CAPÍTULO 1: Os encontráis en una taberna

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1. Una sombra en la fiesta

Pilaia dormía ajena a la fiesta que se estaba dando en la mansión que coronaba la colina más alta de la urbe. La gran ciudad aguardaba expectante los tiempos que tenían que venir, tiempos de guerra, vientos de patria y noches de religión. Tiempos duros para las gentes de a pie.

En la gran mansión los nobles reunidos disfrutaban de la música, de los mejores manjares y de las conversaciones, que bien podrían cambiar el futuro de una nación. El futuro deparaba guerra y eso se notaba en la pista de baile y en los numerosos corrillos que se estaban formando entre las columnas que soportaban el balcón superior por donde tres guardias, engalanados para la ocasión, patrullaban tranquilamente las habitaciones superiores. En estos corrillos los nobles se repartían los contratos de suministros necesarios para mantener al ejército en la contienda que dentro de poco iba a tener lugar, la guerra es un beneficioso desastre.

Sin embargo, uno de estos nobles iba a ser parte importante de un desastre mucho más cercano.

Oculta en su capa verde oscuro, la artífice del desastre se aproximó a la gran mansión de planta cuadrada que albergaba tamaña celebración. ¨Si quiero tener alguna opción voy a necesitar altura¨. Por suerte para ella, un árbol se alzaba en el jardín posterior, convenientemente cercano a una de las ventanas. La escalada no era algo ajeno a la sombra que se reveló a la luz de la mansión, la silenciosamente conocida Victra.

Gracias a estos destellos se dejó ver una enjuta joven, envuelta en una capa verde oscuro, la cual le cubría gran parte de la cabeza y solo dejaba entrever su rostro y unos rebeldes mechones grises que se negaban a permanecer ocultos. Pero no era su cabello plateado lo que solía resaltar cuando se dejaba ver, esa función la reclamaban sus intimidantes ojos rojos. La gente de los bajos fondos de todo Argos ya empezaba a contar confusas historias sobre la joven del pelo de Luna y los ojos de Marte, a la cual únicamente podías ver al amparo de la noche, tal y como sucedía con los astros. Y esta noche la Luna estaba llena y Marte en todo su apogeo.

Haciendo equilibrios sobre las dudosamente resistentes ramas del árbol consiguió alcanzar la ventana. Desde el exterior las luces habían confirmado que no había presencia alguna de guardias. Con un suave chirrido abrió las ventanas gracias a sus años de práctica, las numerosas cicatrices de los brazos no se conseguían viviendo solo unos meses como asesina profesional.

Bajó del alféizar con un silencioso y rápido movimiento, adentrándose en una habitación amueblada con cuatro camas. Su misión era sencilla, encontrar al objetivo y hacer que el objetivo desapareciese.

Sonaba bastante sencillo, por lo que comenzó con gran determinación. La habitación que la había recibido contaba con una puerta, la cual abrió con sumo cuidado para no alertar a un posible guardia. Tras ella solo se encontraban otras dos puertas y una escalera que conducía al piso inferior. Tenía una vaga idea de la distribución de la edificación, por lo que escogió abrir de nuevo con más cuidado, si cabe, la puerta de la izquierda.

Esta vez hubo premio y aparecieron tres maravillosos guardias ataviados con ropajes más aptos para demostraciones circenses que para tareas de seguridad. Dos de ellos patrullaban el balcón que daba vista al salón inferior en donde se encontraría el objetivo de Victra. El tercer guardia tomó unas escaleras en el lado más lejano de la ubicación de Victra, dirigiéndose al piso inferior. Eso eliminaba un guardia, solo quedaban dos.

Victra se preparó para la acción, había mucha gente en el piso inferior por lo que iba a tener que ser extremadamente sigilosa si no quería que su misión fuese un total fracaso. Contó los pasos del guardia que se dirigía hacia la puerta que la ocultaba. Llegó el momento. Cuando el guardia hubo rebasado la puerta, Victra se acercó por su espalda, levantando una de sus apreciadas dagas con la mano derecha y sujetando el cráneo de su oponente con la izquierda. La daga se introdujo suavemente en la base del cráneo de su víctima, que dejó este mundo cuestión de segundos, y cuestión de segundos era que el siguiente guardia llegase a donde ella estaba. No sin esfuerzo retiró la daga del cuello del pobre hombre, de donde inmediatamente brotó un gran chorro de sangre que dio lugar a un charco de sangre considerable que manchó las botas de Victra. Con la daga libre se volvió a esconder tras la puerta que la había refugiado la primera vez. Esta vez no le hizo falta contar pasos ya que a los pocos segundos oyó una voz decir:

Naabot mo na ang dulo ng mga na-publish na parte.

⏰ Huling update: Aug 25, 2018 ⏰

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