15. Sólo resta confesar

Comenzar desde el principio
                                    

—Lucas, lo que te gusta a ti es la música, ¿no?

Asiento.

Al fin me permito a mí mismo aceptarlo.

—Entonces, no creas que ésta profesión se limita a ser un cantante.

Lo miro, sin comprender.

—¡Yo no canto en un escenario hace años! —él ríe—. Y, sin embargo, puedo decir que vivo de la música.

—Entonces... ¿cómo?

—Bueno, soy ingeniero en sonido —declara—. Una labor que me permite diversas funciones y campos de desarrollo. Lo que digo es que, aun dentro del ambiente musical, hay muchas áreas en las que podrías especializarte.

Escucharlo hablar con tanta seguridad, hace que se abra frente a mí un mundo de posibilidades que nunca tuve en cuenta antes.

Me llena de esperanza.

Entonces pienso de nuevo en papá.

—Él nunca va a aceptar que yo elija nada relacionado a la música —lamento.

Eric se pone de pie.

—Está bien. Si eso es lo que crees, déjame ayudarte de todos modos.

Levanto la cabeza, para entender a qué se refiere.

—No tienes que apurarte en elegir entre un camino u otro. Aún eres joven —se explica—. Puedes seguir preparándote para lo mismo de siempre y, mientras tanto, yo puedo enseñarte sobre esta vocación tan apasionante.

Mis ojos se agrandan.

—¿Lo harás?

—¡Claro! Hasta que estés seguro de lo que realmente quieres. Será un placer para mí.

Me levanto y lo abrazo. Él me rodea con una mano y con la otra acaricia mi cabeza.

—Eres un buen chico, ¿sabes?

Al oírlo me invade un sentimiento de culpa.

Recuerdo la vez en éste mismo lugar, cuando le hice creer que Brenda y yo nos llevamos de maravilla.

Eric confía en mí. Me ha ayudado muchísimo y yo...

—Brenda no piensa lo mismo —suelto, porque no quiero seguir engañándolo—. No nos llevamos bien...

Él se muestra un poco confundido.

—Eso es muy raro. Ella no es de tener problemas con la gente.

—Bueno, probablemente yo haya puesto un poco de mi parte para que eso suceda... —mi pecho se aprieta antes de revelar lo siguiente—. Yo fui quien peleó con ella el primer día de clases.

Se sorprende por mi confesión. Tanto que se sienta de nuevo en la silla que tiene detrás.

—No entiendo... ¿Cómo es posible? —se muestra un tanto afligido.

—A decir verdad, ni yo mismo lo entiendo. Ese día, Brenda llegó de la nada, se abalanzó sobre mí y empezó a golpearme y gritar que yo había lastimado a su hermana —le explico.

Él escucha atento cada palabra.

—Pero juro que eso no es así —me apresuro en aclarar—. No tengo idea de por qué lo habrá pensado.

—¿Y no se lo preguntaste? —no parece molesto por mi confesión, sino excesivamente extrañado.

—No, no lo hice. Fui un imbécil. Respondí al ataque echándola al piso para detenerla —me agarro del rostro con vergüenza.

Por culpa de un instante (Completa✔ y en físico 📚)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora