CAPITULO VI

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-Me haces reír, Charlotte, no tiene sentido. Sabes que no tiene sentido; además tu nunca actuarías así.

Ocupada en observar las atenciones de Bingley para con su hermana, Elizabeth estaba lejos de sospechar que también ella estaba siendo objeto de interés del amigo de Bingley. Al principio el señor Darcy apenas se dignó admitir que era bonita; no había demostrado ninguna admiración por ella en el baile, y la siguiente vez que se vieron, él solo se fijó en ella para criticarla. Pero tan pronto como dejó claro ante sí mismo y ante sus amigos que los rasgos de su cara apenas le gustaban, empezó a darse cuenta de que la bella expresión de sus ojos obscuros resaltaba le daban un aire extraordinario de inteligencia. A este descubrimiento siguieron otros igualmente mortificantes. Aunque detectó con ojo crítico más de una fallo en la perfecta simetría de sus formas, tuvo que reconocer que su figura era grácil y esbelta, y a pesar de que afirmaba que sus maneras no eran de gente refinada, se sentía atraído por su naturalidad y alegría. De este asunto ella no tenía ni la más remota idea. Para ella Darcy era el hombre que se hacía antipático donde quiera que fuese y el hombre que no la había considerado lo bastante hermosa para sacarla a bailar.

Darcy empezó a querer conocerla mejor. Como paso previo a hablar con ella, se dedicó a escucharla hablar con los demás. Este hecho llamó la atención de Elizabeth. Ocurrió un día, en la casa de sir Lucas donde se había reunido un amplio número de gente.

-¿Qué querrá el señor Darcy- le dijo ella a Charlotte- que ha estado escuchando mi conversación con el coronel Foster?

-Ésa es una pregunta que solo el señor Darcy te puede contestar.

-Si lo vuelve a hacer le daré a entender que sé lo que pretende. Es muy satírico y si no empiezo siendo impertinente yo, acabaré por tenerle miedo.

Poco después se les volvió a acercar, aunque no parecía tener la intención de hablar, la señorita Lucas desafió a su amiga para que le mencionase el tema, lo que inmediatamente provocó a Elizabeth, que se volvió a él y le dijo:

-¿No cree usted, señor Darcy, que me expresé muy bien hace un momento, cuando le insistía al coronel Forster para que diese un baile en Meryton?

-Con gran energía, pero ese es un tema que siempre llena de energía a las mujeres.

-Es usted severo con nosotras.

-Ahora nos toca insistirte a ti- dijo la señorita Lucas-. Voy a abrir el piano y ya sabes lo que viene, Eliza.

-¿Qué clase de amiga eres? Siempre quieres que cante y que toque delante de todo el mundo. Si me hubiese llamado Dios por el camino de la música serías una amiga de incalculable valor; pero como no es así, preferiría no tocar delante de gente que debe estar acostumbrada a escuchar a los mejores músicos- pero como la señorita Lucas insistía, añadió-. Muy bien, si así debe ser, será- y mirando fijamente a Darcy, dijo-. Hay un viejo refrán que aquí todo el mundo conoce muy bien, "quédate el aire para enfriar la sopa" y yo guardaré el mío para mi canción10.

El concierto de Elizabeth fue agradable, pero no extraordinario, Después de una o dos canciones y antes de que pudiese complacer las peticiones de algunos que querían que cantase otra vez, fue reemplazada en el piano por su hermana Mary, que como era la menos brillante de la familia, trabajaba duramente para adquirir conocimientos y habilidades que siempre estaba impaciente por demostrar.

Mary no tenía ni talento ni gusto, y aunque la vanidad la había hecho aplicada, también le había dado un aire pedante y modales afectados que deslucían cualquier brillantez superior a la que ella había alcanzado. A Elizabeth, aunque había tocado a la mitad de bien, la habían escuchado de buen grado por su soltura y sencillez. Mary, al final de su largo concierto, no obtuvo más que unos pocos elogios por las melodías escocesas e irlandesas que había tocado a ruegos por sus hermanas pequeñas que, con algunas de las Lucas y dos o tres oficiales, bailaron alegremente en un extremo del salón.

Orgullo y Prejuicio Jane AustenOù les histoires vivent. Découvrez maintenant