faible, trop fragile

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O puede que, en verdad... no hubieran perdido la fe en él porque, simplemente, nunca la hubieran tenido, nunca se hubieran sentido orgullosos de Jaehyun.

Porque él no ha sido y no será jamás como ellos, aunque lo intente y pretenda serlo ante los ojos de los demás. Desde el día en el que pudieron ver la sensibilidad que él poseía, lo débil que podía llegar a ser ante situaciones que ellos podrían sobrellevar sin una gota de dolor o remordimiento, al darse cuenta de que Jaehyun era un ser lejano a la maldad y a ser tan frío como ellos, lo repudiaron.

Lo repudiaron porque si uno es débil, si se muestra frágil, no es nadie. Según ellos.

Jaehyun está de acuerdo. No es nadie.

—¿Hola? ¿Jaehyun?—. Escucha la voz de Youngho inundar la habitación y abre los ojos, dándose cuenta de que ha caído ante el sueño y se ha encerrado en un abismo de malos pensamientos sin darse cuenta.

—Sí —murmura con la voz ronca y asoma su cabeza por encima del respaldo del sofá, para que Youngho pueda localizarlo.

Se sorprende al ver el uniforme que lleva puesto. Tan familiar, uno que había sido suyo hacía tan solo unos días.

—He traído unas cuantas cosas del trabajo. Um, ¿te apetece algo? —ofrece mientras se acerca y le tiende una bolsa color rosa pastel que ya ha visto muchas veces. Observa el interior y su mano va directamente hacia el croissant de mantequilla— ¿No quieres nada más?

   —No, gracias.

   Toma el croissant entre sus dientes y el sabor se esparce inmediatamente por toda su boca. Siempre le han gustado los croissants de la panadería de Youngjae, pero extrañamente el que prueba ahora está incluso más delicioso que los que él preparaba cuando trabajaba allí.

—Youngho, ¿trabajas en La rose d'or? —pregunta con trozos de comida aún en la boca y se avergüenza después de haber formulado la pregunta— lo siento.

Siente sus orejas arder cuando escucha una risita tímida salir de Youngho. Escucha sus pasos y sabe que se está acercando, lo confirma cuando lo ve sentarse en un pequeño sofá de una sola plaza que hay al lado del grande donde él duerme. Antes de responderle, sonríe mientras apoya su cabeza en las manos y Jaehyun piensa que es porque es la primera vez que le muestra algo de interés y le pregunta por él.

—Síp. ¿Por qué?

—Nada —niega con la cabeza y pronto hace una mueca de dolor que intenta disimular. Maldito sofá y maldita su vida por tomar tal rumbo—, bueno, yo. Yo trabajaba ahí hasta hace dos días. Me despidieron.

—Oh. Así que, ¿soy tu sustituto?

—Eso creo.

Youngho parece distraído y Jaehyun no puede decir por qué.

Lo que pasa es que Youngho está soñando despierto otra vez, pensando en que las casualidades tan grandes que están teniendo lugar no pueden ser cualquier cosa, deben tener algún significado y él no va a quedarse de brazos cruzados esperando a que ocurra un milagro que le abra los ojos a Jaehyun mágicamente. Por supuesto que no.

Mientras que Youngho va a intentar ser alguien importante para Jaehyun, éste no quiere dejar entrar a nadie más en su vida porque teme hacer daño y herir a personas que no se lo merecen.

No obstante y muy a pesar de sus ideas, Jaehyun se siente cómodo con la presencia de Youngho y hasta su mente y corazón están de acuerdo en hablarle y saber más de él, en seguir preguntándole cosas para satisfacer la curiosidad que no había sacado a flote hasta ese momento.

—¿Y qué tal con Youngjae? ¿Es muy duro contigo?

En cuanto pronuncia esas palabras, se asusta. Algo lo aterra porque ya no hay ninguna voz interna que le diga que se detenga y quiere saber más y más acerca del hombre que tiene delante. Incluso Youngho parece asombrado de que esté dispuesto a hablarle voluntariamente.

