Pero la atención de todas las damiselas fue al instante acaparada por un joven al que no habían visto antes, que tenía el aspecto de ser todo un caballero, y que paseaba con un oficial del lado opuesto de la calle. El oficial era el señor Denny en persona, cuyo regreso de Londres había ido Lydia a averiguar, y se inclinó para saludarlas al pasar. Todas se quedaron impresionadas con el porte del forastero y se preguntaban quién podría ser. Kitty y Lydia, decididas a indagar, cruzaron la calle con el pretexto de que querían comprar algo en la tienda de enfrente, alcanzando la acera con tanta fortuna, que, en ese preciso momento, los dos caballeros, de vuelta, llegaban exactamente al mismo sitio. El señor Denny se dirigió directamente a ellas y les pidió que le dejasen presentarles a su amigo, el señor Wickham, que había venido de Londres con él el día anterior y había tenido el honor de aceptar su destino en el Cuerpo. Esto ya era el colmo, pues pertenecer al regimiento era lo único que faltaba para completar su encanto. Su aspecto decía mucho en su favor, era guapo y esbelto, de trato muy afable. Hecha la presentación, el señor Wickham empezó una conversación con mucha soltura, con la más absoluta corrección y sin pretensiones. Aún estaban todos allí de pie charlando agradablemente, cuando un ruido de caballos atrajo su atención y vieron a Darcy y a Bingley, que, en sus cabalgaduras, venían calle abajo. Al distinguir a las jóvenes en el grupo, los dos caballeros fueron hacia ellas y empezaron los saludos de rigor. Bingley habló más que nadie y Jane era el objeto principal de su conversación. En ese momento, dijo, iban de camino a Longbourn para saber cómo se encontraba; Darcy lo corroboró con una inclinación; y estaba procurando no fijar su mirada en Elizabeth, cuando, de repente, se quedó paralizado al ver al forastero. A Elizabeth que vio el semblante de ambos al mirarse, le sorprendió mucho el efecto que les había causado el encuentro. Después de una pequeña vacilación, Wickham se llevó la mano al sombrero, a cuyo saludo no se dignó Darcy a corresponder. ¿Qué podría significar aquello? Era imposible imaginarlo, pero era también imposible no sentir una gran curiosidad por saberlo.

Un momento después, Bingley, que pareció no darse cuenta de lo ocurrido, se despidió y siguió adelante con su amigo.

Denny y Wickham continuaron paseando con las muchachas hasta llegar a la puerta de la casa del señor Phillips, donde hicieron las correspondientes reverencias y se fueron a pesar de los insistentes ruegos de Lydia para que entrasen y a pesar también de que la señora Phillips abrió la ventana del vestíbulo y se asomó para secundar a voces la invitación.

La señora Phillips siempre se alegraba de ver a sus sobrinas. Las dos mayores fueron especialmente bien recibidas debido a su reciente ausencia. Les expresó su sorpresa por su rápido regreso a casa, del que nada habría sabido, puesto que no regresaron a casa en su propio coche, de no haberse dado la casualidad de encontrarse en el mancebo del doctor Jones, quien le dijo que ya no tenía que enviar sus medicinas a Netherfield porque las señoritas Bennet se habían ido. Entonces Jane le presentó al señor Collins a quien dedicó toda su atención. Lo acogió con la más exquisita cortesía, a la que Collins respondió con más finura aún, disculpándose por haberse presentado en su casa sin que ella hubiese sido advertida previamente, aunque él se sentía orgulloso de que fuese el parentesco con sus sobrinas lo que justificaba dicha intromisión. La señora Phillips se quedó totalmente abrumada con tal exceso de buena educación. Pero pronto tuvo que dejar de lado a este forastero por las exclamaciones y preguntas relativas al otro. La señora Phillips no podía decir a sus sobrinas más de lo que ya sabían: que el señor Denny lo había traído de Londres y que se iba a quedar en la guarnición del condado con el grado de teniente. Agregó que lo había estado observando mientras paseaba por la calle; y si el señor Wickham hubiese aparecido entonces, también Kitty y Lydia se hubiesen acercado a la ventana para contemplarlo, pero por desgracia, en aquellos momentos no pasaban más que unos oficiales que comparados con el forastero, resultaban "unos sujetos estúpidos y desagradables". Algunos de estos oficiales iban a cenar al día siguiente con los Phillips, y la tía prometió que diría a su marido que invitase a Wickham, si la familia de Longbourn quería venir por la noche. Así lo acordaron, y la señora Phillips les ofreció jugar a la lotería y tomar después una cena caliente. La perspectiva de semejantes delicias era magnífica, y las chicas se fueron muy contentas. Collins volvió a pedir disculpas al salir, y se le aseguró que no eran necesarias.

De camino a casa, Elizabeth le contó a Jane lo sucedido entre los caballeros, y aunque Jane los habría defendido de haber notado algo raro, en este caso, al igual que su hermana, no podía explicarse tal comportamiento.

Collins halagó a la señora Bennet ponderándole los modales y la educación de la señora Phillips. Aseguró que aparte de lady Catherine y de su hija, nunca había visto una mujer más elegante, pues no solo lo recibió con la más extraordinaria cortesía, sino que, además, le incluyó en la invitación para la próxima velada, a pesar de sr totalmente desconocido. Clero que ya sabía que debía atribuirlo a su parentesco con ellas, pero no obstante, en su vida había sido tratado con tanta amabilidad.

Orgullo y Prejuicio Jane AustenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora