Capítulo 5. Fantaseando

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Me devoraba la boca como un animal enloquecido mientras destrozaba mi interior por completo. Su mirada me ardía. No había onda de timidez, me sentía seductora, sexy y morbosa y esto me exaltaba.

Me safé de su agarre y agarré puñados de su jodido cabello perfecto. Cuanto más fuerte tiraba de su cabello, más fondo hundía sus dedos y su lengua. Su mirada era un poema ardiente.

Bajé mi mano hacia la cremallera de su pantalón cuando ya sentí que estaba a unos segundos del orgasmo. Mi feminidad palpitaba tan fuerte que pensaba que iba a explotar. Quería sentirlo ya.

Dejándome acorralada por las sensaciones que sentía, cerré los ojos y gemí, gritando su nombre un par de veces. Estaba allá a punto de correrme sobre sus dedos cuando se detuvo.

—Le dije que no dejé de mirarme—resopló todo encendido—Se lo dije, ¿verdad?— Miré sus ojos de un azul oscuro de nuevo, estaba casi sin aliento.

—Por favor, Iker...

—¿Por favor, qué?— sentí su cálida erección sobre mi abdomen—¿Qué quiere, señorita Flow?— me dio la vuelta de golpe haciéndome chocar mis senos con la fría pared mientras me susurró al oído y en el mismo tiempo pasó su miembro por mi trasero hacia la entrada del paraíso. —Creo que puedes recibirme por completo. Quiero verla gozarlo.— añadió a punto de entrar en mí.

Y desperté.

—¡Nooooooo!— grité, levantándome de golpe, sintiéndome toda excitada, mojada y furiosa. —¿Por qué desperté?— me quejé—. ¿Por qué estoy fantaseando con él?

Miré a mi alrededor y noté la mirada de "qué-demonios-te-pasa" junto a la de "ya-no-quiero-que-seas-mi-dueña" de mi gatito. Me levanté de la cama toda encabronada y chequé la hora de mi teléfono, eran apenas las cinco de la mañana, lo que decía que me había dormido a lo máximo tres malditas horas.

Esto ya no podría continuar así. Necesitaba un hombre. Agarré mi portátil y empecé a navegar en una aplicación de citas online. Las fotos de los posibles pretendientes no tardaron en llegar.

—Pero, ¿qué es esto?— resoplé mientras me hacía aire con la mano. —Si tienes el cabello más largo que yo— pasé por otra foto.

Y así pasé treinta jodidos minutos. Nada me gustaba. Uno tenía la cara de un babuino, otro una nariz como la de Pinocho, otros ojos extraños. Maldito cupido. Estoy buscando un maldito hombre para un polvo ajeno, no un esposo. ¡Ponte las pillas por Dios y mándame algo bueno!

Tras una ducha fría que logró bajarme la temperatura, decidí salir un poco al jardín. Ya eran las seis de la mañana, así que no tenía caso meterme a la cama porque de todos modos en media hora debía prepararme para ir al trabajo.

El aire fresco y frío me hizo bien.
Por primera vez decidí fijarme en la casa de mi jefe. Estaba vecina con la mía, lo único que nos separaba era una alberca enorme con agua iluminada por las noches.

Caminé hacia la alberca y me senté al borde de ella, metiéndome las piernas dentro del agua fría mientras miré su casa. Tenía las luces encendidas, al parecer ya había despertado. Si yo hubiera manejado una empresa como la de él, lo primero que hubiera hecho fuese un programa que empezaba a las diez, tal vez, once de la mañana. Ni chance que me despertara temprano siendo una dueña.

Estaba a punto de levantarme cuando lo vi salir de su casa. Llevaba un traje azul abierto como el cielo y daba órdenes a la persona con quien hablaba por teléfono. Mientras caminaba hacia el coche, su mira se posó en mí y cambiando la dirección de sus pasos, noté cómo se me acercaba mientras colgaba la llamada.

El sueño del año regresó a mi mente y, aun si no sabía, sentí una ardiente vergüenza.

—Buenos días, señorita Flow— habló de la otra parte de la alberca—, ¿se le ofrece un cafecito también o piensa moverse el maldito trasero y caminar hacia el trabajo? Son las siete de la mañana. Su trabajo casi empieza.

«Cálmate, Milla, no lo mates, no sabe lo que dice. Es un simple deficiente que anda suelto. «Tú eres buena. »

—A las ocho, puto— repliqué.

