—De acuerdo—. Y a Jaehyun se le hace agua la boca porque tiene mucha hambre, su estómago pide alimento y espera a que Youngho le sonría cálido y salga de la casa para devorar todo lo que encuentra a su paso.

Jaehyun piensa que ese hombre es endemoniadamente bueno con él y la duda lo invade. Las ilusiones también.

Maldito sea su ingenuo e iluso corazón, su alma descosida y su débil mente. ¡Maldito sea él! Le gusta la atención que recibe, tanto que se le está haciendo costumbre, tanto que le gusta pasar tiempo con Youngho haciendo cosas sin importancia y tanto que, aunque el pelinegro solo intentase ser amable por los días que convivieran juntos, estaba abriéndole un pelín su corazón. Pero solo un poco, un poco.

Y tal vez decir eso es ir rápido. Porque uno no abre su coraza a cualquiera y cualquiera no se cuela en la mente de uno, pero Youngho es especial. Sí, para Jaehyun lo es ya que hace tiempo que nadie le demuestra tal grado de cariño (si es que era cariño y no solo algo de aprecio) y lo hace sentir valioso.

   Han pasado tan solo unas semanas. ¿Está bien si quiera sentirse así?

   No lo sabe (o tal vez sí y prefiere decir que no porque teme ante la idea de sufrir de nuevo).

   Tras haber comido, Jaehyun decide escribir un poco sobre cómo se siente. El nombre de una persona resurge en su pensamiento y un sentimiento de deber, obligación, lo hace dedicarle una vez más una canción triste que nunca sería escuchada por la persona a la que estaba dirigida. Al final, aunque intente centrarse en lo que a él mismo le ocurre, liberarse de lo que siente en el momento, siempre acaba volviendo a Doyoung.

   Y eso apesta. Porque cuando se acuerda de todo lo que pasó no le queda otro remedio que llorar por lo que ya no tiene. Las lágrimas vienen solas, el dolor es constante, el daño ya está hecho y Doyoung, muerto.

   Pero piensa en Youngho y cree que puede ser el pequeño rayito de sol que necesita en su vida. Que tal vez quiera conservarlo a su lado, forjar una amistad que lo salve cuando esté tocando fondo. Han pasado semanas, se repite, solo semanas, pero Youngho ha hecho mucho más por ello que muchas de las personas que conoce.

   Si tuvo su hombro para llorar nada más conocerlo, ¿podrían seguir así? ¿Podría Youngho quedarse? ¿Querría? Medita en ello y concluye con que no debería volverse tan dependiente de alguien en tan poco tiempo. Tal parece que tiene una lucha interna, donde una parte le dice que no hay nada de malo en dejar entrar a alguien en su vida, que le vendrá bien, mientras otra le aconseja que no lo haga porque cuando descubra su historia le tendrá lástima, se compadecerá de él, y es muy orgulloso como para dejar que alguien le tenga pena.

   Ya le basta con la que él mismo se tiene.

   Arroja la libreta a un lado y seguidamente el bolígrafo. Limpia las pocas lágrimas que apenas logran rozar sus mejillas y respira; a él no le gusta seguir llorando por algo que se supone que debería estar superado porque cierta persona no merece ni cruzarse por su mente, no le gusta pero lo hace.

   Toma otra decisión. Va a salir a tocar porque hace unos días que no ha tenido ocasión, así que coloca su máscara para que nadie lo reconozca y toma su guitarra por las asas de la funda que la envuelve. Camina sin siquiera levantar la cabeza, sus pies ya saben hacia dónde se dirigen y se mueven por sí solos.

   Cuando pisa un charco, se da cuenta de que ha estado lloviendo. Lo cual lo motiva más a lloriquear debido a que odia los días lluviosos, los odia como nadie tiene idea, los odia porque la lluvia cae directa en su corazón y lo inunda de recuerdos. Y aún así, con dicho órgano haciéndose cada vez más pesado, aguanta las lágrimas como puede.

sur des rêves et des bisousWhere stories live. Discover now