—Algo. Podría ser peor, aunque tiene carácter —comenta mientras ríe suavemente y cuando deja de hacerlo, se dirige a Jaehyun—. ¿Cuánto tiempo trabajaste allí?

—Casi un año —murmura y agacha la cabeza. Youngho sabe en ese momento que recordar sus inicios en aquella panadería le ha traído malos recuerdos y se remuerde por ello.

El ambiente pasa de ser cómodo a tener una tensión casi palpable, Jaehyun se pierde de nuevo en los recuerdos y Youngho no sabe qué hacer o qué decir. Si debería irse porque lo ha hecho tocar fondo o quedarse un rato más por si acaba explotando de nuevo y necesita unos brazos que puedan envolverlo y darle el consuelo que precise.

—Debería ir a ducharme, si lo hago más tarde podría resfriarme.

Jaehyun habla primero y ve necesario añadir la razón de por qué debe marcharse, por si de alguna forma Youngho llega a pensar que es su culpa que siga estancado en un pasado misterioso y lleno de sufrimiento. Porque no lo es, tal pregunta no debería haberle afectado tanto y Youngho no sabe nada, así que no podía ser culpa suya.

Ahí estaba de nuevo. Su preocupación y empatía, las cuales lo hacían indeseable a los ojos de sus padres y las cuales no podía eliminar de su interior por mucho que quisiera. Había intentado ser frío, inalcanzable, incluso desagradable a los ojos de Youngho porque no necesita que nadie lo compadezca y luego lo abandone, para recordarle así lo débil que es.

—De acuerdo. N-no hay mucha agua caliente, así que no tardes mucho, por favor —pide con calma y con remordimiento en su voz y Jaehyun asiente.

Antes de salir del salón, Jaehyun se apoya en el marco de la puerta y recuerda la nota mental que hizo unas horas atrás.

—Ah, Youngho. Gracias por el desayuno, pero no tienes por qué hacerlo. No te molestes —le agradece y Youngho lo mira, sin decir nada. Se aclara la garganta, algo incómodo.

—No me molesta. Siempre preparo mi desayuno, no me importa hacer algo más. Además, así no se ensucian las cosas dos veces, y si no se ensucian dos veces, nos las lavamos dos veces y si no las lavamos dos veces...—Youngho toma aire y continúa— a-ahorramos agua. ¡Es muy lógico!

Jaehyun reprime las ganas que tiene de reírse. Porque las tiene, y vaya si las tiene. Solo suspira con una mueca parecida a una sonrisa muy, muy forzada y se va, dejando a Youngho y su vergüenza solos en el salón.

   Se encierra en el baño y se desnuda lentamente, estremeciéndose al tacto de sus dedos largos y helados con su piel y por la falta de vestimenta que lo cubra. Piensa en darse una ducha, pero la tentación le gana y acaba llenando la bañera para relajarse un rato dándose un largo baño con agua caliente.

   Agradece que la bañera sea grande porque de otra manera su cuerpo no habría cabido. Entra lentamente, deleitándose por el cambio entre su alrededor frío y la calidez del líquido que ahora lo cubre. Incluso su cuello parece relajarse y no doler tanto.

   Tararea una canción indie algo vieja en voz baja y se da cuenta de que lleva unos días sin poder cantar en alto. Y al recordar su corazón se encoge, sus dedos pican, sus brazos tiemblan. Necesita salir, sí, coger su guitarra y su abrigo desgastado y calmar el picor de sus dígitos que le piden por favor poder rozar las cuerdas del instrumento, aliviar el ardor de su garganta cantando tristes canciones dirigidas a alguien que nunca más podría escuchar su voz ni la de nadie, alguien que ya no estaba, alguien que... que se había ido y no iba a volver.

   Con un dolor intenso en la cabeza y mucho pesar en el alma, sale de la ducha y se viste rápido con lo primero que encuentra. Youngho sigue en el sofá, observando cada una de sus acciones y quedándose totalmente confuso.

   Jaehyun ni siquiera lo mira. Se limita a agarrar su guitarra mientras le gotea el pelo y sale del piso en un abrir y cerrar de ojos. Youngho sabe dónde encontrarlo.








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