla, no es igual a mi ex mujer.

—No me interesa su pasado, señor Sinclair. Yo solo lo miro y noto lo mucho que mi hija puede sufrir a su lado— mi respiración se cortó al instante—Arregle su vida, joven, arregle su vida y cuando en ella habrá lugar solo para una mujer, entonces puede venir a hablar conmigo y entonces tal vez le permitiré conocer a Milla porque sin duda alguna usted no la conoce para nada.

—Milla es mi mujer y está llevando a mi hijo en su vientre. No hemos venido a pedir permiso, hemos venido a...— se detuvo al instante que mi padre se levantó de la silla.

—Estás en una familia con principios, una familia pobre que sigue conservando la moralidad y el honor. Usted no toma a la mujer que quiere, yo soy su padre y yo decido si usted es digno o no de mi hija.

—Papá— intenté meterme en la discusión, pero en cuanto posó su mirada en mí, me detuve.

—Ve con tu madre. Ahora.

Sabía que algo como esto podría pasar. Era de esperarse. Mi papá respetaba cada regla turca mientras que Iker era el que las desafiaba a todas. No era solo mi problema con el embarazo sino las diferencias entre dos familias, una menos rica y una que lo tenía todo. Los estandartes, la moralidad, la libertad mantenían conceptos diferentes.

—Milla, quédate aquí—sentí la mano de Iker en mi brazo mientras miraba a mi padre con dureza y seguridad.

—No es su mujer, Sinclair.— le dijo tranquilo. —Se lo dije. Si quieres a mi hija, vendrás por ella, pero como un hombre libre, presentarás tus intenciones y si yo les doy la bendición, se casarán como todas las parejas normales. Solo entonces tendrás algún derecho sobre ella.

—Los tiempos están cambiando. No hemos venido aquí a...— mi padre volvió a interrumpirlo.

—Su situación económica o su poder no importa entre estas cuatro paredes. Ahora estás en una casa de gente simple donde no podrás manejar todo como normalmente acostumbras a hacerlo. Aquí se aprecia la humildad, la honestidad y los sentimientos verdaderos, no la manipulación. Aquí no está firmando algún contrato, señor Sinclair, aquí se trata de la vida de mi hija y yo no lo considero bueno para ella.

Iker se había quedado completamente callado. Mi padre le estaba exigiendo exactamente lo contrario de lo que él mostraba. La forma calculadora y fría en cuál trataba la vida no era del agrado de mi padre.

—Milla, no trabajará más para usted y, comenzado por hoy, ella se queda en su casa. Le sería completamente agradecido si pudiera mandar a alguien con su ropa o si me permitiera ir por ella.— añadió mi padre—Por supuesto que no le estoy impidiendo verla.

—Esto está...— bufó molesto sonriendo sarcásticamente.

—Esto es lo que pasaba en mis tiempos, cuando los hombres escogían solo una mujer a su lado y cuando luchaban por ella. ¿Crees que para mí fue fácil conseguir a la mujer que tengo ahora a mi lado?—Lo retó mi padre y al final pude entender a lo que estaba jugando.

—No estamos en su tiempo.

—Lo veo, en mi tiempo no salías de un matrimonio así de fácil y mucho menos dejabas embarazada a otra mujer.— Hizo una pausa mientras caminó hacia nosotros y alejó la mano de Iker de mí. — Desde hoy no se tocan, ya se tocaron bastante— nos regañó haciendo que crucemos las miradas en un momento en el cual mi padre dejó de mirarnos—Puedes venir a visitarla, pero evidentemente lo harás en mi presencia. Tu visita acabará una vez con la caída del sol, por las noches no tienes absolutamente nada que hacer al lado de una mujer.

—Normalmente a esa hora salgo del trabajo.— replicó Iker.

—Normalmente, si uno quiere algo, lo consigue. Estoy seguro de que podrás hacer un esfuerzo o robar un poco de tiempo a lo largo del día para verla.— volvió a sentarse en su silla preferida mientras que mi mamá se le acercó. — Mi mujer le agradece las flores y los dulces, pero ya se hizo tarde, señor Sinclair, Milla tiene que descansar ya que andó muy sin cuidado y usted tiene que arreglar su vida.

—¿Tu papá me está echando?— susurró a mi lado.

Sonreí. Esa situación era una comedia. Mezclada con dramatismo, pero seguía siendo una comedia.

—Buenas noches, Sinclair— le dijo mi padre—Milla acompañarlo a la puerta.

Caminábamos los dos hacia la puerta de la casa en silencio y pensativos. Por primera vez, Iker no había controlado su estado y se mostraba realmente preocupado por esto para no contar que las cosas no habían salido para nada como él, y tanto yo nos habíamos imaginado.

—¿No puedes convencerlo para que te deje venir al trabajo?— me miró a los ojos.

—Tanto tiempo que tú sigues siendo el jefe de esa empresa, ni chance.— repliqué.

No sabía si Iker iba a cumplir con lo que mi padre le había propuesto e impuso, porque al final de todo no sabía si él estaba verdaderamente interesado en mí. Tal vez precisamente esto pensaba y mi padre, no sabía qué hacía ese hombre a mi lado.

—Si necesitas algo, márcame— me dijo mientras pasó sus dedos por mi mejilla.

—Estaré bien— lo aseguré antes de escuchar los pasos de mi padre— Sería mejor que te vayas— me mordí el labio inferior mientras pasó su mirada en el pasillo y negó con la cabeza.

—Bueno— arregló su chaqueta, haciéndome mirar lo fascinante y atractivo que se veía. —Hablamos mañana— se inclinó hacia mí para besarme, pero justo cuando a nuestros labios le faltaron unos milímetros, mi padre tosió.

—¿Sufren de amnesia los dos?— cuestionó—Milla, Iker, respetan las reglas de esta casa.

—Te veo mañana— murmuró molesto, dejándome un corto beso en la mejilla. —Cuídate.

—Tú también— susurré mientras abrí la puerta y un sentimiento de inseguridad se había apoderado de mí. ¿Y si no volvería? ¿Y si al final decide continuar con su vida sin tantas complicaciones?

—Deja de mirar esa puerta porque no se va a abrir para que andes corriendo tras de él— escuché la voz de mi padre—Vamos, a platicar seriamente.

¡Dios, ayúdame!

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now