Capítulo 21. Su otra cara

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—¿Una respuesta a qué?—se quedó pensativo un momento, rascándose la barbilla.

—A mis incertidumbres—se tomó un momento para contemplarme disimuladamente de arriba abajo.—, sobre mis sentimientos de posesividad.

—No entiendo.—me miró con desconfianza.

—Probablemente ni yo me entendí a mí mismo en ese momento.— se rascó la nuca un tanto incómodo mientras dibujo una pequeña sonrisa melancólica en su rostro. —Quería saber si...— se detuvo por unos segundos pero luego soltó. —Si tuviste algo con el senador. Si hubieras aceptado esa propuesta significaba que ya estabas acostumbrada a tener relaciones de tal género, relación que los hombres como él procuran tener.

Me quedé perpleja.

—Iker— relajé mi rostro— ¿Qué tanto lo criticas cuando procedes igual a él?

—No soy igual a él, para nada.— replicó ácido. —Simplemente conozco muchos hombres iguales a él.—una ligera tensión atravesó mi cuerpo cuando noté su puño apretado.

—No voy a negar que conozco a ese hombre, pero evidentemente no en la forma en cuál tú pensaste—me encogí de hombros—Precisamente porque lo conozco, puedo ver similitudes entre ustedes dos. ¿Acaso tú no usas a las mujeres para satisfacer tus propios deseos?

—No pienso solo en mí. No recuerdo haberte dejado insatisfecha alguna vez.— levantó una ceja y sentí cómo mis mejillas empezaron a arder.

—Admito que fue un error meterme contigo.— dije y sus ojos perdieron unas tonalidades del brillo que normalmente los caracterizaba.

—Y ahora tendrás que aguantarme una vida.

—¿Qué?— lo miré como si hubiera sido un idiota que había dicho la más absurda frase del mundo.

—Vamos a tener un hijo juntos, ¿no?— dejó la prueba de embarazo sobre su escritorio y se levantó encaminándose hacia mí. —Independiente del odio que me tienes e indiferentemente del daño moral que te provoqué, él no tiene la culpa.

Mi barrera que había construido y la determinación que había sentido a través de los días amenazaba con caer. «Que fuerza de voluntad la mía...».

—Sé que lo del viernes fue una tontería y realmente lo siento.— habló cuando ya llegó en frente de mí.

«Aléjate, aléjate, aléjate»

—Hiciste todo por el bien de tu empresa, ¿no? Me habías dicho que no querías que los problemas personales de tus empleados interfieran con el trabajo.

Sus ojos estudiaban cada gesto y mímica que mi semblante hubiera podido adelantar sin mi consentimiento y que mi cuerpo hubiera podido ofrecerle, dándome por entender que cualquier pequeño error podría llevarlo a una conclusión.

—No— negó ligeramente con la cabeza. —Esto fue personal.— dio un paso hacia mí, inundándome con su olor. —Definitivamente fue un gesto egoísta de mi parte que solo tenía un propósito, mi paz emocional.

—Iker— murmuré su nombre mientras se me acercó cada vez más fuerte.

De repente, unos fuertes gritos se escucharon del pasillo de la empresa, haciéndonos a los dos girar la cabeza hacia la puerta.

—¿Ahora qué...?— intentó hablar pero le deposité la mano sobre la boca, callándolo, intentando a escuchar mejor y a deducirte a los dueños de esas voces.

—Parece ser Emir.— presumí.

—Y mi hermana— alejó ligeramente mi mano de su boca. —¿ Adónde crees que vas, eh?— me agarró del brazo en cuanto me di la vuelta para salir al pasillo y ver con mis propios ojos quién peleaba y cuál era la manzana de la discordia.

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now