Noches de insomnio

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Atrapada entre el silencio y la soledad de mi habitación, me dispongo a dejar que mi mente se suelte de nuevo, expresando todo aquello que le atormenta y que no es capaz de decir.

Y lo va a escribir porque el silencio no es capaz de escucharle ni la soledad hacerle caso. Y lo va a escribir porque la única persona capaz de juzgarle soy yo. Y qué ironía del destino. No me encuentro a oscuras, estoy bajo la plena luz del día. Pero cómo decir que la luz me opaca y la oscuridad me ilumina. Cómo atreverme a decir eso cuando los mismos rayos de sol que me calientan en este mes de agosto son testigos de la frialdad de mi mente. De mis pensamientos. Tenebrosos en momentos, suicidadas a ratos y confusos siempre.

Se dispone a escribir y yo grito. Es un grito ahogado, silencioso, que me pone los pelos de punta. Grito de miedo, de pánico. Va a escribir de mí y soy consciente de ello. ¿Qué va a decir? Nada bueno lo sé. Lo presiento. Va a escribir todo aquello por lo que he estado acumulando noches de insomnio. Y no lo quiero ver, no lo quiero leer. Pero sé que acabaré haciéndolo. Acabare esnifando las palabras como si de cocaína se tratasen. Y eso es lo malo. Lo que acabará conmigo. Me veré a través de mis ojos. Y quiero no quererlo. Pero aquí me veo deseándolo. Muriendo por consumirlo. Por agotarlo.

Y sin embargo continuaré estando intranquila. Después de esto no encontraré la paz. Las mismas dudas, las mismas inseguridades y los mismos miedos me seguirán atormentando cada noche, incitando a mi cerebro a repetir una y otra vez lo mismo. Sera que de esa manera, sea la única en la que me sienta protagonista de algo. Protagonista de un libro que escribo cada momento de insomnio, terminando de una vez con la colección, para volver a empezar otra.

Escritos para el hoyWhere stories live. Discover now