Alicia apretó los labios con fuerza.

—Eso lo sé.—gruñó.—Puedo intentarlo Beatrice, pero eso no significa que funcionará. Créeme hermana, nunca lo había visto tan molesto.

—Estoy segura que se le pasará.—intentó animarla.—Si lograste llamar la atención de un libertino como Lord Grafton, con más razón podrás conquistar el corazón de Lord Wester y en el camino quizás tú también...

—¿Me enamoré?.—cuestionó con sarcasmo.—Por favor, Beatrice no soy como tú. No quiero enamorarme de nadie. Enamorarse te vuelve débil y no quiero ser débil.—la mirada de Alicia se oscureció.—Mi debilidad les hizo daño una vez y no volverá a suceder.

—Pensé que lo habías olvidado.—replicó su gemela con pesar y aunque quiso no pudo poner en palabras lo que opinaba de esa noche.

Deseó decirle lo mucho que admiraba su valentía y hasta envidiaba su forma de ser, pero se quedó callada.
El miedo no paralizaba a Alicia, sino que la hacía actuar, para bien o para mal, pero jamás se quedaba sin hacer nada.

—Dudo mucho que pueda olvidarlo algún día.—Alicia negó con resignación.—Sin embargo no voy a negar que estoy siendo una cobarde.—miró la valija en el suelo del jardín y la sábana ondeando como un estandarte.—Iré por mis cosas y afrontaré esto.

—Esa es mi hermana.—musitó antes de reparar que la locura no se había ido de su gemela. La dama sin tapujos estaba descendiendo con la ayuda de las sábanas.—¡Pudiste usar la puerta!.—chilló, pero ya era demasiado tarde. Alicia rompía las reglas de nuevo.

Una vez que desapareció de su vista, Beatrice se giró para marcharse.

—¿Se encuentra bien, milady?.—preguntó Ana al ver el rostro desorientado de su señorita.

—Me preocupa, Alicia.—confesó acercándose a la doncella, quien había ingresado a la habitación hace escasos segundos.

—Estoy segura que Lord Wester la cuidará muy bien. Es un hombre bueno.

Beatrice asintió.

—Incluso con un matrimonio forzado y todo, tendrá un buen esposo.—comentó con desdén.—Lástima que no todas las mujeres corramos con tanta suerte.

***
Anthony miraba de frente a su rival, quién con una seguridad sorprendente maquinaba su siguiente movimiento.
El ajedrez es un juego de estrategia, cada pieza ocupa un rol importante en el tablero, incluso el más simple peón. No se podía desperdiciar ninguna pieza, al menos que el sacrificio conlleve a la victoria.

—He escuchado por allí rumores extraños.—comentó en medio de la partida, despertando el interés de su acompañante.

—Yo también los he oído, no sé si son verdad, pero si lo son qué hara hermano.—replicó su contrincante cercando con uno de sus peones a su rey.

—No lo sé.—se deshizo del peón, aunque sin darse cuenta su rey quedó atrapado por la reina rival. —Es una decisión difícil porque ambas personas me importan y sé más que nadie que esto no va a resultar.

—Lord Perfecto y Lady descaro es la peor combinación posible y sin embargo apuesto por ellos.—la jóven dama hizo su último  movimiento.—Una vez me dijiste que todo es cuestión de perspectiva y una buena motivación.—clavó su mirada en él.—Jaque Mate, hermano.

—Te haz vuelto muy buena en esto, Lucy.

—Aprendí del mejor.—lo miró fijamente antes de hacer un leve gesto hacia la puerta del pequeño salón.—Tu respuesta viene en camino.—musitó al ver como el conde entraba en la estancia.

Glamorgan se giró para encarar a su amigo y Lucy aprovechó el momento para retirarse.

—Me sorprende, Lady Lucinda cada día está más grande.—comentó Jonathan a penas cruzó el umbral de la puerta.

—Lo sé y temo que algún canalla me la arrebaté.—sentenció con severidad.

—Hablando de canallas.—Carrick esquivó su mirada, posándola en el tablero de ajedrez.—Hay algo que debes saber me casaré con Lady Alicia en menos de un mes.

Si Glamorgan estuvo sorprendido no lo hizo notar, de hecho el caballero estaba tan tranquilo que era de temer.

—Pensé que te había advertido, Carrick lo que sucedería si te involucradas con mis hermanas.—musitó bastante serio y Jonathan tragó con fuerza, no quería pelear con su amigo.

—Las circunstancias fueron...—intentó explicar, pero se detuvo al ver que el gesto adusto de Anthony se esfumaba y en su lugar una ligera sonrisa aparecía. No era una sonrisa del todo, mas bien parecía una extraña mueca, pero era mejor que la expresión que su amigo poseía hace escasos segundos.

—De entre todas mis hermanas, tuviste que escoger a la problemática y descarada.—comentó con ironía como si no lo pudiera creer.

—Yo...—Jonathan se quedó sin palabras. Nunca esperó una reacción como esa de su parte y aún así había algo que no cuadraba. Él llevaba conociendo a Anthony el tiempo suficiente para saber que lo más preciado que el caballero podía tener, eran sus hermanas. No las cedería al menos que...—¿Acaso sabes cómo sucedió?

—No, pero lo imaginó.—respondió para conmoción del caballero.— Conozco a mis hermanas, Carrick. Sé quién es la víctima y el culpable aquí.—explicó con calma.—En el caso de Caterina, ella puede ser muy inteligente, pero también es muy curiosa e inocente y Ruthland era un libertino, ambos sabemos quién propicio todo.—Jonathan parpadeó perplejo.—En tu caso, eres un caballero en toda regla y mi hermana es una descarada que deseaba a toda costa atrapar un buen marido. Sería un ciego si no supiera quién es la víctima en todo esto.

El conde lo escuchó en silencio, el caballero seguía sin poder articular nada coherente.

—Iré a buscar a Alicia, si se van a casar, será mejor que se conozcan mejor.—compuso antes de encaminarse hacia la puerta.

—Espera...—quiso protestar, pero Glamorgan ya se había marchado.—Es una pésima idea.

El conde de Wester no se lo pensó más y tomó la mejor decisión posible. Retirarse a su hogar ahora.

***

Ana observaba la ventana nerviosa, su señorita estaba colgando de una sábana y Lady Beatrice ya se había marchado.

Algunos mozos de cuadra miraban a la dama, pero no comentaban nada. Todos en esa casa estaban acostumbrados a las locuras de Lady Alicia, su señorita siempre había tenido ese vigor que sus hermanas no tenían, ese espíritu libre que en el pasado solo causó problemas. Lady Alicia aún cargaba con antiguas culpas por un pasado que todos en la familia Murgot preferían olvidar y enterrar para siempre en lo más profundo de sus recuerdos.

Ana suspiró al ver que su señorita tocaba el suelo sana y salva, pero se tensó al notar la presencia de un conocido caballero en el jardín. Lord Carrick la había descubierto en una de sus travesuras de nuevo.

La doncella reprimió la sonrisa que luchaba por cubrir sus labios. Lady descaro y Lord Perfecto se fundieron en una de sus clásicas discusiones justo cuando la puerta a su espalda se abría.

—Milord.—jadeó Ana al ver como el conde de Glamorgan ingresaba a la habitación.

¡Oh no sí el conde veía la escena que se desarrollaba en el jardín todo se saldría de control!

Ella tendría que impedirlo. Ana no dejaría que su señorita vuelva a ser castigada, mucho menos cuando estaba a punto de hacer lo correcto.

***
Como siempre Ana salvando el día.
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