Capítulo 9. El mejor

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Si mantuviera la boca cerrada sería perfecto. Bastaría con actuar igual a un hielo, como siempre lo hacía... «Espera... Esto es nuevo. ¿Por qué me trata tan bien de repente?»

—Iker...— intenté pronunciar su nombre confiada pero me vi balbuceando, «Milla, ponte las pillas, mija.»—, espero que te guste el café que te prepare.

Entrecerró los ojos y me miró durante unos segundos, luego se mordió el labio inferior, asintió con la cabeza y agarró la taza de café para tomar un sorbe.

—Igual a cómo me la imaginé.

—¿Qué?— cuestioné aun conservando una ligera sonrisa.

—Caliente y con cantidades perfectas—habló en tono sexy, conquistador, atractivo. —, casi no se nota que...— perdí el aliento y lo miré fijamente. — la miel no tiene la cantidad que normalmente me gusta.— añadió y respiré tranquila.

—Entonces espero que lo disfrutes— me senté en la silla, doblándome las rodillas sin acercarme mucho al escritorio para no cortarle la vista que tenía sobre mis piernas.

Y lo hizo. El maricón pervertido lo hizo sin dudarlo ningún momento. Clavó su vista en mis piernas sin ninguna vergüenza, ni siquiera intentó disimularlo, y como si esto fuera de lo más normal, añadió:

—No queremos enfriarnos.

— ¿Qué?

—Que no queremos que nuestras pastas se enfríen.— subió lentamente su mirada hacia mis ojos. —Vamos a comer, luego nos encargamos del preestablecido.

Ok. Necesitaba calmarme de inmediato. Mi conciencia me golpeaba moralmente por mi acto tan desquiciado y ahora parecía que todo lo que él decía tenía cierta referencia a mi acción.

—¿Te están gustando?— preguntó y le hice una señal de "like" con el dedo ya que tenía la boca llena. —Disfrútalas.— añadió antes de seguir comiendo.

—Realmente son muy buenas.— afirmé.

—Por lo que veo, no eres una de esas personas que no comen cosas que engordan.— lo escuché decir y saqué una risa mientras moví mi tenedor.

—¿Tengo cara de chiflada?— levanté una ceja mientras seguía riéndome— Solo tengo una vida, una que no pienso desperdiciarla entre dietas.

—Milla— tomó una pausa, empujando la comida a un lado e inclinándose sobre la mesa. —¿Qué piensas sobre la concurrencia?— lo miré con el ceño fruncido.

—Yo creo, que cuando uno está en concurrencia con alguien está intentando sacar lo mejor de si mismo. Por lo tanto, lo veo como algo oportuno, una posibilidad de superarse.

«¡Dios! ¿De dónde tanto calor de repente?»

—Así que, bajo su juicio, es algo benéfico— asintió con la cabeza mientras se apoyó en su silla, mirándome fijamente, teniendo la puntas de los dedos unidas. —Dime Milla, ¿qué tal lejos estuvieras dispuesta a llegar para cumplir tu meta?

—Depende.— me encogí de hombros.

—¿Depende de qué?— cuestionó de inmediato.

—Depende de si es algo serio o no, de si lastimo a alguien a lo largo de mi percurso.

—¿Te consideras una buena jugadora?

—¿A dónde va todo esto?— Empujé la comida a un lado también, inclinándome sobre el escritorio helado como su corazón de hielo.

—¿Cuál es el límite de la integridad cuando está en concurrencia?— se inclinó nuevamente sobre el escritorio, quedándonos de cerca. —Contéstame, Milla, ¿te consideras una persona íntegra?

Te conozco x los zapatos ©®  Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