- Quiero verla aquí, completamente desnuda sobre mi cuerpo, montándome salvajemente mientras sus cabellos me rozan las piernas, no necesitare más tesoros, los tendré todos con ella aquí.

Eiji ansioso asintió a su hermano. Mientras observaba llegar a alguien por las sobras que se reflejaban en los techos de aquel lugar. Era uno de los tres hermanos cambiantes como ellos y mejor amigo de sus infancias, cogió su hombro y sonrió con dientes afilados.

- Tenemos buenas noticias.

Esas palabras hicieron a sus hermanos transformarse y volar hasta la gran altura donde él estaba.

- Habla Hojo.

Sonriente él dragón pestañeo haciendo a sus ojos grises oscuros cambiar a los de un dragón.

- Le han ofrecido hacer una gala benéfica en la capital y ella ha aceptado.




Enma.

- Vamos cariño, ¡Venga Enma dámelo todo!, sexy, así, eso es, perfecto, perfecto, una más preciosa.

Su espalda crujió haciéndola chillar mientras se tocaba donde le dolía, ser modelo era duro. Más de lo imaginado, se moría por un montón de pan de queso con bolitas de carne, patatas y un maldito refresco con extra de azúcar, de postre podría tomar bolas de brigadeiros de su país, la boca se le hacía agua. Pero no, debía comerse una ensalada con trocitos de queso fresco y sin apenas aliño.

- ¿Enma?, cariño, ¿Estas bien?

Asintiendo a uno de sus pocos amigos del género masculino, le sonrió viéndolo llegar con un gran vaso de agua mientras la ayudaba a incorporarse y llegar a un mullido sillón.

- Tranquilo Vicente, llevamos una sesión un poco larga de poses difíciles.

Éste soltó una graciosa carcajada haciéndola sonreír mientras la hacía mirar sus pantalones llamativos.

-  Ya mismo tienes vacaciones, podrás tomarte un tiempo. Disfruta del sol y la arena.

Enma suspiro con tristeza.

- Mi manager me ha llamado esta mañana y resulta que tengo que acudir a una gala benéfica en la que se subastará una cena conmigo y me venderé ante varios hombres, después si tendré mis merecidas vacaciones.

Vicente se tocó el pecho soltando un gemido angustioso, ruidoso.

- Pero tú no haces esas cosas Enma. No soportas a los hombres.

Con tristeza ella suspiro.

- Bueno, siempre trate de donar el dinero suficiente para no tener que hacerlo, pero por nada del mundo mi manager ha conseguido persuadir a los que llevaban esa gala, han insistido, se han hecho donaciones extra para entrar en la subasta en el último momento, solo me ha dicho que los japoneses son muy tozudos en sus decisiones.

Viéndolo pestañear varias veces sabiendo que quería cambiar de tema suspiro de nuevo deseando que el agua de su mano fuera Vodka.

- Japón, tú, tú hermana estaba allí trabajando, alguna vez me has hablado de ella.

Asintiendo Enma lo miro a los ojos.

-Se hizo jefa de policía en Tokio recientemente.

Acercando su mano hasta su teléfono móvil trago con el vaso de agua entre los labios, gimió al tragar rápidamente el agua helada.

- ¡Mira qué hora es!

Vicente se levantó tras ella viéndola mirar a su alrededor tratando de buscar sus ropas, finalmente tras ayudarla la guio hasta su vehículo besando una de sus mejillas. Enma trato de meter prisas al conductor de su vehículo privado y finalmente tras mandar al hombre que cargara las maletas que había en la puerta de su casa preparadas y una ducha más rápida de lo normal volvió al vehículo viendo todo correr deprisa hasta llegar al avión privado que la llevaría hasta Japón.
Bastantes horas más tarde sus pies pisaron tierra, atravesó el aeropuerto a pie y se encontró con varios tipos fornidos y tatuados, uno se acercó inclinándose sonriente, haciéndola respirar con fuerza mientras trataba de calmarse por la presencia de esos tíos enormes.

- Bienvenida a Japón señorita Enma.


Gala benéfica.

Emma no sabía que hablaban los hombres a su alrededor, ella solo hablaba portugués e Inglés, un intérprete le hubiera venido de perlas, pero no quería a nadie cerca de ella. Ya bastante tenía suficiente con tener que cenar con algún japonés que le babeara durante una asquerosa cena que le habían pedido y ella había querido donar, intentó sonreír, pero su repulsión hacia los hombres la hacía intentar aguantar las arcadas que las miradas fogosas y deseosas le producían. Salió a dar una vuelta a la pasarela de puja, todos vieron a una hermosa morena de cabello negro hasta sus nalgas, de ojos azules, labios gordos y piel de caramelo, mantenía la mirada fija hacia adelante, no queriendo reconocer a nadie, manteniéndose completamente fría y seria, necesitaba un descanso, uno grande.
La gala paso más rápida de lo que ella había esperado, tomó algunas copas con varios invitados, tratando de entenderlos sin apenas conseguir llegar a hablar más allá de palabras incompletas, algunos si hablaban inglés, incluso portugués, pero ella no paraba de mirar la hora, sintiendo la presión de las miradas alrededor de ella. Puesto que tenía que ser la cena esa misma noche para poder irse a unas vacaciones rápidas, volar hasta Milán en menos de quince días, a grabar un nuevo anunció para una marca de zapatos que pago una inmensa fortuna, para que los paseara en tanga y tapándose los pechos por medio de la ciudad. Por lo que debía apresurar todo.
Cuatro horas después se estaba cambiando para acudir corriendo a la cena y salir pitando para poder dormir unas horas en el vuelo, un chofer tatuado hasta las orejas la saludo con una inclinación de cabeza, ella no lo miró a la cara, la gorra que llevaba el chófer se lo prohibía, se subió a la limusina, esperando a que el conductor diese la vuelta y arrancase, aprovechando para ponerse un poco de labial, mirándolo de reojo por el espejo retrovisor, pero el hombre atendía a su trabajo en completo silencio, subió la ventanilla que separaba a ambos y Enma simplemente suspiró volviendo sus ojos hacia la ciudad. Cuando entraba en el restaurante se sentía como una pieza de carne, todo humano tenía un precio y ella acababa de descubrir el suyo. La desorbitante cifra había causado un inmenso revuelo en el gran salón de subastas, pero como el comprador había pedido discreción no lo había llegado a conocer aún.
Cinco hombres que no eran de Japón rodeaban una mesa, sin nadie más que el cocinero y una camarera que ocupaban el lugar. Tras la camarera llego hasta los cinco musculosos mirándolos levantarse en sus impolutos trajes a medida para esos cuerpos tan grandes.

