.:Capítulo 2:.

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Se arrodillo a su lado y tomo su mano, estaba fría, húmeda, pero aun podía sentir su pulso, aunque débil.

-¿Está muerto, papá?

Konohamaru le hablaba a su padre, pero sus ojos negros estaban clavados en el muchacho que parecía estar allí desde hacía días.

-No, Konohamaru, no lo está. -Puso una mano en la frente sucia del joven, estaba casi tan frío como la piel de sus manos -.Debemos ocuparnos de él antes de que sea demasiado tarde.

Konohamaru asintió sin pronunciar palabra, mientras su padre se colgaba la escopeta sobre su espalda y cargaba al muchacho en sus brazos.

-Tú adelántate y dile a mamá que prepare la camioneta, debemos llevarlo hasta el hospital de Konoha de inmediato.

Konohamaru no respondió, solo dio media vuelta y empezó a desandar el sendero hacia la cabaña. De vez en cuando, se daba la vuelta y observaba cómo su padre intentaba apresurar el paso con el muchacho colgando de sus brazos.

-Resiste, jovencito -le pidió a viva voz -. No voy a permitir que mueras ahora que te hemos encontrado.

Toda la familia Sarutobi decidió acompañar a Asuma hasta el hospital de Konoha.

Kurenai y Moegi se habían ubicado en el asiento trasero del vehículo, junto al muchacho que, todavía, seguía sin reaccionar.

Konohamaru, que iba sentado junto a su padre, no dejaba de contemplarlo. Temía que, en cualquier momento, su respiración pausada se detuviera definitivamente, sin duda, aquel era un temor que compartían todos en la camioneta. El miedo latente de que, en cualquier momento, el joven desconocido muriese en los brazos de Kurenai.

Asuma hacía lo imposible para que los sesenta kilómetros que separaban la pequeña ciudad de Konoha del lago de la hoja se acortaran rápidamente, pero el tráfico, un tanto pesado esa mañana, no ayudaba demasiado.

-¿Aún respira?

Kurenai le respondió que sí a su esposo, por enésima vez.

Cuando el edificio apareció ante ellos, Asuma recorrió el trayecto que quedaba sin importarle recibir una multa por exceso de velocidad. Consiguió estacionar en un puesto libre en la parte frontal del hospital, y, sin perder tiempo, volvió a cargar al muchacho en brazos y enfilo hacia el interior, seguido por su esposa y sus dos hijos.

-¡Necesitamos un medico con urgencia! ¡Este muchacho se está muriendo! -grito e irrumpió en la sala de emergencias.

Dos enfermeras se acercaron a él y lo guiaron hasta un pequeño cuarto rodeado de cortinas blancas.

-Por favor, señor, recuéstelo sobre la camilla y retírese -le pidió una de las enfermeras.

Asuma lo coloco con sumo cuidado sobre la camilla fría y, antes de dejarlo allí, le apretó la mano.

-Señor, debe retirarse.

-Sí, sí. -Retrocedió unos pasos y, a través de las cortinas entreabiertas, pudo observar a los médicos abalanzarse sobre él con agujas y unos estetoscopios que colgaban de sus cuellos. Con una pequeña linterna esculcaban las pupilas de sus ojos.
Escuchó palabras que no alcanzó a comprender, mientras una de las enfermeras le ponía una máscara de oxigeno que le cubría casi todo el rostro. Otra enfermera se acerco nuevamente a él para ordenarle que se marchase de allí. Echó una última mirada a aquel joven que parecía estar librando una batalla, en clara desventaja, contra la misma muerte.

...

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No me olvides [ItaNaru]Where stories live. Discover now