Uno que últimamente se está volviendo recurrente.

- ¿Dónde está?

El más joven le da la dirección de un pequeño local en Malasaña y Luis se para el tiempo justo para meter la dirección en el GPS.

Definitivamente espera que el inicio del año no sea un pronóstico de lo que está por venir.

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El local de jazz es uno de los pequeños tugurios que aún resisten en Malasaña sin sucumbir a la brutal gentrificación del barrio. La puerta casi escondida da paso a un local que ha visto tiempos mejores. Solo hay unas cinco o seis personas, pero todos tienen puesta la atención en el diminuto escenario donde un trío de cuerda toca una pieza que le suena vagamente.

En la barra, delante de una enorme jarra de cerveza sin tocar está el objeto de sus preocupaciones.

Se deja caer en un taburete a su lado y le pone una mano en el hombro para hacerle notar su presencia.

Alfred tarda unos segundos en fijar la vista y reconocerle y después su mirada se disuelve al borde de las lágrimas.

- ¿Quién te ha avisado?

- Roi- Luis hace un gesto al camarero para que le sirva una copa de vino. Sigue sin gustarle la cerveza.

El otro hunde la cabeza en las manos. Se está convirtiendo en una mala costumbre que sus amigos tengan que acudir al rescate.

Luis le observa intentando suprimir cualquier rastro de exasperación.

Que es un sentimiento que Alfred le produce a menudo.

Independientemente de que lo quiera como a su hermano pequeño.

Y cuando tu molesto hermano pequeño tiene un ataque de ansiedad en un tugurio porque su ex novia le ha dejado por enésima vez, vas a buscarle, a llevarle a casa y a meterle en la cama, aunque sea lo último que te apetece hacer el primer día del año.

Donde Aitana y él decidieron apartarse de forma consciente al separarse, Alfred y Amaia decidieron intentarlo uno y otra vez hasta la náusea. A espaldas de todos sus amigos. Y cada vez, como una ola que viene y va contra la roca su espíritu se desgastaba un poco más.

Espera a que le pongan delante la copa de vino antes de hablar. Alfred sigue con la mirada perdida en algún punto entre el vaso de cerveza que sigue sin probar y el infinito.

- ¿Otra vez?

- Sí, pero esta vez es la definitiva.

Lo ha escuchado antes.

No es un experto en consejos. Su propia vida amorosa no es un ejemplo a seguir para nadie.

Hace dos meses, cuando volvió de su gira por Latinoamérica, Roi le puso al tanto de la situación. Llevaba otros dos meses recogiendo a Alfred de pequeños tugurios de ciudad a donde iba, en teoría a beber para olvidar, cada vez que Amaia y él rompían de forma definitiva por enésima vez.

Un día de noviembre, Roi le llamó desesperado, estaba en plena grabación de un especial de radio y no podía ir a socorrer a su amigo.

A Luis se le ocurren catorce personas que habrían sido mejor elección que él para la tarea.

Pero uno no deja a un hermano en la estacada.

Mucho menos a dos.

Así que aquella primera semana de noviembre, se sentó junto a Alfred y le dejó hablar durante horas. De lo mucho que la quería, de lo mucho que le inspiraba, de cómo se habían ido a vivir a Madrid para evitar las interferencias familiares de Barcelona, de como ella nunca discutía y simplemente hacía su maleta cuando la situación la superaba. De cómo volvía y él siempre esperaba a que volviese.

Si no tardas muchoWhere stories live. Discover now