Capítulo 1. Todo lo que no me gusta

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Mi fantasía y momento de placer máximo se atropelló cuando el sonido irritante de unos tacones que parecían dentro de los pies de un elefante se escucharon entrar en mi oficina. Modales cero. Elegancia nula.

Entre los mechones de cabello negro de la mujer que tengo sobre mi regazo, distinguí una silueta femenina. Altura media, zapatos horrorosos de un color ámbar muy intenso. Mi polla perdió la dureza cuando noté ese cabello rubio rizado y ese rostro que esconde una sonrisa burlona.

El precio de unos segundos no dije nada. Pensé y encontré la lógica. La mujer de ayer no estaba de visita. Ella era mi nueva asistente personal número dos. ¡Vaya sorpresa!

—Levántate— le exigí a la mujer, encabronado. La maldita rubia arruinó mi corrida mañanera .—¿No le enseñaron a tocar antes de entrar?— Objeté luego de haberme cerrado la cremallera.

En cuanto los ojos azules de la rubia hacen contacto con los míos, su sonrisa desaparece y la mía aparece. Se congela y por fin entiende la situación conflictual y poco conveniente en la cual se encuentra.

—Lo hice— se aclaró la voz y para mi sorpresa contestó mientras sostenía mi mirada fría.

—¿Y si nadie la invita a ustedes, pasa como si nada, señorita Flow?— pregunté y me sorprendí de que había recordado su nombre. ¡Qué cosa del demonio será y esta! —¿Qué hora es en su planeta unipersonal?— demandé en tono serio, poniéndome de pies mientras le hice señal a la otra mujer en abandonar el lugar.

—Hoy me pasaron cosas desastrosas— hizo una pequeña pausa—Perdón por haber tardado. No volverá a ocurrir.— usó un vocabulario diferente y estuve a punto de perdonarla cuando noté su puño apretado.

—Me alegro de que usted conozca la palabra desastre porque esto es precisamente lo que usted provocó. Un desastre. ¿Sabe quién ha tenido que gestionar su agenda? Yo. ¿Sabe cuánto cuesta mi tiempo?

—Lo siento, señor Sinclair— murmuró —,de seguro fue un trabajo muy difícil para usted hacerse cargo de la agenda de una asistente personal— prosiguió y noté cierto sarcasmo en su voz. —No volverá a pasar.

—Desde luego que no, señorita Flow, claro que no.— me crucé de brazos mientras le di un otro visitado de arriba para abajo.

Su estilo tan colorado, con esa chaqueta y tacones color ámbar y esas pulseras de perlas falsas en sus muñecas, me provocan un cáncer visual.

—Y para asegurarme de que a ustedes no se les ocurrirá olvidarse de este accidente, les aviso que hoy no se va de esta empresa hasta que no acaba con todo el trabajo que tiene pendiente.—Hice una pausa y ella frunció el ceño, sentí que quería pegarme directamente a los huevos, por esto me alejé y tomé asiento en mi cómodo sillón de piel negra. — Quiero ver los informes de Becker y Adonis sobre mi escritorio en menos de una hora. El informe del progreso de las ventas y de los retiros en tres horas. Llame a mis colaboradores para organizar la junta de mañana y luego váyanse a observar cómo van las cosas de la producción. — en su rostro noté cierto pánico, por lo tanto, añadí. —Empecemos con el café que espero desde hace más de dos horas junto a mi desayuno. Tengo entendido que su amiga le dejó una lista con lo que me gusta y con lo que no, así que no hablaré de más. Sabe qué debe hacer.

—Evidentemente— contestó segura, matándome con la mirada.

—¡Ah!— exclamé—Señorita Flow, casi se me olvidó . Vaya a encargarse del traje que usted misma arruinó ayer. Necesito uno nuevo hasta el viernes. Consíguelo como de lugar.

—¿De dónde lo compró?— demandó con cierta inocencia.

—Yo no compro ropa, señorita Flow, a mí se me diseña ropa única.— le sonreí irónico. —Pónganse en contacto con Armani— espeté cortante mientras abrí el portátil.

—¿Armani?— cuestionó sorprendida.

—¿Acaso me escuchó decir otra marca?— miré una estadística.

—No, ¿pero cómo me pongo yo en contacto con ellos?

—¿Y a mí esto qué me importa?— sentí su mirada sobre mí pero la ignoré— Busqué su fax, correo, número de teléfono, ¿de verdad no puede hacer nada sola, señora Flow?

—Si al rey no le apetece nada más con su permiso, me regreso a mi oficina para cumplirle los caprichos.— habló enojada, molesta, irónica mientras se dio la vuelta caminando hacia la puerta.

—Señorita Flow— volví a llamarla.

—Diga, señor Sinclair.

—Se dice: a sus órdenes, señor Sinclair.— la corregí mientras le sonreí contento. Calló y respiró hondo. —Aún espero.

—¿Él qué?— preguntó exasperada y levanté una ceja. —A sus órdenes, señor Sinclair—siseó mirando en otra parte.

—Bien, la próxima vez me mira también a los ojos.— hice una pausa y una vez más mis ojos se clavaron en esos zapatos tan ...particularmente feos—Dígale a mi asistente número uno que regrese en mi oficina y encargase que nadie nos moleste durante dos horas. Gracias.

—Bien.

—Señorita Flow— pronuncié su nombre y ella suspiró largo, girándose hacia mí con un rostro de poema. —Vamos a trabajar juntos durante treinta y un días, será mejor si colabora.

—Serán treinta días, señor Sinclair, porque en el último día no vendré, iré con mi amiga al hospital para acompañarla al parto.— replicó y sin darme derecho a decir nada más salió de mi oficina con la misma elegancia de un dinosaurio y con la feminidad de un oso.

¡Vaya suerte la mía! Mi asistente personal resultó todo un desastre. Esa mujer con pocos modales y nada de estilo resultó tener todo lo que a mí no me gusta tener cerca. Yo soy Yngy ella es todo mi yang, pero en nuestro caso no se trata de atracción, y ojalá no lleguemos a matarnos.

Nota mental: nunca bebes y comes nada que viene de sus manos. Hay una posibilidad de que mueras envenenado.

—Buenos días, ¿restaurante Spoon? Me gustaría que me enviaran unos...

Te conozco x los zapatos ©®  Where stories live. Discover now