-Tenemos que calmarnos, hemos estado años preparándonos para complacerla, no podemos estar así.

Eiji asintió a su hermano Hiro, se levantó sintiéndose con deseo de correr hacia ella, deseaba arrancar sus ropas de un tirón, arrojarla a la cama abierta de piernas mientras chillaba su nombre, alzaría sus nalgas llevando su vagina hasta sus labios para saborearla. Se negó tratando de calmarse, tirando de sus cabellos con ambas manos, estirando su fornido cuerpo. Camino hasta una cinta de correr y comenzó a moverse al trote acelerando más y más hasta comenzar a perlar sudor y sentirlo llenar su ropa haciéndola pegarse a su tonificado cuerpo, cuando un saludo los llamo antes de lo previsto, miro el móvil sonriente como sus hermanos, se secó el sudor y bebió agua tranquilo, tomando respiraciones.

- ¿Hola?

Sonaba asustada su pequeña y frágil humana, debían cuidarla, mantenerla bajo sus alas, la hembra de unos dragones debía ser protegida como lo que era una joya, su joya.

- Hola preciosa.

La vio mirar a todas partes sin ver absolutamente nada más que paredes, las cámaras estaban perfectamente ocultas.

- ¿Quién eres?, ¿Qué quieres de mí? Tengo dinero, te daré todo el que quieras.

Negando se mordió el labio acariciando su cuello de cisne desde la pantalla del teléfono móvil pensando en todo lo que quería hacer con ella al igual que sus hermanos.
- Ponte el vestido y los zapatos que tienes a los pies de la cama, ahora vamos a por ti.

Viéndola mirar hacia la ropa minuciosamente colocada en la gigantesca cama la vio negar.

- ¡No!, déjeme marchar.

Su primer ataque de ira no se hizo esperar y cogió la ropa y los zapatos, lanzándolos hacia la puerta del dormitorio, los cambiantes que alrededor del gimnasio mantenían conversaciones y reían se quedaron callados y salieron de allí

- ¿Te pondrás el vestido y los zapatos?, por favor.

Volvió a negar haciendo a los cinco hermanos gruñir, a pesar de él insistir, ella se lanzó a la puerta del dormitorio gritando, chillando.

- No, ¡Ayuda!, ¡Por favor que alguien me ayude!

Ella se volvió, buscaba algo con la mirada, algo que nunca encontraría. Finalmente, Eiji se calmó respirando por la nariz y soltando por sus labios.

-¿Necesitas ayuda?

Enma se acercó a la puerta golpeándola con todas sus fuerzas de nuevo.

- ¡Déjeme salir maldito loco!

Con calma él volvió a repetir.

- El vestido y los zapatos, no te lo repetiré Enma.

La vio dar una patada hacia una mesa mientras chillaba dejándose caer al suelo de nalgas, cogiéndose el pie con ambas manos mientras soltaba ruidos de dolor por los labios hasta que él volvió a pedirle que se vistiera por favor.

- ¡No pienso hacerlo!

Él no volvió a hablar y Enma cuando se levantó comenzó a llamarlo, insultándolo, diciendo palabras furiosas cargadas de ira.

- ¡¿Hola?!

Una hora más tarde ella se daba la vuelta de la puerta que intento volver a abrir mientras trataba de escuchar algo y de golpe se abrió mientras un cuerpo la cargaba hasta los pies de la cama de espaldas.

- ¡Basta!, por favor, déjeme marchar.

Le ataron las manos a la espalda, comenzó a tironear de su vestido hasta que la dejo en ropa interior. Se la tiró uno de ellos al hombro y la sacó del dormitorio, bajo unas inmensas escaleras con el pelo de ella envolviéndose en sus caderas

- Bájame, bájame.
La dejo en una silla y la acerco hasta una mesa alta donde la puso pegada a sus pechos para que no se moviera, ella lo vio, pero cuatro más se pusieron alrededor de él.

- ¡Dragón!

Eso los hizo sonreír mientras la veían tratar de alejar la pesada silla de la mesa.

- Hola Enma, es un placer que te acuerdes de nosotros.

Parando en sus esfuerzos los recorrió con la mirada viendo que estaban recién duchados, sus cabellos se mantenían algo mojados, con ropas ajustadas a sus cuerpos trabajados a la perfección.

- ¿Qué queréis de mí?

La vieron con las pupilas completamente dilatadas mientras su pecho subía y bajaba rápido, su olor picante a miedo, todo los hacia desear arrojarse contra ella, acariciarla y calmarla.

- Muchas cosas.

Enma alzo las cejas sorprendida ante sus palabras. Finamente asintió.

- Os puedo dar lo que queráis, pedirme lo que queráis.

Todos la miraron con fuego en los ojos haciéndola comprender.

- ¿Qué queréis?

Bajo la mesa Enma apretó los dedos, hasta hacer que sus nudillos con todas sus fuerzas se pusieran blancos, tratando de calmarse tomó respiraciones por la nariz, soltando por sus labios él aliento.

- Tu sumisión.

Sumisa de cinco dragonesWhere stories live. Discover now