Capítulo 19. Lárgate

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—Tal vez me había retocado el maquillaje antes de entrar en la casa. Esto explicaría la persistencia del labial y descartaría tu absurda teoría de que nadie tocó mis labios.

Me cogió la cara entre sus manos y me dio un corto beso.

—No lo hiciste— susurró entre nuestros labios, que se alejaban lentamente. —,nunca lo haces.

«¡Maldito detallista!»

—¿Por esto estás aquí?— alejé sus manos de mí retrocediendo un paso—¿Para saciar tu ego gigante?— Había deducido la razón por la cual me había esperado.

—En partes—musitó—Siempre consideré que Emir no es capaz de obtener tu atención. Solo quería asegurarme de que mis conclusiones no estaban apresuradas y equivocadas.

—Emir es un hombre digno de ser tomado en cuenta— repliqué—. No tienes idea de las cualidades que posee.

—Pero no te atrae— en la comisura de su boca aprecio una sonrisa sarcástica y orgullosa. Lo odiaba. Odiaba su perspicaz, su inteligencia y su orgullo. Odiaba que pudiera leer a la gente con tanta facilidad. Me callé. — Igual a cómo me lo imaginé.

—No— respondí rápidamente con una sonrisa. —Te equivocaste.

—Con una mentira no conviertes la verdad en mentiras. Es lo que es—volvió a dar un paso hacia mí. —De lo contrario, ahora estarías capaz de afirmar que él enciende en ti las mismas ganas de dejarte tomar como las sientes a mi lado.

—¡Oh! Creído prepotente —bufé. — Por lo menos él está interesado en algo más que mi coño.

—Yo también estoy interesado en algo más— replicó y tuve que domarme las ilusiones, porque esto era lo que sus palabras hacían: ilusionaban. — También me interesa tu boca.

—Gracias por la confirmación, capullo. —Intuyó mi intención de alejarme y me agarró por la cintura atrayéndome hacia su cuerpo, aplastando mis senos erectos contra su pecho duro.

—Capullo...— siseó con una ligera sonrisa. — Estoy aquí por dos cosas—el pecho se le expande un poco. —No tiene caso mentirnos. Tenemos una química agotadora y una atracción sexual a punto de la manía.—intenta controlar cada palabra que dice, incluso el tono que usa. Lo controlo todo, y entiendo que debo hacer lo mismo. —¿Me lo puedes negar?—preguntó y sentí un hormigueo atravesando mi cuerpo. Estaba tan cerca de gritarle que me hiciera suya en ese mismo instante, pero algo me lo impidió.

—Podría ser— rebuscó mis palabras con cuidado, escondiendo el deseo que podría ser adelantado por mi voz. El fracaso no era una opción.

—Háblame con claridad— escupió mientras volvió a depositar sus manos en mi cintura. —Todo esto que nos está pasando— sigue con calma—, nos da un falso sentimiento de posesión sobre el otro.

«Puedes besar mi trasero, troglodita»

—¿Te sientes posesivo conmigo?— cuestioné mientras que sus dedos subían por mi espalda.

—Hasta tal punto que me siembra enfermizo.— inclinó su cabeza y sus labios casi rozan con lo míos pero no me toca. —No me gusta echarte de menos y mucho menos competirte.

—Supongo que no viniste aquí para decirme esto y después marcharte.—tengo la voz débil. Su mano se poseía en el cinturón de mi vestido. —¿Cuál es tu propuesta?

—Amigos con ciertos beneficios— escupe y con dificultad me detengo en no pegarle una bofetada que lo deja más retrasado de lo que es. —Aparte de relación sexual, añadí otras cosas más como: beneficios en el trabajo, pago, exclusividad y mientras esto dure entre nosotros dos, puedes pedirme lo que quieres.

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now