Capítulo 24. Una tras otra.

Start from the beginning
                                    

—¿Estás bien?— se sentó a mi lado acariciándome la frente y las mejillas varias veces. —¡Háblame, tarada!

—¡Estoy bien, pyojosa!—exclamé. —¿Qué haces tú aquí?—cuestioné y se me encogió el estómago mientras noté que mi jefe se nos estaba acercando.

—¡Milla!— La puerta volvió a abrirse de un tirón y el rostro de Valentina apareció también. Igual de preocupada, como si todo el Estambul estaría en llamas. Le dedicó una mirada fugaz a su hermano y luego clavó toda su atención en mí.

«Pero, ¿qué diablos?»

—Eres una dama. Gracias por cerrarme la puerta en la nariz— dijo Emir, quien entró molesto a unos segundos de distancia. —¿Cómo estás?—lo escuché preguntándole a Iker y otro espasmo recorrió mi estómago.

«Creo que voy a vomitar. «Este viernes ya valió, madres»

Me desconecté por completo. Irina y Valentina me hablaban sin parar, preguntándome sobre mi estado, obligándome a beber agua y a comer chocolate.

—¡Ya!—alejé la tableta de chocolate de mi boca con un ligero empujón. —Fuiste tú el chismoso que alertó el mapamundi, ¿verdad?— lo acusé con el ceño fruncido.

—Milla, el señor Sinclair solo...— se interpuso mi amiga intentando domar mis impulsos que estaban a flor de piel, pero la interrumpí poniéndome de pies, exigiéndole una explicación al retrasado de mi jefe.

En realidad, ni siquiera me importaba que los habían llamado. Mi enojo con él era por otra razón y mi jefe lo sabía.

—¿Por qué no llamaste también al presidente?— me dirigí hacia él furiosa mientras me miró inexpresivo. Noté que había algo diferente en mí y miré hacia abajo. —¡Ah!¿Dónde...¡Mis zapatos!— volví a mirarlo y a poco me convertí en un dinosaurio con la capacidad de echar fuego por la nariz. —¿Qué hiciste con mis zapatos?

«Te quiero carbonizado, jodido mentiroso»

El precio de unos minutos consideré que ni siquiera me había prestado cualquier atención, pero luego cerró lentamente sus ojos por unos segundos, dio un suspiro reprimido y dijo:

—Les voy a pedir que nos dejen solos por unos momentos.

«¿Te crees valiente?¡Pues ya verás, comecoños!»

Los tres se miraron entre ellos, dudando en cumplir la petición de Iker, quien seguía fijándome como si con la desaparición de ellos la tormenta desapareciera y nosotros íbamos a tener una charla tranquila. «Iluso» Su mirada confiada me retaba aún más.

—Milla— pronunció mi nombre en cuanto la puerta se había cerrado detrás de nuestros amigos pero el énfasis del momento, los nervios y las ganas de matarlo me colapsaron y de un momento a otro me vi pegándole un golpe con mis nuevos zapatos justo entre sus piernas, aplastándole esos huevos machistas. —¡Ah!— gruñó adolorido, apoyándose en el escritorio—. ¿Estás malditamente loca?

—Por lo que veo, estos zapatos hacen parte de tu colección, por lo tanto, creo que la expresión: meterte la polla en tu propio trabajo, se aplica muy bien en esta situación.

—Tienes la suerte de estar en una posición que te permita huir, de lo contrario te mataría— dijo y sus palabras aliviaron mi rabia, haciéndome sacar una carcajada.

«Dios, estoy pasando de un extremo a alto»

—¿Huir?— pregunté irónica pero había un temblor en mi voz que me condenó el acto—¿Como tu estas huyendo de la verdad?— levanté una ceja mientras lo vi incorporándose lentamente. Aún se estaba quejando.

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now