- ¿El señor dragón?

Los cinco asintieron agachándose en un saludo mientras ella se quedaba boquiabierta.

- Pero ustedes son cinco y ninguno es japonés.

Ellos cinco de ojos grises con fuego se levantaron, haciéndole una ligera inclinación de cabeza.

- ¿Y eso es un inconveniente?

Los cinco hermanos vieron a varios de sus amigos cambiantes salir de las sombras por si los necesitaban, pero Eiji alzo una mano un poco negando haciéndolos retroceder, ella había acudido sola.

- No, está bien, pero la cita era con una persona, no con cinco.

Quitándose la chaqueta dejo a relucir su cuerpo envuelto en un precioso vestido negro que los hizo babear.

- ¿Cómo se encuentra esta noche?
Alzando la mirada observo al hermano que hizo la pregunta, enseguida supo que eran hermanos, se parecían considerablemente. Por aspecto era él más joven, pero su tamaño impresionaba, era tan ancho y fornido que podría levantarla con las yemas de sus dedos y seguramente utilizarla como si fuera una simple pesa.

- Bien, gracias por preguntar.

Hiro la increpaba más que ninguno, tratando de sacarle todo lo que pudiera de sus vacaciones, de sus próximos trabajos, tratando de quitarle la gruesa pared que había puesto de hielo entre ellos, pero por nada consiguieron que ella cambiara ni siquiera su rostro serio y feroz.

- Eres muy hermosa.
Con una amenaza de marcharse los cinco se miraron sonrientes volviendo sus miradas a ella mientras le negaban, apenas dejaba que le dijeran ningún tipo de piropo. Pero tras media hora de preguntas más entre sushi, ramen y sake, le estaba soltando la lengua a Enma.

- ¿A que se dedican ustedes?

Hideo la miraba cada vez con más y más deseo, viendo como las mejillas se le iban tiñendo de un hermoso tono rosado, pasando a uno más oscuro, mientras sus pupilas se dilataban lentamente y sus labios se humedecían. Gruñendo su deseo se miraba las manos que le ardían deseando lanzarse con sus garras a por ella y llevársela hasta su mansión a rastras. Dai se veía más acorde a su edad, era muy musculoso y sus ojos grises con manchas rojas eran increíbles.

- Importamos comida fuera, algunos dicen que el sushi es afrodisíaco.

Enma  apretó los labios aguantándose la risa.

-¿Comerse un pescado crudo?

- Algunas personas dicen que le excita comerlo.

Eiji con los ojos grises destelleando en rojo las manchas que parecían brillar respiraba pesadamente tratando de calmarse.

- No sería yo una persona de esas.
Viéndola decir eso frunciendo sus labios hacia ellos, el ambiente se iba cargando a su alrededor.

- ¿Y qué le excita a usted?

Hiro la miró con tanto deseo que una corriente de calor que en su vida había sentido la inundó haciéndola temblar.

- ¿Para qué queréis saber eso?

Enma observó a Hideo con tanto asco que lo hizo sentir a su corazón apagarse completamente entristecido. Pero alzando las cejas la miró mordiéndose los labios.

- Para cuando estemos enterrados en el fondo de tu cuerpo, poder hacerte gritar nuestro nombre.

Hideo la miro con sus ojos volviéndose rojos como la lava de un volcán que a su yo interior la hicieron rogar por su alma.

- ¡Eso nunca sucederá!
Sin mediar palabra se levantó hecha una furia, marchándose sin volver a mirar atrás, salió a la fría noche y él chofer apago en cigarrillo que estaba fumándose apoyado en una pared para abrirle la puerta con una inclinación. Subió mirando atrás con miedo cuando él chofer subió  arrancando, Enma miro varias veces hacia atrás sintiendo su piel tibia tras las miradas tan extrañas de los tipos del restaurante, se abrazó a sí misma y bajando la mirada vio humo salir debajo de su asiento, alzo la mirada al escuchar al chofer subir la ventana que los separaba y empezó a salir con más fuerza el humo blanco de debajo de su asiento, llevándose las manos a la cara trato de contener el máximo tiempo la respiración mientras buscaba una manera de salir del vehículo.

- Shi, shi (Gritaba en japonés Enma, era casi lo único que sabía decir), ábrame por favor.

Enma golpeo la ventana del conductor, se quitó un zapato, tratando de golpear los cristales, tiraba del tirador de la puerta temblando de los nervios como una loca mientras caía en la inconsciencia.

Sumisa de cinco dragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora