Pero, entonces, un toque en mi hombro me hace volver la mirada atrás.

—¿Me puedo sentar? —pregunta un sujeto desconocido, de unos veinticinco años aproximadamente. Sin esperar respuesta ocupa el lugar que había sido de mi hermana.

Lo miro con desconcierto.

—Es que eres muy linda —se acerca más—. No pude evitar mirarte desde que llegaste.

El hedor a alcohol que desprende de la boca me hace ponerme de pie sin dudar. Tomo mi cartera y pretendo alejarme, pero él sujeta mi muñeca con rudeza.

—No te vayas, dime cómo te llamas —sugiere. Hay algo en su cara que insinúa perversión, y no me agrada.

Muevo mi brazo con la fuerza suficiente para soltarme.

—Déjame en paz —le ordeno en voz alta.

Él se pone de pie, acercándose más a mí y cubriendo con su brazo el espacio entre su cuerpo y mi silla, impidiendo que me mueva.

Estoy a punto de propinarle una fuerte pisada, cuando siento que un brazo rodea mis hombros por detrás.

—Hola, pulga —dice otra voz, ubicándose a mi costado—. ¡Qué bueno que viniste a oírme cantar!

Mis ojos se mueven instintivamente para encontrarse con el chico de la banda de rock, el que había estado hace un momento en la mesa del frente y, antes, sobre el escenario.

Me descoloco por un momento.

Me llamó "pulga", me habló como si me conociera y hasta me estaba abrazando ligeramente.

No comprendo, hasta un segundo después, cuando el otro sujeto toma la palabra.

—¿Es tu chica? —le pregunta, pero no espera respuesta—. Lo siento, amigo. ¡Nos vemos!

El chico de la banda le sonríe.

—No hay problema, Bennet —le dice, mientras el otro se pierde entre la gente, antes de que pueda parpadear.

Él me mira y sonríe. Aparta su brazo de mí.

—¿Por qué hiciste eso? —le pregunto.

No es que me moleste, al contrario. Pero me considero alguien capaz de cuidarme sola.

—Es que conozco a ese sujeto —explica él. Me mira de una manera interesante, que hace resaltar el azul de sus ojos— Es inofensivo, pero siempre molesta a las chicas que no conoce.

—Tú tampoco me conoces... —apunto.

Su sonrisa se enmarca más a un costado. Levanta las manos en señal de disculpa y se aleja un paso, sin dejar de sonreír.

—Tienes razón. Nos vemos... pulga —bromea, guiñándome un ojo, y se retira, con la guitarra eléctrica colgando de la espalda.

Me quedo allí, mirando su dorso como una boba, hasta que Eric llega por el otro extremo.

—Brenda —me llama, sacándome de mi ensimismamiento—. ¿Te gustó el concierto?

Asiento, ubicándome de nuevo en la silla y él se acomoda a mi lado.

—Es uno de mis mejores grupos —explica—. ¿Puedes creer que son chicos de tu edad?

Me quedo pensando en el chico de ojos claros, hasta que Stacy se acerca con unos tentempiés y bebidas.

—No van a creer lo que me pasó —asegura, sentándose emocionada—. Un chico súper lindo me pidió mi número de celular.

Eric la mira con recelo paternal.

Por culpa de un instante (Completa✔ y en físico 📚)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora