Cuarenta y cinco. (*)

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—Deberían comenzar, el tiempo pasa rápido —comenta mi madre con amabilidad —y he hablado con tu madre sobre un par de agencias de nanas, que podrían contratar para...

—No queremos nanas para nuestra hija —interrumpe. —pero le agradezco la información.

—Querida, eres una mujer ocupada, una nana...

—No hemos considerado esa opción —intervengo —queremos disfrutar de nuestra hija. Ya nos arreglaremos para no tener problemas.

—La empresa te mantendrá ocupado —ahora es el turno del señor Harris hablar —Demasiado, William. Y Anna, tus fundaciones no se mantienen solas, una nana es la mejor opción.

—Lo es, cielo —interviene la madre de Anna —y hemos visto algunos colegios de señoritas, son los mejores de la ciudad y...

—Veremos esos detalles con William cuando nuestra hija nazca, y entonces tomaremos las mejores decisiones para nuestra hija —pronuncia ella con molestia.

—Oh, cariño. Un poco de ayuda no les vendría mal, ustedes son inexpertos y...

—¿Mama quieres cerrar la boca? —la rudeza con la que Anna habla hace que el ambiente se envuelva en un silencio incómodo.

—Ann...

—No necesito tus consejos de cómo debo cuidar a mi hija —continúa —¿experiencia? ¿En qué? ¿En dejar a sus hijos tan solos que necesitan de una nana para sentirse acompañados? ¿de crear contratos para ganar más dinero?

—Anna por favor, no empieces con eso —el señor Harris habla con dureza —el contrato fue una oportunidad excelente, mírate, eres una mujer feliz, de no ser por nosotros jamás hubieses conseguido nada de eso. Debes admitir por primera vez que esto nos lo debes a nosotros. Su felicidad, es gracias a que pensamos en ustedes.

—Suficiente, nos vamos —me incorporo del asiento, tomando la mano de Anna con la intención de irnos.

—William...—la mirada preocupada que mi madre me dedica me hace detenerme —cariño no se marchen así.

—No te comportes como una niña malcriada —masculla el padre de Anna incorporándose —¿No sabes que es de mala educación abandonar la mesa?

—No voy a tolerar que vuelva a faltarle el respeto a mi esposa —espeto con molestia —Ha sido suficiente, para la próxima reunión, no se molesten en enviarnos una invitación.

Anna rompe el agarre en nuestras manos, se da la vuelta mientras se aleja de la casa.

—Ann, cariño espera —cuando llego a su lado, la fragilidad en su mirada me hace querer regresar y darle un maldito golpe a Adam Harris. El hijo de perra se lo estaba ganando a pulso. —Ann...

—¿Para eso insististe en que viniéramos? —inquiere con reproche —Esto siempre va a ser así, William, nada va a cambiar. ¿Y sabes qué es lo peor? Que ellos tienen razón.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —inquiero. —¿Razón en qué?

—¡En que todo esto se lo debemos a ellos! —grita con molestia —¡Todo este circo, este matrimonio, todo fue por su decisión! ¡No tuvimos elección!

—Anna, no, no les debemos nada —aseguro olvidando que aún nos encontramos en la casa —No les debemos absolutamente nada, ni tu ni yo. Esto no comenzó de la mejor manera, pero, te amo y me amas. Ahora todo cambió, Ann...

—No estás entendiendo —pronuncia con desesperación —Te amo, claro que lo hago. —afirma —Pero a veces simplemente me pregunto cómo hubiese sido mi vida si ese contrato no hubiese existido, me pregunto en dónde estaría, con quien, si estaría feliz. Solo me pregunto que hubiese sido si no me hubiesen obligado a firmar ese papel.

Amor por Contrato[SAV #3]  ©Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