—¿Qué dijo?

—Dije que a las ocho en punto.— volví a gritarle.

El sonido de su teléfono vivió para acabar de nuevo con su atención. Luego de haberme enseñado con el dedo el reloj de su brazo como advertencia, se dio la vuelta y caminó hacia el coche.

Mientras su coche se alejaba, me levanté y me dirigí hacia la entrada de mi casa.

No me sentía bien por lo tanto no tenía ganas de vestirme elegante. Bueno, tampoco era mi estilo. Opté por una camisa amarilla y una falda corta negra que iban a la perfección con los zapatos amarillos que mi jefe tanto odiaba. Solté mi cabello, dejándolo libre y natural, y me puse un poco de maquillaje. Agarré mi teléfono y las llaves del coche y sin más me dirigí hacia el trabajo.

Apenas puse un pie dentro de la empresa que ya pude oler el olor de problemas y complicaciones que iba a generarme ese día.

—Señorita Flow — la recepcionista caminó hacia mí de golpe—, por favor entréguenle estos papeles al señor Sinclair. Necesitamos su firma con emergencia—habló—. Señorita Flow, ¿bien que encuentro—me habló un hombre con rostro serio a unos cincuenta años—Avísenle al señor Sinclair que todo está en orden con el señor Touldes. El proceso también va bien. Entrégale estos documentos —me puso en los brazos un montón de papeles sobre los que ya tenía por parte de la recepcionista—Señorita Flow— otra voz desconocida y casi exploté. —Aquí está el desayuno del señor Sinclair—lo depositó sobre el montón de papeles dándome una vista nula de lo que podría tener en frente—¡Señorita Flow!— otra voz.

—¡Ni una verga!— exclamé—¿Qué no ven que no doy para más? Dejen de joder tanto.— me quejé. — Si quieren hablarme, hagan una fila.

Me encaminé ciegamente hacia mi despacho. Podría adivinar lo ridícula que me veía cargando todas esas cosas. Ojalá se encuentre una nueva asistente personal.

Y así, saltando de un pensamiento al otro, sin ver qué había delante de mí, esperando que la gente se mueva de mi camino, de repente choché fuertemente con un cuerpo que me debilitó por completo, haciéndome caer en el suelo con todos esos papeles que volaron por todo el lugar y con el desayuno del señor Sinclair sobre mi vestido.

—¡Estúpida! ¿Estás ciega?—La voz irritante de una mujer muy alta, igual a una montaña y frustrada como una mujer a dieta, me golpeó.

Levanté la mirada hacia donde provenía esa voz y noté una mujer delgada, tal vez con la silueta de un modelo, ojos azules y cabello rojo, que me miraba enfurecida.

—¡Qué te jodan!— repliqué sin más para que después noté que estaba no solo a sus pies sino a los del señor Sinclair también.

Bajé la cabeza sabiendo lo mucho que la había cagado. No sé en qué momento la mujer desapareció, lo cierto es que logré tomar razón cuando vi una mano extendiéndose hacia mí. Volví a levantar la vista y me encontré con el rostro de mi jefe que, por mi sorpresa, no estaba furioso sino más bien divertido por esa situación.

—Vamos, levántate.— me dijo tranquilo y al parecer todo el mundo se detuvo mirándonos hasta que él los fulminó con la mirada.

Agarré su mano y me incorporé. Dios, tenía una piel cálida y fina como la de un bebé. Ese hombre debía cuidarse mucho.

—Gracias y perdón por el desastre que provoqué. Me encargaré de arreglarlo todo.

—¡Iker!— La voz de otro hombre se escuchó detrás de él y un cuerpo no tan alto como el de mi jefe, pero igual de musculoso , apareció—¡Oh!— exclamó riéndose en cuanto notó el desastre y yo lo analicé mejor. Moreno, ojos verdes y barba. Una hermosura del hombre. Su mirada se fijó en mí y sonrió. —Todos tenemos días así— me consoló y sonreí. —Emir Vladislav — extendió su mano y en ese instante alejé mi mano de la de mi jefe para agarrar la otra.

—Milla Flow.— me presenté.

—Señorita Flow— mi jefe empezó a toser—, usted tiene un don para perder el tiempo. Póngase a trabajar de una puta vez, que para esto la estoy pagando.

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now