10. Esta no es una cita

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Me quedo al menos diez minutos viéndolo moverse con apremio. Él ni siquiera se fija más en mi presencia. Se dedica al trabajo tanto como puede.

Y yo aquí, parada sin hacer nada.

Entonces aprieto los ojos y los puños, intentando no pensar en nada más que dejar este lugar impecable. Me dirijo a prisa a buscar mis utensilios y vuelvo para comenzar de nuevo la limpieza.

Me mira con asombro cuando me acomodo a su costado y tomo un libro para pasarle el trapo.

-Si quieres terminar a tiempo, muévete -le ordeno, para que deje de verme así.

Por el rabillo del ojo lo veo delinear una sonrisa y tengo que esforzarme por contener la mía.

Gira la cabeza de nuevo, sin decirme nada y continúa aseando.

Termino de sacarle el polvo a un montón de libros más y, al ver acabada mi labor, me desplomo al costado de la estantería.

Lucas sigue limpiando unos minutos y luego se sienta en el suelo, a metros de donde estoy.

Comienza a sacarse, con el paño, el polvo que le ha quedado en las manos. Las mías también están grises, pero ahora mismo sólo puedo pensar en lo seca que tengo la boca y lo fuerte que me gruñen las tripas del hambre que me agobia.

-Si están descansando, espero que sea porque ya terminaron -Rosalba se acerca un minuto después.

-¡Sí, lo hicimos! -Lucas se pone de pie, entusiasmado.

Pero ella no parece complacida, sino desconfiada. A pasos lentos, comienza a recorrer los pasillos, examinando uno a uno los estantes, verificando hasta el más mínimo detalle. Sus manos están entrelazadas a sus espaldas y su mentón ligeramente levantado, amenazante, insinuando que no dejará pasar ningún desliz.

Lucas traga saliva, sin quitarle los ojos de encima. Acompaña con la mirada el recorrido de la mujer por el salón.

Parece que ni siquiera respira. El futuro de sus ensayos con la banda depende de lo que decida esta insensible persona.

Ella termina de observar todo y se aleja, sin emitir sonido, por el interminable pasillo repleto de libros.

La seguimos en silencio también, hasta la puerta principal. De vez en cuando, él me dirige una mirada cargada de preocupación.

Rosalba abre la puerta, gira levemente la cabeza hacia nosotros y, con aire de absoluta decepción, admite:

-No veo ningún problema. Pueden irse y le avisaré al director que han concluido el castigo.

Sale sin decir más y cierra la puerta en nuestras narices.

Miro a Lucas sin poder contener la emoción por tan buena noticia, y él hace lo mismo. En un repentino movimiento, que ninguno de los dos se esperaba, nos abrazamos. Pero al darnos cuenta pronto nos separamos.

Ok, acabo de abrazar a este idiota.

Me quedo helada, al mismo instante en que comprendo lo que acabamos de hacer. Y no soy la única, él borra la sonrisa y mira hacia otro lado. Bajo la cabeza con rapidez, en un intento por esconder la vergüenza antes de que comience a asaltar mis mejillas.

-En fin... -rompe el silencio unos segundos después-. Supongo que haber terminado este insoportable castigo amerita que vayamos a comer algo...

Levanto la cabeza y lo miro, estupefacta.

¿Escuché bien? ¿Urriaga me está invitando a comer?

Él agranda un poco los ojos al notar mi reacción y se apresura en justificarse.

Por culpa de un instante (Completa✔ y en físico 📚)Where stories live. Discover now